OPINIÓN

La guerra del fin del mundo

por Antonio Sánchez García Antonio Sánchez García
Trump

Foto AFP

A Hermann Tertsch

“…si quisiera designarse con el nombre de marxistas a todos los que admiten el pensamiento condicionado por el espíritu de clase, la inevitabilidad del socialismo, el carácter no científico de los estudios sobre la naturaleza y funcionamiento de la sociedad socialista, se encontrarían muy pocos individuos no marxistas al oriente del Rin y bastantes más amigos que adversarios del marxismo en Europa occidental y en Estados Unidos”

 

Ludwig von Mises, Socialismo.

El progresismo, esa enfermedad de cinismo e hipocresía creada y desarrollada en Europa por quienes no osaron asumir directamente el marxismo leninismo de José Stalin y comulgar con las ruedas de carreta de la revolución bolchevique, con sus secuelas de hambre, persecución, represión, abusos  y asesinatos, ha venido a respaldar todos los esfuerzos de los enemigos de la libertad y el progreso para desarrollar sus políticas fundadas en el odio y la violencia. Justificados como instrumentos de la emancipación de la humanidad. Permitió que el mundo odiara a Estados Unidos, sin la más mínima secuela de mala conciencia. Permitió poner a la Iglesia Católica, Apostólica y Romana del lado de los asesinos, como si estuviera obedeciendo al Sermón de la Montaña. Y les dejó el campo libre de escollos a los tiranuelos castro comunistas para que corrompieran la esencia de la política en América Latina.

¿Por qué razón nadie se cuestiona la existencia de la tiranía nazi fascista y hitleriana de Fidel y Raúl Castro y los mismos que lanzaron dos bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki para acabar con el reinado de Hitler han permitido que florezca a pocas millas de sus costas un régimen tan oprobioso y contrario a toda naturaleza como el nacional socialista alemán?

Fidel Castro, el clásico matón barriobajero y tercermundista recurrió al precedente de sus pandilleros: refugiarse tras las piernas de los matones mayores para preservar sus andanzas. Aliarse a Rusia y China y prestarse a la buhonería gansteril de los marxistas latinoamericanos para acosar a los Estados Unidos. Ante la aclamación y el aplauso de un continente bobo que dejó de odiar al imperio español para odiar al imperialismo yanqui. Y que resuelve todas sus ineficacias y fracasos escondiéndolos tras los envidiables éxitos de la gran potencia del Norte. Los cojos le echan la culpa al empedrado.

El progresismo, practicado con absoluta naturalidad, así encubra la abierta criminalidad del socialismo marxista, ha permitido las tropelías que han logrado envilecer y desencajar la vida política norteamericana, envenenando las raíces de su naturaleza liberal, electoral y democrática. En una insólita y audaz movida global, usando como punta de lanza a los movimientos racistas negros de Estados Unidos, simpatizantes de los regímenes dictatoriales de Cuba y Venezuela, y el colchón global de los medios progresistas, el progresismo global acorraló a Donald Trump, fortaleció al candidato demócrata Joe Biden y sirvió de tapadera a un extenso movimiento fraudulento que impuso la derrota de Trump en las elecciones presidenciales de los Estados Unidos. Los mismos círculos políticos que previnieran a la oposición venezolana contra el uso de las maquinas tragaperras como instrumentos electorales por parte de las autoridades electorales del régimen dictatorial de Nicolás Maduro –son manipulables y pueden condicionar sus resultados a la voluntad de sus manipuladores, señalaron pruebas en mano– esta vez permitieron su uso en el delicado proceso electoral norteamericano.  Con los amañados resultados previsibles. Son los milagros secretos de Smartmatic.

Nada de este horror que sacude a la sociedad más democrática del orbe hubiera sido posible si la progresía global, diestramente manejada por sus jefes de filas y financistas, como George Soros y sus asesores, no hubieran alineado sus cañones contra Donald Trump, haciendo uso de su control absoluto sobre los medios de comunicación de mayor influjo internacional. Bastaría revisar críticamente los titulares de portada de los principales medios del mundo –The New York Times, The Wall Street Jourmal; El País y ABC, de España; Le Monde y Le Figaro, de Paris, el FAZ, de Frankfurt– y así todos los demás “independientes y progresistas”, así como los noticieros de CNN y otro canal de noticias, para comprobar la verdadera guerra de aniquilación montada por los medios para provocar la caída de Donald Trump y el derrumbe de su influencia sobre la conciencia global.

No recuerdo un precedente. Es primera vez que los medios de comunicación más influyentes del mundo se alinean disciplinadamente en una guerra despiadada e inclemente contra un objetivo común. Y logran su propósito: movilizar al electorado norteamericano para impedir la reelección de Donald Trump. ¿Sabremos alguna vez los nombres de los generales del Estado Mayor que derrotó a los Estados Unidos y a Occidente?

@sangarccs