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Hay lugares de los que nunca se vuelve

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Detalle de la portada de El pintor de batallas de Arturo Pérez Reverte

Estoy escribiendo estas líneas desde Caracas, a pocos días de las elecciones presidenciales. No hablaré sobre ellas. Al menos directamente. Siempre es una fecha complicada para mí, como para una gran mayoría. Esta vez me acompaña la lectura de El pintor de batallas de Arturo Pérez-Reverte. Pienso que no es coincidencia que me acompañara en este momento. También agradezco a mis entrañables amigos David y Nasly, por insistir en que llegara a un libro de Pérez-Reverte que reflejara al gran escritor que es.

Pérez-Reverte con este libro reflexiona, o se cuestiona, sobre sus 21 años como corresponsal de guerra. Parece un diálogo interno novelado a través de personajes como Faulques, exfotógrafo de guerras, pintor y el alter ego de Pérez-Reverte, según admitió el escritor; Olvido Ferrara, pareja de Faulques que muestra la mirada cínica de la vida e Ivo Markovic, exsoldado croata que busca respuestas y matar a Faulques.

Con este libro he aprendido mucho sobre mí, a pesar de que nunca he estado en un campo de batalla como el descrito en el libro. Pero no toda batalla es como la descrita por Pérez-Reverte, pues tal como indica Faulques, al referirse a «la guerra como sublimación del caos», como «orden con sus leyes disfrazadas de casualidad» (El pintor de batallas, Madrid, Debolsillo, 2015, p. 196), «En la guerra resulta más evidente. Después de todo no son sino la vida llevada a extremos dramáticos… Nada que la paz no contenga ya en menores dosis» (ibídem, p. 196). Mi paz, si puede llamarse así, contiene dosis de lo visto y vivido por Faulques, Olvido y Markovic.

Con esta lectura confirmé que me gustan más los autores reflexivos, y más que la narrativa, me gusta la introspección. Al final es ver cómo los demás lidian con sus propios demonios para ver cómo hago con los míos. No es para desaparecer esos demonios, en esto hay que ser realista, sino para convivir con ellos sin dolor. Cuando un lector le preguntó a Pérez-Reverte a través de Twitter «¿Con qué frecuencia le asaltan recuerdos de aquel tiempo?», el escritor respondió «-No me asaltan. Me acompañan, los malditos. Son paisaje habitual.» (ver en https://www.zendalibros.com/50-tuiteos-literatura-20-pintor-batallas, consultado el 24/7/2024).

También me pasa. Me acompañan mis fantasmas de 1999 con la aprobación de la Constitución de Chávez; 2007 con el rechazo a la reforma constitucional que igualmente fue impuesta mediante decretos leyes; 2014 con las manifestaciones y barricadas cerca de mi casa; 2017 con el ruido y olor de las bombas lacrimógenas; 2018 y el gobierno interino; casi más de siete años viendo gente, vestida de oficina en algunos casos, buscar comida en la basura; cuando escribí «Los animales en Venezuela, otras víctimas del socialismo del siglo XXI» al ser más que obvio que perros y gatos dejaron de ser mascotas para ser comida en muchos casos. La lista es larga y los fantasmas se turnan.

Siempre he pensado que quien vive estas experiencias nunca queda igual. Markovic dijo «Quizá sobrevivir donde otros no lo consiguieron implica cierta clase de vileza» (ibídem, p. 61). No sé si la palabra exacta sea vileza, pero definitivamente creo que cada vez que nos exponemos a situaciones límite muero un poquito por dentro.

Esto no es nuevo para mí. Ya he reflexionado y escrito sobre esto antes al considerar el exilio y el insilio como formas de muerte del alma. Mudarme antes de que esto ocurriera tampoco resuelve el problema. Como me dijo en estos días mi amigo Antonio, a donde vayas, igual cargas los restos de ti.

Pero que el lector no se equivoque al leer estas líneas. Esto no significa entrega. Es consciencia de lo que soy y que todavía queda mucho por hacer, incluso llevando la carga pesada de mis restos. También creo en lo que Peréz-Reverte afirma en su novela más autobiográfica: «Así volvemos a un Aristóteles algo maltrecho, pero todavía útil: la comprensión, incluso el esfuerzo por comprender, nos salva. O al menos consuela, porque convierte el horror absurdo en leyes serenas» (ibídem, p. 117).

Peréz-Reverte lidió con 21 años de ser observador –no inocente del todo- de los más grandes horrores que es capaz de cometer el ser humano escribiendo algo verdaderamente hermoso e igualmente duro de digerir, inspirado en Goya, Uccello, Starmina, Brueghel, doctor Atl, la fotografía, una mujer. También se puede hacer arte a partir del horror. Se pueden hacer cosas a partir del horror, es algo que me repito a diario, cada vez que doy clases o me aferro a mis temas sobre propiedad.

Y esto último, debatirnos entre la belleza o la utilidad y el horror pareciera que nos pone entre extremos y nunca en balance. Me identifico plenamente cuando un lector le pregunta a Pérez-Reverte si «¿el pintor era esquizofrénico? Una teoría que tengo». Y éste le contesta que «-Su teoría es interesante. Y no va del todo descaminada». (https://www.zendalibros.com/50-tuiteos-literatura-20-pintor-batallas).

Al final haré lo que tenga que hacer el domingo, pensando en mis seres queridos que están aquí y están afuera. Pero siempre con esta pregunta que le hicieron a Pérez-Reverte presente en mi mente: «-sherrydarling77: ¿Hay vida después de El pintor de batallas? -Esa es muy buena pregunta. Buenísima, amiga mía. La que se lleva el premio Reverte Malegra Verte de la semana», porque al final, como nos dice Markovic, «Hay lugares de los que nunca se vuelve» (ibídem, p. 68).

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