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Hacia la democracia: “Rómulo y la resistencia adeca en tiempos de jauja” (Parte II)

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Rómulo Betancourt con Eleazar López Contreras / Leo Matiz©

Era el mejor tiempo para la dictadura. Era el peor para la Resistencia que parecía tener hasta al mundo en contra.

La conocida frase bíblica: “El que no está conmigo, está contra mí”, podría resumir con exactitud el principio rector de las relaciones internacionales durante la Guerra Fría en la década de los años cincuenta del siglo XX.

El nuevo orden mundial surgido de la posguerra fue asumido sin ambages en términos radicales de cooperación o de conflicto por Estados Unidos y la Unión Soviética, uno y otro eran las respectivas cabezas de los dos sistemas que se disputaban el control del planeta: capitalismo versus comunismo.

El feroz anticomunismo y la manipulación ideológica del macarthysmo predominante en los Estados Unidos, calificaba de comunista y la emprendía contra todo lo que no fuera ideológicamente de derecha. Y esa era una de las caras del conflicto.

La otra faz era la tiránica y criminal represión ideológica que aplastaba cuanto no se humillara ante el régimen comunista en la Unión Soviética, en donde todo el poder del Estado era ejercido contra “la influencia perniciosa de la cultura burguesa”.

Ambas posturas ideológicas permeaban la lucha política nacional en todos los países del mundo. En América Latina eran los días de la “Internacional de las Espadas”. El continente estaba repleto de dictaduras militares, rechazadas magistralmente por Germán Arciniegas en su libro Entre la libertad y el miedo, pero apoyadas por Estados Unidos como “muro de contención al comunismo”.

Los frentes eran siameses y dialécticos. En el suelo estadounidense existía el Comité de Actividades Antinorteamericanas, mientras, en la Unión Soviética estaban los “Comités de Honor”, estas organizaciones tenían claros fines represivos.

La asfixiante disputa ideológica embutía también a los venezolanos que luchaban por la recuperación de la democracia. Rómulo Betancourt ni ningún otro líder político, como tampoco ninguna organización partidista, escaparon a la influencia de aquella confrontación mundial. Los pormenores de la diatriba política en el exilio de aquel tiempo reflejaron intensamente esta influencia.

Sin embargo, en Venezuela -por razones de esencial sobrevivencia y de la progresiva toma de conciencia-, a partir de 1954 buena parte de los cuadros políticos de AD, URD y el PCV comenzaron a obviar, en lo esencial, esas “diferencias”.

Mal cálculo

El 8 de enero de 1954, Rómulo Betancourt escribe un memorándum al CEN de Acción Democrática de la clandestinidad destacando la proximidad de la X Conferencia Interamericana. Según él, la presencia de los gobiernos de América en Caracas era “una extraordinaria coyuntura” que debía aprovecharse “para que el pueblo recupere la calle”.

Rómulo consideraba que con la ciudad llena de huéspedes extranjeros, durante un mes de deliberaciones, “la policía no dispersará a tiros manifestaciones populares”.

En su opinión, debían:

… realizarse jornadas de protestas “diariamente”…

… de forma “planificada”,

… “exigiendo restablecimiento de garantías constitucionales, castigo para los asesinos de nuestros mártires, libertades públicas, libertad total de los presos y retorno de los exilados”.

No obstante, en su misma comunicación anticipaba, en cierto modo, cuál sería el probable resultado de su petición:

-“… No estaremos en capacidad de lograrlo si de aquí a marzo no se ha reestructurado el aparato partidista; y si los estudiantes, obreros y otros grupos periféricos no han rehecho sus propias organizaciones” (1)

El cálculo político de Betancourt era errado. Para entonces, Acción Democrática no tenía capacidad para cumplir una misión de esa magnitud, pese a la “responsabilidad histórica” que él le atribuía.

El cumplimiento de esa línea política no pasaría de unas pocas iniciativas sin mayor impacto en la sociedad pero con un costo altísimo en las filas adecas.

La paz simulada

La dictadura había iniciado 1954 intentando crear un ambiente general de distensión política en el país, a propósito de la mencionada X Conferencia Interamericana.

Ansioso por cambiar el rostro de la dictadura previó al evento, el ministro de Relaciones Interiores, Laureano Vallenilla, anunció en rueda de prensa del 2 de enero la decisión presidencial de ordenar la libertad de más de 400 presos políticos, no sin advertir:

-“Que algunas personas puestas en libertad, han solicitado irse al exterior, en virtud de que muchas de ellas temen represalias por asuntos personales que tienen pendientes por su actuación anterior”. (2)

El gesto fue propagandístico, no una muestra de verdadera voluntad de respeto a los derechos humanos. Un poco de teatro político que no alcanzó para encubrir la ola represiva que se desataría en febrero, apenas circularon los primeros volantes de denuncias en las calles de Caracas.

