OPINIÓN

La diáspora y el mundo del trabajo

por Gustavo Roosen Gustavo Roosen

La diáspora venezolana ha pasado a entronizarse como tema de dolor para muchos y de preocupada atención dentro del país y en el mundo. Visto desde cualquier perspectiva, el tema obliga a repasar las causas, las dimensiones, las soluciones posibles, las expectativas. Más allá de las estadísticas, lo sacude a uno la condición de los que se van y de los que se quedan con las ausencias. Es muy perturbador, por igual, el efecto del éxodo masivo en la economía y en la capacidad de recuperación del país cuando soplen vientos de libertad.

Un estudio del Centro de Políticas Públicas IESA, que incluye cifras muy significativas sobre el descalabro económico y social de Venezuela, dedica uno de sus capítulos centrales al colapso migratorio y a la migración de retorno. Acudiendo a los datos de la plataforma de la coordinación interregional para refugiados y migrantes de Venezuela, el estudio parte de una primera afirmación, repetida muchas veces pero siempre alarmante: para junio del 2024 habían emigrado 7,77 millones de venezolanos, 85% de ellos hacia países de Latinoamérica, en particular a Colombia, Perú, Brasil y Chile.

No todos emigraron ni se han establecido en las mismas condiciones. Para un buen número de ellos la situación no es alentadora. Está, al contrario, marcada por la vulnerabilidad y la incertidumbre. El reporte de una encuesta elaborada en 2022 por el Mixed Migration Center indica que 66% de los emigrantes entrevistados poseía un estatus migratorio irregular y sólo 6% eran residentes oficiales temporales. Otro análisis establecía que 73% eran personas con dificultades para procurar sus necesidades básicas sin el apoyo de alguna organización.

Estas condiciones precarias han impulsado el fenómeno de la migración de retorno. No se cuenta con estadísticas oficiales consolidadas sobre este tema. No obstante, al cruzar datos del gobierno venezolano y de un estudio independiente, los investigadores del IESA estimaron que 300.000 personas han regresado desde 2020, menos de 5% del total. Más allá de este discreto número de retornados, no es difícil imaginar que la situación de vulnerabilidad que viven los migrantes y sus necesidades afectivas pudieran disparar futuras olas de retorno. Ya el mencionado estudio de Mixed Migration Center indica que  71% de la muestra encuestada abandonó su país de acogida por razones de dificultad extrema como acceso insuficiente a servicios, dificultades para ganarse la vida e integrarse.

¿Qué ha significado la emigración para la economía venezolana? Se evidencian al menos dos efectos visibles: el envejecimiento de la población trabajadora y el colapso en el mercado laboral venezolano con una caída de 6% en la tasa de participación en la actividad económica solo entre 2014 y 2021, según datos de Encovi. Casi 60% de los migrantes en esos años fueron personas entre los 25 y 39 años de edad. La población económicamente activa dentro del país en edades entre 25 y 39 años que representaba para 2014 el 43% del total, para 2021 representaba solo 34%. Por contraste, la población de más de 40 años pasó de 34% a 44%.

El envejecimiento de la población económicamente activa ha sido factor importante en la pérdida de vitalidad de la economía. No solo ha favorecido la informalidad en el trabajo, con su consecuencia de inestabilidad, sino que ha afectado gravemente al sector empresarial, tanto por el cese de operaciones de algunas actividades o empresas como por la reducción en su tamaño y, en consecuencia, en su capacidad de generación de puestos de trabajo. Considerando solo las actividades de manufactura, comercio, construcción y servicios el estudio señala que en la última década la población ocupada en ellos registró una caída de 24,7% al solo 10,6%.

Pensar en la migración de retorno es plantearse una oportunidad, pero también una obligación y un reto mayúsculo. La oportunidad viene dada por la experiencia adquirida, por una visión renovada sobre el valor del trabajo y de la formación, por el aporte de quienes regresen o de quienes sigan integrados a Venezuela desde su nuevo hogar. El reto social tiene varias vertientes. No solo será fundamental de crear un espacio de libertad y de aliento a la iniciativa y al trabajo productivo. Será imperativo abrir espacios para la formación, para la especialización, para una cultura del talento y del esfuerzo.

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