—Los cerebros colonizados ideológicamente por el socialismo pierden la posibilidad de razonar.
Esta expresión la oí de Mario Conde, alter ego de Leonardo Padura y nombre del investigador privado, híbrido de escritor, policía y librero frustrado, protagonista de la saga de aventuras que recogen las obras estacionales del excelente escritor cubano.
—Lo primero que pierden es el sentido común en materia económica, social y política. Pierden el sentido de realidad en la medida que la utopía socialista va minando el cerebro.
—La razón, el sentido común y el sentido de la vida, son sustituidos por el odio, el resentimiento, el dinero y el poder.
Lo dijo con contundencia, con lenguaje diferente al utilizado en su rol de efectivo investigador, con que se expresa en las novelas que tanta aceptación han tenido entre los lectores de habla hispana, menos en los cubanos, que solo lo leen en digital pirateado y algunos ciegos que tienen el privilegio de leerlo en braille, que es la forma que encontró el gobierno cubano de burlar su obra publicándola sin publicarla.
Era abril y estábamos en la esquina del Conde, en el bar del Hotel el Conde, Mario Conde y yo, conversando, si es que puede decirse así, porque me convertí en el mudo escucha de su soliloquio.
La brisa de abril que arrastraba las pocas hojas del bulevar sobre el que se abre el hotel, me llevaron al párrafo que le da nombre a una de las novelas en que Leonardo de la Caridad le asigna todo el protagonismo y le brinda la oportunidad de disfrutar la compañía de Karina, la sensual saxofonista “…Con las lenguas trabadas caminan hacia el cuarto y hacen el amor sobre unas sábanas muy limpias, que huelen a sol, a jabón, a vientos de cuaresma”.
Sonreí pensando en las similitudes que ahora veo entre los cubanos y nosotros, nuestra brisa de abril son sus vientos de cuaresmas, nuestra Caracas ya se ve igual que la derruida Habana, nuestra pobreza ya supera la miseria cubana, y ahora los personajes de las novelas cubanas confunden las calles de Caracas con las de La Habana.
—La alienación socialista opera en círculos concéntricos que definen las conductas según su proximidad a los centros de poder. En la juventud nos hablaban de la libertad, la igualdad y la justicia, resaltando la admiración por los héroes de Sierra Maestra, pero luego vas descubriendo que solo se trata de sobrevivir, lo puedes lograr en la medida que te acercas al poder o si logras crearte una mínima esfera de relaciones, que te permita ejercer el falso poder que delegan para joder a tus iguales, bien sean vecinos, amigo o familiares.
—En el socialismo las estrategias de supervivencia son pocas, convertirte en un chivato, lameculo del régimen, abrirte paso en el mercado negro o la prostitución.
El Conde, como le nombran sus amigos en las novelas que tanto he disfrutado, parecía que gracias a la magia literaria podía, adivinar las preguntas que surgían en mis pensamientos.
—Con la prostitución, al principio, decían que era un mal del capitalismo, pero durante el periodo especial, despues que desapareció la limosna soviética, no tuvieron problema en capitalizar sus beneficios.
— En las oportunidades en que Leonardo de la Caridad se ocupa de otros personajes, yo aprovecho y me dejo deslizar por los portales del internacionalismo proletario, para aparecer en cualquier ciudad donde estén construyendo el socialismo al estilo cubano. A veces sin proponérmelo aparezco en épocas distintas a las que suele ubicarme Leonardo de la Caridad, mientras Él se entretiene con personajes, como Daniel Kaminsky, Fernando Terry, o se solaza jugando con galgos en la playa, inventándole aventuras a un miserable veterinario, mas frustrado que yo como escritor, para poder justificar la concha de Juan Mercader en Cuba.
—No pienses que lo digo por celos de esos personajes, yo tengo muy claro mi papel en la torcida imaginación de mi creador, pero acere, que, si me hubiera incorporado en esa novela, yo habría resuelto el caso muy rápido y él no hubiera tenido que trabajar tanto, la novela no habría resultado tan larga, pero no era eso lo que tu estabas pensando, yo aparezco tanto en Caracas como en La Habana, a veces sin proponérmelo.
Mientras le oía, yo lector empedernido de Padura, pensaba en una expresión del Flaco, el amigo del Conde, cuando en medio de los tragos repasaban, juntos al grupo de compañeros del preuniversitario de la Víbora, las frustraciones en que los había sumido la revolución. Dijo el flaco: “¿No se han puesto a pensar que a veces es mejor no pensar?, rematando la conversación con un contundente: —Y me cago en la madre del que vuelva a pensar.