El objetivo de la dictadura era claro: inhibir cualquier posibilidad de manifestaciones públicas durante el mes de marzo, mientras ocurría la X Conferencia.

La razzia represiva se acentuaría una vez concluyeran las deliberaciones. Las detenciones pre y posconferencia se contaron por centenares.

Acción Democrática quedó prácticamente desmantelada y los comunistas, aunque en menor medida, también sufrieron los rigores de la represión.

Mal precedente

Y es que la IX Conferencia Interamericana celebrada en abril de 1948 en la ciudad de Bogotá, había dejado infaustos recuerdos. El asesinato del líder liberal Jorge Eliécer Gaitán, el 9 de abril, desató la más terrible ola de violencia de la historia contemporánea de Colombia, un fenómeno que subsiste 70 años después.

En Venezuela, las circunstancias eran otras: a la bonanza financiera de aquellos años, el dictador Marcos Pérez Jiménez sumaba un amplio reconocimiento internacional que le garantizaba estabilidad a su gobierno en el contexto de la Guerra Fría.

Pero, igualmente, dispuso todas las medidas represivas para garantizar la seguridad y el éxito del evento hemisférico.

La organización, dirigida por el gobierno estadounidense, fue ejecutada cabalmente por un régimen perezjimenizta dispuesto a impedir a todo trance que nada empañara su Cumbre.

La X Conferencia

El 1 de marzo de ese año 1954 arrancó con toda la pompa del caso la X Conferencia Interamericana, en la recién inaugurada Aula Magna de la Universidad Central de Venezuela.

Al acto concurrieron todas las representaciones diplomáticas del continente, exceptuando a Costa Rica que se negaba a reconocer la dictadura de Pérez Jiménez.

Los debates de la Conferencia transcurrieron con la mayoría de las naciones de la región bajo la férula del secretario de Estado estadounidense, John Foster Dulles.

El centro de interés fue copado por la confrontación entre Foster Dulles y el canciller guatemalteco, Guillermo Toriello: el 4 de marzo Foster Dulles acusa al gobierno de Guatemala de “comunista” y con fuerza iracunda lo señala de ser “una cabeza de playa soviética en América”.

La acusación fue refutada firmemente al día siguiente por Toriello, como un David dispuesto a no dejarse someter por el gigante:

-“Nunca un país tan pequeño estuvo sometido a presión tan grande como Guatemala. Guatemala no es, ni puede ser un satélite de la Unión Soviética, ni de los Estados Unidos, ni de ninguna otra potencia. Guatemala ha cobrado una voz propia en sus asuntos” (3).

El máximo encuentro continental produjo la célebre “Declaración de Solidaridad para la Preservación de la Integridad Política de los Estados Americanos contra la Intervención del Comunismo Internacional”, también conocida como “Declaración de Caracas”.

El texto incluía un grotesco gesto de cinismo cuando tantos gobiernos dictatoriales reiteraban:

-“La fe de los pueblos de América en el ejercicio efectivo de la democracia representativa como su mejor medio para promover su progreso social y político”…

Renglón seguido y con el respaldo de la amplia mayoría de los representantes de los gobiernos se declaraba:

-“que el dominio o control de las instituciones políticas de cualquier Estado americano por parte del movimiento internacional comunista que tenga como resultado la extensión hasta el Continente americano del sistema político de una potencia extracontinental, constituiría una amenaza a la soberanía e independencia política de los Estados americanos que pondría en peligro la paz de América”.

Tiempos recios

Aprobada la “Declaración…”, la consecuencia principal del encuentro de Caracas fue el derrocamiento del gobierno del coronel Jacobo Arbenz en Guatemala solo unos meses despues: el 11 de junio. Acusado de comunista, su país sufrió una invasion desde Honduras encabezada por el coronel Carlos Castillo Armas, orquestada por la CIA, dirigida por Allen Dulles, hermano del Secretario de Estado.

Más allá de la discutible filiación comunista, la invasión le cobró a Arbenz, sobre todo, haber aprobado una Reforma Agraria que afectaba los intereses del “Imperio del Banano” dirigido en toda Centroamérica por la United Fruit Company, corporación multinacional estadounidense de la cual, según Toriello, el secretario de Estado norteamericano John Foster Dulles era accionista y representante legal.

El golpe contra Arbenz ha sido uno de los episodios más dolorosos y cuestionados de las actuaciones norteamericanas en América Latina durante el siglo XX, un suceso bochornoso y dramático recogido recientemente en la novela “Tiempos recios” del premio Nobel de literatura Mario Vargas Llosa.

