«Los muertos que vos mataste gozan de cabal salud», frase inmortal del teatro hispano, resume bien el estado de la Constitución. Castillo, Cerrón, Mendoza y demás pretendieron matarla, pero las instituciones de nuestra República, los Poderes del Estado y el Pueblo (así con mayúscula) lo impidieron.

En un primer momento, el reo Castillo, junto con su sostén de Perú Libre y los Mendocinos, quisieron vender al Perú el desaguisado de una Asamblea Constituyente, puerta falsa para un Soviet que gobierne para siempre. Ese Frankenstein no encontró compradores.

Luego, el 7 de diciembre intentó, torpemente, asesinar la Constitución, pero la oportuna reacción de los órganos y poderes constitucionales lo impidieron. El golpista fue arrestado y puesto a disposición del Poder Judicial, respetándose, en todo momento, el debido proceso y la Garantía de la Tutela Jurisdiccional del vacado.

A continuación, los cómplices de Castillo ejecutaron, con precipitación y torpeza, la segunda fase del plan golpista contra la Constitución. El país enfrentó una violenta asonada, con el saldo trágico de decenas de muertos y el abierto apoyo de Evo Morales, los infames Ponchos Rojos y el conjunto del Estado boliviano. Se sumaron a la asonada los remanentes narco senderistas del VRAEM, así como también agentes vinculados a la minería ilegal del oro, gran cliente del tráfico de personas en el Perú.

Contaron también con la ayuda oportunista y traidora de la izquierda urbana, Caviar, y de ciertos «liberales» de las redes sociales acostumbrados a mangonear detrás de bambalinas. Sus tímidos escrúpulos no les impidieron juntarse con tamaña ralea. ¡Dime con quién andas y te diré quién eres!

Pero fracasaron, y las fuerzas de la institucionalidad democrática, representadas por la Presidente de la República en su condición de Jefe de Estado y sucesora constitucional del golpista, supieron imponerse. El gobierno utilizó juiciosamente el monopolio de la violencia que corresponde al Estado, minimizando el número de víctimas y neutralizando los afanes de desarticularlo. Este gobierno no solo NO es asesino, sino que ha resguardado la vida de todos, incluso de los traidores que pretenden derribarlo.

No menospreciemos la gravedad de la situación enfrentada. Mediante el asalto violento de aeropuertos e infraestructura crítica, los golpistas pretendieron cercenar porciones del Perú, retirándolas del control efectivo del Estado y usarlas como base para un asalto sobre Lima, con la colaboración carroñera de Evo Morales. Nunca olvidemos que esto fue a lo que se prestaron la izquierda elegante y los «liberales» de las redes sociales. Ignominia eterna para ellos.

Luego de estos fracasos, las mismas fuerzas intentaron una tercera asonada, la del 19J, nuevamente con la complicidad artera y traidora de la izquierda Caviar. Pero esta vez, las cosas fueron diferentes. En la víspera, la Presidente dirigió un largo pero discreto mensaje, que, entre circunloquios hechos con un astuto entendimiento de la psicología nacional, recordó que las demandas de los organizadores – libertad para Castillo y Asamblea Constituyente – no están en el ámbito del Ejecutivo. Basta con ello para comunicar que no se transigiría con el golpismo, pero que las puertas estaban abiertas para discutir temas que sí lo están, como la lucha contra la pobreza.

En este proceso, las Fuerzas Policiales y los servicios de inteligencia demostraron que conocen su trabajo. Hicieron oídos sordos de los ridículos reclamos de la izquierda e implementaron elementales medidas disuasivas y de control (por ejemplo, controles carreteros y documentarios). El resultado fue que los radicales no pudieron movilizar sus huestes hacia la capital y la infraestructura crítica nacional estuvo adecuadamente resguardada.

La Municipalidad Metropolitana de Lima hizo saber que el sistema de cámaras urbanas funciona, abriéndolo a la prensa. Todos podíamos ver lo que ocurría en las calles de Lima. Se disuadieron los desmanes al quedar asegurada la identificación y eventual procesamiento de sus perpetradores. Las cámaras no se malograron como en noviembre de 2020.

Emprendedores, grandes y pequeños, comerciantes, funcionarios, obreros del campo y la ciudad (trillada frase de los marxistas), estudiantes, nadie tuvo interés en plegarse a la «protesta». Después de la pandemia y la violencia reciente, los peruanos queremos trabajar y que los políticos gobiernen con responsabilidad, de acuerdo con la Constitución y la ley. Esta es la gran razón del fracaso del 19J.

El Sol se fortalece frente al dólar, señal inequívoca de que regresa la confianza en el futuro. A este paso, pronto el BCR tendrá que intervenir para prevenir que el Sol siga apreciándose con rapidez, lo que resta competitividad a nuestras exportaciones.

Todo lo que contamos puede resumirse en una cosa: La Constitución, que tanto odia la izquierda, no pudieron matarla, y, a la fecha, goza de envidiable salud. ¡Hagamos que siga siendo así!

Artículo publicado en el diario El Reporte de Perú


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