OPINIÓN

Ítaca y el deseo de regresar

por Carlos Ñañez R. Carlos Ñañez R.

“No has de esperar que Ítaca te enriquezca: Ítaca te ha concedido ya un hermoso viaje. Sin ellas, jamás habrías partido; mas no tiene otra cosa que ofrecerte. Y si la encuentras pobre, Ítaca no te ha engañado. Y siendo ya tan viejo, con tanta experiencia, sin duda sabrás ya qué significan las Ítacas”.

Konstantínos Kaváfis.

Ítaca era una isla próspera, pacífica y hospitalaria, gobernada por el hábil rey Odiseo y su consorte la reina Penélope, sin embargo, ese estado de idealidad es interrumpido por la contienda contra Troya, solicitando a su justo y buen rey unirse al conjunto de ciudades-Estado, que conformaban la Grecia antigua, encabezando esta confrontación contra Troya los reinos de Micenas y Esparta; el buen Odiseo es compelido a participar en la contienda, y agrupando a un ejército desde su amada Ítaca se ve obligado a despedir a su esposa y a su pequeño hijo Telémaco, diez largos años tardó la guerra contra los teucros, diez años de horror y lejanía, en los cuales Odiseo sólo soñaba con llegar a Ítaca, de sus sienes surgió el ardid del Caballo de Troya, dentro del cual pudieron acceder a la amurallada ciudad. Una vez conquistada Ilión, disminuida hasta sus cenizas, todos los “Aqueos de hermosas glebas” (Homero, 1991), regresaron en sus bajeles a sus reinos, o fueron incinerados en piras funerarias en el campo de batalla, pero Odiseo, tras haber ofendido al dios del mar Poseidón fue condenado a navegar errante por diez años más.

Telemaquia, en estos cantos Homero nos narra las penurias de Telémaco, hijo de Odiseo, tras ver como los pretendientes se disputaban el trono  de Ítaca y la posesión de su reina Penélope, Telémaco es reducido de príncipe a siervo, observador pasivo de los excesos de aquellos mustios pretendientes, que dispendiaban las riquezas del reino y exigían el derecho de ser consortes de Penélope, quien hábilmente preparó el ardid de tejer una mortaja para su suegro Laertes, comprometiéndose a elegir esposo cuando hubiere terminado aquel trabajo en su telar, así pues lo que se tejía de día era descosido de noche, de esta manera logró dar tiempo para la llegada de su esposo.

La llegada de Odiseo se produce bajo su Metis o astucia, disfrazado de pordiosero es reconocido por su hijo, por su nodriza y por su perro, horrorizado, advierte la destrucción de su amado palacio, los campos yermos de la una vez verde Ítaca, agravada por la afrenta de aquellos pretendientes abusivos, que sólo sabían usar, dispendiar, envilecer y destruir lo ajeno, acto muy común de quienes están vaciados de alma, la tarea consiste en imponer el orden, salir de los pretendientes, entonces auxiliado por la diosa Atenea. Odiseo, armado de un arco, logra defenestrar a todos los pretendientes y sembrar la virtud, la paz y la justicia en el reino de Ítaca.

Los venezolanos llevamos justo más de dos décadas viviendo los horrores de Telémaco, viendo cómo nuestra patria es expoliada, vendida, arruinada, violada y arrasada, por unos pretendientes devenidos gansterilidad abyecta, que han provocado el tercer éxodo masivo de ciudadanos, la persecución y el terror infligidos por quienes nos llevaron a este despeñadero de la historia, los que están afuera añoran volver, y quienes estamos dentro de esta pesadilla, añoramos recuperar ese país que sólo existe en nuestros recuerdos más anhelados.

La oportunidad de imponer el orden y la virtud la tenemos este veintiocho de julio, a tan sólo once días, nuestras saetas no serán las disparadas por un arco, sino los votos en contra de este pestilente estado natural de las cosas, cada voto será un grito de repudio y una esperanza de regreso a la patria extraviada, esa voluntad de regresar a Ítaca, se teje y se desteje, en cada obstáculo que es vencido por quienes hoy representan a los sin voz, a los desposeídos, a los perseguidos y miseros habitantes de este remedo  de país, en el cual han convertido a Venezuela.

Regresaremos a Ítaca, la veremos renacer, nos uniremos en uno solo, para gritar libertad, volverán los abrazos a estrecharnos, volveremos al suelo que guarda los restos de nuestros muertos, ese suelo que está abonado justo para este momento, el paso para salir de esta hórrida pesadilla está en la conciencia de cada venezolano, que decida optar por la libertad, por la vuelta a Ítaca y con ella la felicidad.

Referencias  

Homero. (1991). Iliada. Madrid: Gredos.

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