El 13 de marzo, el mismo día que Foster Dulles logra que los gobiernos americanos (en una votación de 17 a 1) condenen por “comunista” al gobierno de Jacobo Arbenz en Guatemala y el canciller venezolano, Aureliano Otañez, discurre con penoso caradurismo en la Conferencia sobre “la implantación de la libertad” en el país, los verdugos de la dictadura que él representa cometen uno de sus crímenes más atroces:

-“Los esbirros -relata José Agustín Catalá- habían llegado sigilosamente a su domicilio en Los Rosales. Tomaban posiciones cubrían posibles vías de escape. De pronto abandonan toda cautela y patean en un apartamento hasta que le abren la puerta y penetran saltando en todas direcciones con las armas en las manos. Amenazan. Buscan en los cuartos. Se han equivocado. Juan Vicente Pacheco no pierde tiempo y ordena escalar al apartamento vecino por el lavadero. Destrozan las cuerdas y la ropa extendida hasta caer en el apartamento de los Hurtado. Registraron todo. Rompieron algunos muebles. Encañonaron a Luis Hurtado que estaba en pijamas y a unos niños que buscaban la protección de su madre. Lo empujaron por la puerta hasta la escalera y desapareció en la noche criminal de la S.N.

Luis Hurtado iba en esa madrugada, camino de la muerte. De la peor muerte que ha inventado la especie humana para sus semejantes: la del tormento la que se logra dolorosamente en la tortura”. (4)

La narración sobre la abominable muerte del dirigente sindical de AD es sencillamente escalofriante:

-“Maniatado con las esposas italianas que oprimen las muñecas al menor forcejeo, es conducido a la solitaria carretera de El Junquito. Enseguida comienza el interrogatorio y las torturas. Desnudo recibe primero una salvaje golpiza de black jack. Después lo queman con el tubo de escape. Finalmente, meten su cabeza atenazada por un ‘gato’ de levantar camiones hasta que le fracturan el cráneo. Solo lo dejan en paz cuando su sangre escapa por los oídos”. (5)

“Los riesgos fueron muy altos”

Las acciones de denuncia de los grupos clandestinos a través del lanzamiento sorpresivo de volantes, en “tres minutos”, desde las azoteas de los edificios por militantes comunistas, apenas si trascendieron a la opinión pública, ahogada por la censura, la autocensura y el terror represivo.

En general, las acciones clandestinas fueron muy limitadas. El testimonio de Simón Sáez Mérida, -protagonista de los hechos- sobre las tareas políticas cumplidas por los grupos de Acción Democrática estableciendo contacto con las delegaciones de Guatemala, México y Bolivia durante la Conferencia para “entrega de materiales, aclaratorias políticas, informaciones sobre la represión” y distribuir alguna propaganda en Caracas, revela que tuvieron duras consecuencias:

-“Los riesgos fueron muy altos. Casi todos los organismos de AD y del PCV  que participaron en las acciones tuvieron bajas significativas. Y aunque en el mes de marzo -mes de la X Conferencia- las detenciones fueron escasas, en los meses de abril y mayo las razzias de la SN tuvieron efectos mortales para los partidos clandestinos y sus órganos de dirección. El Buró Juvenil quedó desmantelado: Manuel Alfredo Rodríguez y Juan Pablo Peñaloza se asilaron [en la embajada de México], Ortiz Bucarán, Sáez Mérida y Freddy Melo fueron detenidos. Y los dos restantes: Armas Alfonso y Pagés se escabulleron hacia el interior. El secretario general del CEN , [Héctor] Vargas Acosta, el de Organización [José] Manzo González tuvieron que asilarse [en la embajada de Ecuador] y Luis Hurtado, secretario sindical, fue asesinado. El partido, como en otras circunstancias, quedó descabezado” (6)

Un frente para la resistencia

A mediados de febrero de 1954 se produce en el sector de Monte Piedad (al oeste de Caracas) una reunión a la cual asistieron el profesor Pedro Felipe Ledezma (para el momento secretario general del CES del Distrito Federal) y Manuel Alfredo Rodríguez por AD, Guillermo García Ponce por el PCV y los periodistas Fabricio Ojeda y José Herrera Oropeza por URD para discutir qué hacer sobre la X Conferencia Interamericana, decidiendo entre todos que:

-“queda constituido el Frente Nacional de la Resistencia y su núcleo dirigente nacional formado por Manuel Alfredo Rodríguez (AD), José Herrera Oropeza (URD) y Guillermo García Ponce (PCV). Suscriben un compromiso unitario de lucha contra la Dictadura. El 20 de febrero circula el primer manifiesto. Protesta la celebración de la Conferencia Interamericana en un país sometido a un régimen de terror, donde una dictadura militar viola brutalmente los derechos humanos sin consideración alguna por los principios internacionales ni respeto por los derechos soberanos del pueblo venezolano”. (7)

