“Every renaissance comes to the world with a cry,
the cry of the human spirit to be free”1
Anne Sullivan
Si no conoce la historia de una niña sorda y ciega que vivía con sus padres y desesperaba a todas las institutrices contratadas por sus progenitores, le vendría bien leer una magnífica columna firmada por Fernando Savater titulada “¡Te daba así!” (El País, 23.10.2005). Cito al filósofo vasco y su columna porque ilustra magistralmente el problema de entendimiento que padece la sociedad moderna con respecto a la educación. Muchos hombres consideran que el mejor modo de educar a un niño supone dejarle libre, a su aire, siguiendo el rastro de sus deseos primarios, ignorante y feliz. Piensan esos padres que los niños saben de sobra qué es lo que quieren, cómo hay que comportarse y qué es lo que necesitan. En otras palabras, que no hace falta educarlos, como si la infancia viniese educada. Vamos, que hoy no se educa a los chavales. La tendencia es dejar que el niño y la niña hagan lo que les apetezca y nunca reprenderle. La riña implica una privación del libre albedrío. Así de simple es el concepto de educar en libertad.
Claro que hay otras opciones. La primera que se me ocurre a mí es la que veo justo enfrente, educar. Hacer algo que no guste al chaval. Educar es decir “no” una primera vez, negarle el primer capricho. Enseñar a un niño en qué consiste la renuncia. Enseñar a un niño qué es el sacrificio. Educar significa romper un poco, someterse a una disciplina. La educación, al fin y al cabo, se asemeja a una doma. Un maestro, un padre, un educador o una institutriz tienen que poner freno a la tiranía del instinto egoísta que habita en el interior de cada cual y avivar la conciencia, pensar en el otro como si fuera tu hermano.
Volviendo a Savater y su columna, él habla de Helen Keller, la niña malcriada e indefensa y la primera maestra que contuvo su ira. La institutriz que supo adiestrarla y que le abrió las puertas al lenguaje de los sordomudos. Esta maestra, Anne Sullivan, encarnó la liberación de la niña ciega y sorda. Sullivan transformó la vida de opacidades y silencios de Keller en otra vida nueva, de luz y conocimiento.
Todo esto viene a cuento de la carta escrita por un profesor retirado en el Bloc del Cartero (“Llorar por mis alumnos”, José Ramón Uriel – El Semanal del Grupo Vocento, 24.11.2019), en la cual lamentaba la actitud intransigente de los violentos estos días en nuestras ciudades. El profesor se preguntaba qué había fallado en la educación de esos jóvenes criados en libertad. Probablemente la respuesta sea que uno aprende mejor a entender la libertad cuando sabe lo que significa verse privado de ella. Quizás les hubiera venido bien una educación distinta, al estilo de Anne Sullivan.
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“Cada renacimiento viene al mundo con un grito,
el grito del espíritu humano que quiere ser libre” 1
Anne Sullivan