«¿Es que 300 años no han bastado?» Simón Bolívar ante la Junta Patriótica

Más de dos siglos después y en ocasión de la efeméride de la Declaración de Independencia, que se registró aquel 19 de Abril de 1810 en Caracas, pudiéramos estar en la sala de espera de otro parto histórico, como casi siempre todos ellos, con sangre, dolor, sudor, lágrimas, empapando una buena causa.

Aquel episodio de alumbramiento, incruento paradójicamente, en los albores de una pretendida república, “in status nascendi”, luego será teñido del rojo escarlata de la vida que, por la vida, quita la vida de los que en suma eran ramas del mismo tronco.

Heráclito al apoyo, como lo recuerda en un artículo reciente el filósofo José Rafael Herrera, mi fratello, sentenció temprano y dijo “la guerra es padre de todas las cosas”, así fue como tomó forma esta siempre aprendiz de república.

Si examinamos a la distancia el evento, constataremos en apretadísima síntesis que se trató de un acto ciudadano entre los aspirantes a otro mundo, con otras ideas en las alforjas y un poder menoscabado que no vaciló en entender que, si los destinatarios de aquel poder no lo querían, él tampoco quería mando.

El entorno europeo opacaba a la metrópolis y azuzaba los ya sedicentes espíritus locales y así fue fraguándose, frotándose la lámpara del genio constituyente.

Después vendría la guerra que no por ser entre españoles y criollos dejaba de ser una suerte de contienda civil, involucrados todos de bando en bando, negros y blancos, ricos y pobres, hasta que finalmente se logró la definición predominante de los unos ante los otros, sin dejar de ser sin embargo y como lo será siempre, la misma gente.

Ahora pareciera que la confrontación sin dejar de ser civil y dentro de la misma nación, se asume como entre enemigos que no adversarios. El chavomadurismomilitarismocastrismo ideologismo no acciona considerando a los opositores ni como compatriotas ni como conciudadanos.

Otras veces recordé a Agamben y su disquisición sobre la guerra civil en el que las partes debían considerar que a la postre volverían a ser los mismos.

En la Venezuela en que una parte somete a la otra con los mas variados instrumentos represivos y ha conculcado todo y además de arruinarlos los ha forzado a marcharse de su terruño para asirse al poder a cualquier costo a pesar del evidente fracaso de su gestión, la disidencia, debe también inventarse una liberación.

Imagino la perplejidad de Lula y de Petro al oír a Maduro decirles que la profesora Corina Yoris no será candidata porque se llama Corina y a él no le gusta el nombre.

Restablecidas las sanciones, una nueva coartada aparece en el arsenal de la satrapía. Ahora no solo serán los fascistas y generadores de odio de la oposición, sino que el imperialismo americano recibirá sus mejores epítetos y deberán meterse allá mismo sus pareceres y opiniones.

Lo cierto es en resumen que, la república que fue y ya no es y disculpen la perogrullada, se juega todo en esa elección del 28 de julio de 2024 porque aun si ganara la elección por las buenas, podrían arrebatársela por las malas.

Empero, los dados no han sido jugados y aún podemos vencer al hegemón si tenemos claro que Maduro no es Emparan ni remotamente. El país todo como Fuenteovejuna podría reencontrarse en la cola de la elección y mejor aún, después para cobrar.

Contestes pues coterráneos que nadie puede quedarse en casa, hay que batirlos con la mayoría que no pueden desconocer sin pagar el más alto precio.

Declararemos no la independencia sino la liberación, ¡Dios mediante!

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