Mural del mandatario venezolano, Nicolás Maduro, en Caracas / Foto EFE

Las preguntas son inevitables: ¿Consentirá Nicolás Maduro unas elecciones libres y transparentes? ¿Asumirá el sucesor de Hugo Chávez una derrota en las urnas como se anticipa o elegirá otro camino? Ese camino, ruta, sendero o vía sólo podría tener dos destinos: un fraude colosal o provocar un cataclismo que le permita al Gobierno bolivariano abortar las elecciones.

Las respuestas, hoy por hoy, únicamente las conocen en el Palacio de Miraflores. El escenario sociopolítico está así: el gobierno, pese a su reciente declaración de convocar a un gran diálogo nacional después de julio, sigue intentando sabotear todos los eventos de la oposición; se mantiene la interrogante acerca de si habrá elecciones presidenciales (pues el gobierno tiene claro el riesgo de medirse en elecciones libres y trasparentes); la crisis social y económica se agudiza; la represión y la violencia escalan; los presos siguen presos y otros se suman; la inseguridad, así como la corrupción adquieren ahora formas superiores; las calamidades hacen metástasis y la paz parece cada vez más lejana.

La represión

Pero la gente sigue protestando, pese a la represión a veces brutal y los muertos y heridos que genera cada día. Su convicción sobre la posibilidad de un cambio, crece; a ello se suman cada vez más movimientos sociales, y políticos, incluidos muchos que otrora fueran líderes y hasta «amigos» del proceso bolivariano.

Mientras tanto, la popularidad del gobierno cae a niveles históricos con 82% de rechazo y una relación de 5 a 2 en intención de voto que favorece al candidato opositor.

No obstante, aquí, la oposición se enfrenta al riesgo del agotamiento de su capacidad para mantener a la gente animada cada día y construir la organización que se requiere para garantizar su presencia y la vigilancia de los votos.

Enfrentar el desgaste cotidiano requiere una estrategia para mantener y promover la diversidad en la acción, la cooperación y la formación de alianzas con otros sectores del «tercer país» que son los no polarizados, y la construcción de puentes para el entendimiento, sin descartar el diálogo y la negociación.

Por su parte, el gobierno continúa escalando con la aprobación del CNE (Consejo Nacional Electoral) y la «vista gorda» del TSJ (Tribunal Superior de Justicia). Sigue también con la estrategia de culpar a otros de su propia incompetencia; comprar los favores de la gente con las bolsas-cajas CLAP, bonos en el carnet de la patria y con promesas y más promesas; amedrentando con palizas y cárcel; negociando acuerdos con los acreedores, con los aliados, y tratando de controlar los daños.

Panorama incierto

El panorama, entonces, se torna incierto y las acciones de cambio no se vislumbran con claridad; pero quizás sea bueno recordar que la incertidumbre es también el espacio para los eventos poco probables, y hasta para los que parecen imposibles; es también el espacio para «los milagros».

A falta de opciones claras, ¿de dónde podrían venir las contingencias para el cambio que permitan fundar el optimismo?

Uno imagina cuatro ámbitos en los cuales podrían generarse, separadamente o en combinación, tales eventos.

En el ámbito socio-económico: la crisis económica, escasez de servicios y de casi todo, unida al incremento del coste de la vida, los ingresos familiares insuficientes y la desesperación, conducen a una eventual quiebra económica, a la hambruna y a un estallido social tipo 24 de febrero.

En el ámbito político: las pugnas internas entre los grupos de poder que soportan al gobierno, presionan para una transición negociada que permita la gobernabilidad y la paz, así como la seguridad personal y los bienes que han acumulado a expensas del erario público.

La baza militar

En el ámbito militar: el evidente descontento en el seno de la Fuerza Armada por el acceso al poder o los negocios, o por el quiebre de la institucionalidad, por sus contradicciones ideológicas, por la baja popularidad del gobierno, o por desacuerdos con los grupos paramilitares armados (estos últimos actúan y la Fuerza Armada carga con las culpas), provocan, o bien una intentona golpista o bien un cambio de actitud a favor de elecciones limpias.

En el ámbito internacional: el apoyo de sus aliados (Rusia, China e Irán) merma por razones geopolíticas y se fortalecen los gobiernos detractores, especialmente en la región, lo cual podría generar una presión de alto nivel (Cuba, México, Petro y Lula mediante) para buscar una solución negociada.

Como se ve, todas son opciones de probabilidad variable (entre media y baja), pero posibles de aprovechar para el cambio político, si la gente mantiene el coraje y la determinación para continuar avanzando. Y si Maduro no toma el sendero del fraude o hace saltar por los aires las urnas antes de que se abran.

Originalmente publicado en el diario El Debate de España


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