Dentro de pocos días se dará inicio en México a la enésima ronda de negociaciones entre el grupo que ilegal –pero efectivamente– detenta el poder despachando desde Miraflores y por el otro lado el que se da a llamar “oposición”, cuya representatividad –y muchísimo menos unidad– es objeto de numerosas , lamentables y justificadas especulaciones.
A estas alturas, los ciudadanos de a pie –entre quienes se cuenta el suscrito– solo tenemos un conocimiento apenas superficial acerca de quiénes serán los representantes de cada parte, cuáles habrán de ser los temas que se van a negociar, qué término temporal se coloca al experimento, quiénes –si acaso– serán los garantes del cumplimiento de lo que se acuerde, etc.
Entendemos perfectamente que una negociación para ser exitosa puede requerir una dosis mayor o menor de reserva –no secretismo– a fin de que no se desvelen fuera de tiempo las pretensiones y concesiones máximas que las partes están dispuestas a negociar y esperamos también que en algún momento el pueblo soberano sea informado para que con sus más y sus menos exista un consenso que legitime lo que –en nuestro nombre– se haya convenido.
Sin embargo, un esquema tan sencillo y razonable como el expresado en el párrafo anterior no parece ser el que se está gestando. Veamos.
En primer lugar, es harto evidente que el gran público ni tiene mucha información ni mayor interés en los pormenores del venidero evento en la medida en que su cotidiana preocupación se centra en la supervivencia, la enésima y nuevamente fantasiosa reconversión monetaria, la seguridad y otros temas que ocupan la atención de las mayorías. Propongo a cualquiera de mis gentiles lectores que haga un sencillo interrogatorio a quienes no son las élites –pero sí las mayorías– para constatar si lo aquí afirmado es así o no.
En segundo lugar –o tal vez primero por su relevancia– preguntémonos quiénes serán los representantes de cada parte. Los del “gobierno” seguramente ya no serán solamente los señalados por el dedo mágico e inapelable del honorable difunto, sino –por lo que se percibe– es posible que haya alguna mezcla entre blandos y duros, pero todos de acuerdo en aferrarse al coroto. Lo que sí puede anticiparse con certeza es que en la mesa se presentarán bajo un manto de unidad que generará fuerza a su presencia.
Por el lado de la oposición lo menos que existe es unidad y ello es tan nítidamente evidente que de antemano constituye una debilidad determinante. Es cierto que se menciona el nombre de Gerardo Blyde, cuya experiencia y honorabilidad supera toda duda, pero –suponemos– no será él un plenipotenciario sino el vocero de posiciones que sean previamente consensuadas. Allí está el nudo de la cosa, puesto que ese grupo –en opinión de quien escribe y de muchos otros– será una bolsa de gatos jugando posición adelantada, con sus intereses grupales por encima de los de la patria. ¿Se imaginan ustedes al G4 en su lucha intestina con los miserables de la “mesita” y los despreciables “alacranes” coordinando estrategias? Todo ello sin ignorar que hay sectores políticos organizados (como Vente) que rechazan concurrir al encuentro.
¿Habrá sociedad civil? Si acaso ello es afirmativo, ¿cuál será su representatividad y vocería? ¿Se prohibirá aquello de la declaradera a los medios cuando cada político requerido por su vejiga salga hacia el baño y aproveche su momento estelar? Este columnista vivió eso en vivo y directo cuando las negociaciones de la MUD hace años ya.
Y que papel tendrán los noruegos que con tanto profesionalismo, generosidad y genuino empeño han bregado para que esto se dé. Habrá –y hay– quienes afirman que no se trata de generosidad sino de interés crematístico. No lo creemos toda vez que hace apenas diez días esa gente abandonó y dio por perdida su inversión en un megaproyecto al que Pdvsa bombardeó hasta reventarlo.
¿Habrá garantes? ¿Quiénes serán? ¿Usted confía en un López Obrador o un Pedro Castillo? ¿Confiarán ellos en un Iván Duque o un Lacalle o un Bolsonaro? Todo ello revela que la buena fe no parece ser el ingrediente que más abundará.
Aun suponiendo que el experimento fructifique –así sea modestamente–, ¿usted, lector sabatino, cree que a la hora de la chiquita la banda de Miraflores firmará algo o –si lo firma– lo irá a cumplir?
En conclusión, a tantas interrogantes ofrecemos nuestra opinión, que sospechamos debe tener algunos adherentes: 1) no hay otra alternativa que sentarse a negociar porque nuestros únicos aliados –la comunidad internacional– así lo exigen y porque no tenemos la fuerza para producir el colapso; 2) dudamos de la buena fe del sector gubernamental; 3) tenemos reservas acerca de la composición e idoneidad de la delegación opositora; 4) tememos que los intereses grupales sean obstáculos de monta; 5) en definitiva, si todo se da, el sector oficial lo ignorará o torpedeará.
Hágame el favor: guarde estas líneas unos pocos meses y después compárelas con los resultados. Apenas entonces usted podrá decidir si Salgueiro es un aprendiz de profeta o un insigne hablador de paja.
@apsalgueiro1