Sin embargo, yo seguí pensando que Cuba no solo nos ocupó política y económicamente, sino que ya nuestra sociedad esta convertida en un clon depauperizado de la sociedad cubana.
—A propósito de la prostitución nuestras situaciones son tan similares, —puntualizó el Conde—que antes de la revolución los burdeles de Caracas copiaron hasta los nombres de los de La Habana, Tíbiri Tábara, Trocadero, Pasapoga, eran nombres comunes para cubanos y venezolanos.
—En una oportunidad aparecí aquí a comienzo de los años cincuenta, yo todavía no había nacido, pero gracias a los deslices cuánticos de Leonardo que andaba en el 1939, con el niño Daniel Kaminsky, pude yo darme un tour prostibulario de la mano de Oscar, el que llamaban Chivonegro, visitamos los burdeles que nombré anteriormente, se repetían los nombres tanto en Caracas como en Maracaibo, Punto Fijo y Ciudad Bolívar, pocas diferencias había entre la vida nocturna de La Habana y de Caracas. De esa época recuerdo a las madame y más recientemente al legendario francés, proxeneta y aventurero escapado de Cayena, presencié también, el evento en que un apasionado diputado le disparó al marido de una de ellas.
Abstraído por el arranque de elocuencia de El Conde, pensaba en su sorprendente desplazamiento por las capitales de las nacientes repúblicas socialistas del continente y su disquisición sobre la prostitución latinoamericana.
—Siempre hemos tenido una predisposición a tratar la putería con hipocresía y delirios de grandeza, hemos buscado en la explotación de ese viejo oficio, unos rasgos aristocráticos que socialmente nos han sido negados, la llegada de las madame, los proxenetas y las chicas francesas le dieron un rotundo impulso a la prostitución latinoamericana, que todavía no para, Cuba fue y es el burdel por excelencia de Latinoamérica y Venezuela no se queda atrás, aquí empezó el romance de un líder argentino que llevó a una cabaretera a la presidencia de ese pais, Cuba fue el colchón donde los presidentes latinoamericanos buscaban consuelo a las urgencias de la carne y si ahora nosotros, los cubanos, explotamos el turismo sexual, inventando el eufemismo de las jineteras, también ustedes empiezan a transitar ese camino, donde la explotación infantil ya es considerado una fuente de ingreso familiar.
—Respecto a lo que estabas pensando, —continuó, como si fuera natural que se enterara de mis pensamientos, —a veces no se donde estoy de tan parecidas que se han vuelto La Habana y Caracas, me asomo a la ventana y olfateo el mar o busco la silueta del Ávila para orientarme, la ruina que ambas ciudades manifiestan las ha venido igualando, la pobreza en el vestir, la desesperación de las miradas de quienes están en la calle, persiguiendo con ojos desquiciados las viandas del día, esperando resignados las guaguas que no llegan, nos igualan en cuanto a desesperanza y resignación.
—En Cuba todos los que se han podido ir se fueron y ustedes, que se quejan de los apagones no se dan cuenta que en las noches edificios y residencias particulares permanecen a obscuras, la diáspora está apagando las ciudades.
Cerré los ojos, con fuerza buscando alguna esperanza en los relatos de Padura, recordé la languidez y desolación de los que ocuparon al principio de la revolución las viviendas de quienes se las dejaron a cargo y que nunca pudieron regresar, la tristeza por las bibliotecas personales abandonadas al cuidado de terceros, las tristes historias personales, que describe mi hoy preferido escritor, de las cuales el Conde, es testigo presencial y sufrido personaje, con dolor descubro las similitudes entre lo descrito en las aventuras del Conde y lo que hoy padecemos en Venezuela, mientras pienso esto trato de evitar que el acucioso investigador se entere de mis pensamientos. Me centré en pensar como se las arregla para aparecer en las calles de Caracas sin mediación del acto creativo del autor.
Sentí su mirada fija en mi rostro, abrí los ojos y el continuó como si mis pensamientos hubieran sido gritados a viva voz:
—La vaina no es tan difícil, a veces me sentía desorientado, porque en muchas oportunidades fue involuntario, pero ahora lo hago a voluntad, no existe ningún portal cuántico, es muy simple, utilizo el cable submarino que existe entre La Habana y La Orchila. Solo tengo que burlar algunos controles de seguridad.
El Conde calló, guardó silencio, por ahora.
@wilvelasquez