El Pacto Unitario recientemente suscrito por el sector mayoritario de la oposición democrática, incluido el gobierno interino de la Asamblea Nacional que preside el diputado Juan Guaidó, ha planteado la realización de una consulta popular en los términos establecidos por el artículo 70 de la Constitución. La consulta popular es una expresión genuina de la democracia participativa, la cual parte del supuesto de que recayendo la soberanía en el pueblo, este directamente, sin necesidad de mediación de sus representantes, puede decidir sobre los asuntos públicos que se sometan a sus dictados. La tradición de la participación directa del pueblo en las decisiones políticas es reciente en Venezuela, pues será a partir de la actual carta magna que se contemplen diversos mecanismos, entre ellos de manera destacada el referéndum popular.
La experiencia más cercana a la propuesta recogida en el Pacto Unitario lo constituyó la consulta popular efectuada el 16 de julio del 2017, una experiencia bastante reciente de la cual mucho debemos aprender, en función del eventual éxito o fracaso de la consulta hoy en liza. Recogida en tres preguntas, la consulta no se concretó en el éxito esperado, dolorosamente no cumplió las expectativas: así, no impidió la realización de la asamblea constituyente espuria, aunque contribuyó fuertemente a su deslegitimación, en la medida en que ésta fue convocada sin consultar al pueblo, como exige la Constitución. Pero lo más relevante es que no se logró su meta fundamental, tal como lo pautaba la tercera pregunta, donde se solicitaba a los electores su acuerdo en torno a la realización de elecciones libres para renovar los poderes públicos. El pueblo emitió su veredicto y el régimen lo invalidó, mostrando así su faz dictatorial, que se acentuaría con el paso de los dos años ya cumplidos de la fiesta electoral frustrada. En conclusión, la decisión burlada de la ciudadanía quedó pendiente de ejecución para tiempos mejores.
Y hablo de fiesta electoral adrede, pues el comportamiento de la ciudadanía fue ejemplar y entusiasta, al participar cívica y masivamente en la consulta para lo cual fue convocado. Se cumplieron los tres elementos básicos para garantizar su arrollador éxito: primero la unidad, unidad de la gente ante un liderazgo unido. La consulta de marras fue aprobada por los partidos y también por los dirigentes más representativos del momento: Leopoldo López, Julio Borges, Manuel Rosales, Henrique Capriles, María Corina Machado y Henri Falcón. Saque sus conclusiones el lector; hoy tres de esos líderes, por diferentes razones, no apoyan la consulta propuesta por el Pacto Unitario; el segundo elemento también fue exitoso: la estupenda organización de la consulta, bajo la asesoría de Súmate y otras organizaciones especializadas en el tema; y para mayor abundamiento, el tercer elemento, la movilización de los electores, cumplió el objetivo propuesto en la medida que más de siete millones y medio de ciudadanos se hizo presente para con su voto expresar su acuerdo con lo preguntado.
La consulta popular que el presidente interino ha prometido realizar para el mes de diciembre está llena de riesgos. Lo primero que me preguntaría es si tiene sentido realizar una consulta de esa naturaleza, cuando ya en anteriores oportunidades, y fehacientemente el 16 de julio de 2017, el pueblo había manifestado su rechazo al régimen, que considera usurpador. Tengo diferencias en lo ideológico con la valiente dirigente María Corina Machado, pero es difícil estar en desacuerdo con el siguiente planteamiento de su carta a Guaidó hecha pública recientemente: “¿Cuál es el propósito de esta consulta? ¿Cuáles son sus consecuencias? El país fue consultado el 16 de julio de 2017; allí está un mandato incumplido. Lo que hay que hacer es cumplirlo. Será un engaño pretender volver a consultar lo ya consultado, para colar la prolongación de tu condición de presidente interino de manera indefinida. Ni es sano, ni es ético y no lo acompañaríamos.”
En suma, la unidad del liderazgo está en discusión, no se ha aclarado el meollo de la pregunta, que debe ser diáfano y concluyente, sin ninguna duda sobre su sentido; la organización del evento está por demostrarse; y la capacidad de movilización tiene un handicap poderoso en la pandemia que nos azota y un entusiasmo por participar que aún está por comprobarse.
No pretendo ser un aguafiestas, sino más bien un abogado del diablo en función de que el nuevo santo, que no es otro que la imagen civilista de la democracia y la libertad, salga bien librado. A mi modesto entender, la lucha debe librarse en torno a la desobediencia civil y el fervor por cumplir con el artículo 333 de la Constitución. Insistir y concretar en consecuencia el Gobierno de Emergencia Nacional, como medio de apalancar la transición hacia elecciones verdaderamente libres, y medio de atacar resueltamente los gravísimos problemas de penuria que padecen las grandes mayorías, así como enfrentar resueltamente las muy cuestionadas y antidemocráticas elecciones legislativas que adelanta el régimen. La consulta popular en discusión no es una salida , sino más bien una puerta sellada del laberinto en que inútilmente se ha encerrado la oposición.