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Hong Kong le pone guinda a la torta

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Han pasado ya más de 20 años de la retrocesión de Hong Kong a China. Los nativos de la antigua colonia británica se siguen enfrentando en serio con el gobierno de Pekín. Solo que sus reclamos ya no son por las buenas. Este 12 de junio cerca de 2 millones de personas, sobre 7,4 millones de habitantes, se reunieron a protestar. La causa inmediata fue explicitada de viva voz por los manifestantes: están opuestos al cambio en la Ley de extradición hacia China puesta en vigor en la capital. De acuerdo con este instrumento Hong Kong mantiene la capacidad de firmar acuerdos de extradición con cualquier país en el mundo, pero no así con China, Macao y Taiwán.

La realidad, en el trasfondo, es bastante más compleja que ello y habría que detenerse a considerar las consecuencias de este episodio dentro del contexto de la batalla que siguen librando en este territorio contra lo que consideran un abyecto colonialismo de parte de la potencia china. La economía de Hong Kong es liberal y capitalista y su sistema político es democrático, pero le han sido impuestas limitaciones por parte del gobierno central chino en muchas de sus decisiones. La de la Ley de extradición es otra más que se suma al malestar de los locales.

Pocos días antes, una protesta de los “hongkoneses” que aspiraba a hacerle honor a las víctimas de la represión de Tiananmen de 1989, fue, como es costumbre desde ese año, saboteada por el gobierno. En la China continental solo la evocación por parte de la población de a pie de aquel hecho histórico –considerado por el gobierno como un simple incidente sin mayor trascendencia– está formalmente prohibido. Es por ello que este año, la sospecha de organización de un acto que esperaba reunir 200.000 de estos súbditos en su ciudad, logró despertar la cólera de los gobernantes y, al mismo tiempo, llamó su atención sobre los latentes peligros que allí están tomando cuerpo.

Es así como la otra manifestación, la del 12 de junio en contra del proyecto de ley, se convirtió en la guinda de la torta.

Lo fue porque ella constituye no solo un reto a la justicia china. La ciudadanía disgustada llegó hasta a obligar a Carrie Lam, jefe del Poder Ejecutivo a retirar al proyecto de ley, con lo cual puso la pica en Flandres: mostró fehacientemente la debilidad de Lam y, a la vez, desafió al poder chino tutelar y a la figura de Xi Jinping, quien sale de este capítulo debilitado, por decir lo menos. El concepto de “un país, dos sistemasš está siendo puesto a prueba por la activa disidencia de la ciudad.

Hong Kong es hoy no solo una potencia comercial sino un centro financiero de envergadura a nivel planetario y así es reconocido y respetado por el mundo libre. Su texto constitucional, consensuado entre Londres y Pekín, prevé libertades civiles, pluralismo político e independencia de la justicia, además de consagrar los principios del sistema liberal en cuanto al manejo de la economía, y todo ello hasta el año 2047.

Doblegar las ansias libertarias de su población es un reto complejo para un hombre como Xi, quien acaba de decidir eternizarse en el ejercicio de su cargo y hacer valer todo su poder.

El caso es que a pesar de toda la presión que se ejerce desde Pekín, este territorio no solo desea y querrá seguir gozando de unas libertadas impensadas en la China Continental  –la de la prensa, por ejemplo– sino que hará todo lo que esté a su alcance para defenderlas y para incrementarlas.

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