OPINIÓN

Inevitables elecciones contra la voluntad madurista

por Javier Vivas Santana Javier Vivas Santana

Aquí el sentido de la política contemporánea es pragmático. Ni los chinos ni los rusos, aunque estén afinados en el contexto ideológico con la forma neototalitaria del régimen madurista, pueden continuar siendo parte de tantas negligencias y omisiones de un sistema no solamente colapsado en lo económico y social, sino que en lo político está terminando por destruir lo poco que queda de esas formas de gobierno en el mundo.

De hecho, todos aquellos que se asocian al madurismo terminan derrotados en cualquier espacio y territorio, al punto de que el descalabro parlamentario de Podemos en España; Erdogan con la pérdida de la alcaldía más importante en Turquía, lo cual lo coloca a un paso de perder la presidencia luego de más de 20 años en el poder; el cómo Tsipras fue vapuleado como primer ministro de Grecia; o ver que en América del Sur Evo Morales es la única referencia de izquierda que le queda a los mal llamados “socialistas” –que curiosamente viven como ultracapitalistas en Venezuela o en cualquier espacio del planeta– quiere decir que el problema del madurismo no solo se ha convertido en un problema interno, sino que la constante emigración –que debe haber superado los 5 millones de venezolanos–, aunada a innumerables denuncias de corrupción, narcotráfico y el más reciente informe de violación de derechos humanos emitido por Michelle Bachelet como representante de la Organización de Naciones Unidas demuestran que el madurismo incluso se está convirtiendo en un enorme problema para la supervivencia de la izquierda en el orden político mundial.

Es más, ahora comprendemos por qué Noruega, independientemente de consideraciones y referencias por su participación como auspiciante del diálogo entre representantes del régimen madurista y sectores de oposición, es obvio que para los escandinavos un gobierno de su magnitud y referencias, con excelentes resultados en todos los sentidos de políticas públicas, desarrollo, tecnología y nivel de vida de sus ciudadanos, y que son considerados un gobierno socialista, comprenden que Maduro como gobernante representa una afrenta y una vergüenza mundial; además, tampoco puede ignorarse que la presencia de los noruegos en esas negociaciones políticas también cuentan con el aval de Putin y Xi Jinping como máximos representantes de Rusia y China. ¿O de verdad piensan los maduristas que las opiniones de estos no están tras bastidores condicionando las posiciones políticas que al final encuentren una solución en Venezuela?

Aquí nada más hay que hablar. O los maduristas en contra de su voluntad y posiciones dogmáticas aceptan que debemos ir hacia unas elecciones generales que terminen por destrabar la crisis política como paso previo en búsqueda de soluciones ante los inmensos problemas económicos y sociales, o la salida del madurismo estará originada por dos vertientes: la primera por una diferida explosión social y militar cuyo punto de agotamiento está por romper el termómetro político; o la segunda, por una solución geopolítica que estaría dada posterior a 2020, después de una eventual reelección de Donald Trump, porque la emigración para ese entonces estaría cercana o superior a los 7 millones de venezolanos con tendencia al alza, para llegar incluso a los 10 millones de connacionales. Y es más que evidente que esa realidad debe ser evitada, máxime como espejo en la denominada izquierda internacional, donde, por cierto, habría que ver cuántos líderes mundiales de esa tendencia estarían dispuestos a retratarse con Maduro como referente para sus campañas políticas.

No podemos obviar que, mientras se llegan a esos acuerdos de fijar las condiciones y fechas de unas elecciones generales, la oposición tiene en sus manos un innegable poder constitucional –que tanto se jacta el madurismo, cuando dice “dentro de la Constitución todo fuera de ella nada”– si logra convocar a referendos revocatorios contra gobernadores –quienes cumplen la mitad del período en agosto 2019– y una consulta a la población sobre la permanencia de esa “constituyente” que en dos años se desconoce cualquier redacción de un nuevo texto que sustituya a la carta magna de 1999, en virtud de que tales consultas demostrarían el enorme rechazo que tiene el madurismo en el pueblo, razón por la cual, si el madurismo se negara a tales acciones políticas, quedaría nuevamente desnudo en sus posiciones aberrantes y de permanente conjugación de bazofia política que diluyen en su discurso ante la opinión pública nacional e internacional.

La continuación de las negociaciones en Barbados con el auspicio de Noruega tiene una única puerta de salida: elecciones justas y transparentes para una salida digna del madurismo que en este momento usurpa Miraflores. Negarse a esa posibilidad sería someterse a una salida violenta. Esperemos que la sangre no llegue al río.