El breve pero riguroso estudio que precede la documentación correspondiente al año 1954 en la “Antología Política” de Rómulo Betancourt precisa que:

“La noticia de la formación del Frente Nacional de la Resistencia apareció en febrero de 1954 en el No. 29 de Tribuna Popular (Segunda Época) [dirigida tenazmente por Pompeyo Márquez] órgano del Partido Comunista de Venezuela en el que se copiaba el Boletín Número Uno, en que dicho Frente se dirigía a los venezolanos civiles y militares”. (8)

El hecho produciría fuertes divergencias entre la vieja guardia de Acción Democrática en el exilio y las nuevas promociones de dirigentes del partido, constituida en gran parte por jóvenes profesionales y líderes estudiantiles de la UCV.

El referido estudio ubica:

… en la condición “inexperta” de los dirigentes;

… en “la escasa comunicación de la resistencia interior con la rama exiliada del partido”;

… en la “inevitable influencia comunista” y

… en “las secuelas de la apertura establecida por Carnevalli en 1952”;

… que se “arribara en su momento cumbre con la formación de un Frente Nacional de Resistencia”. (9).

Y también refiere que Eligio Anzola Anzola, quien sustituye a Alberto Carnevalli como secretario general de AD, una de las principales resoluciones que adoptó:

-“fue revocar la política de acercamiento con los comunistas que habían propiciado Ruiz Pineda y Carnevalli, quien incluso ‘… había creído conveniente formar comités con representantes de todos los partidos y firmar un documento juntos. Yo he creído prudente no hacer tales cosas y suspendí todas las conversaciones referente a ello’. En efecto, ya desde diciembre de 1952, Carnevalli había favorecido acercamientos entre representantes de URD, PCV y AD en abierta contravención con lo pregonado por Betancourt”. (10).

La alergia anticomunista

Sin embargo, el “Frente…” había sido creado: estaba vivo y gritaba alto.

El Manifiesto publicado, desde su título, denunciaba la X Conferencia Interamericana como:

“Una reunión dirigida a acentuar la dominación imperialista yanqui sobre los países latinoamericanos”.

Y hacia “un llamamiento a todos los venezolanos a deponer todo interés mezquino y partidista, estructurar el gran Frente Nacional Democrático y de la Resistencia y llevar a la práctica las tareas anti-dictadura y anti-imperialistas para asegurar el auge revolucionario y acercar el día en que habremos de derrocar la dictadura perezjimenizta”. (11)

Este llamado a la unidad nacional revivió la añeja disputa de Rómulo Betancourt y la vieja guardia con los comunistas venezolanos.

El comunismo producía escozor en los fundadores del partido, les preocupaba que se dejara “de lado la orientación ideológica y doctrinaria de la militancia, especialmente de la juventud, acechada por la influencia comunista”. Las inquietudes se expresaron en voces críticas “pidiendo más doctrina y menos ‘actividades especiales’ ya que juzgaban que el partido había dedicado sus mayores esfuerzos y sacrificado los mejores hombres a la conspiración”. (12)

La política de captación de jóvenes adecos por parte de los “rábanos” -así llamaba Betancourt a los militantes del PCV- es un reiterado problema que alborotaba lo que él llamaba su “alergia anticomunista”.

El deslinde

La penetración comunista en AD no sólo ocurría en Venezuela sino también en otros países de América Latina, en especial en México, donde habían ido a recalar numerosos exiliados adecos.

La atención al problema produjo la decisión de enviar a Gonzalo Barrios al país azteca para “bajar las aguas revueltas” en las filas internas.

La misión principal de Barrios fue fundar un órgano de periodismo político que llamó “Venezuela Democrática”, en el cual se debatiría con los comunistas venezolanos exilados en México nucleados en su publicación periódica Noticias Venezolanas.

El órgano adeco se identificó como “vocero de principios nacional revolucionarios”, una publicación bimensual de “los desterrados venezolanos de Acción Democrática”.

Desde su llegada a México, Gonzalo Barrios se mostró decidido a apaciguar los ánimos internos, alborotados por la influencia de los paisanos prosoviéticos exilados allá.

En esos días, Betancourt escribía a Barrios que no era “atinado” la “formación de un frente nacional” con los comunistas:

“Ni siquiera firmar con ellos podemos hacer. Y no por el Departamento de Estado o las compañías, como gustan decir. Sino porque nos arruinaríamos internacionalmente. El día que apareciéramos en concomitancia con los camaradas todos los periódicos amigos nos darían con las puertas en las narices y las infiltraciones en frentes gubernamentales serían cerradas a piedra y lodo”. (13)

En el Editorial del primer número de “Venezuela Democrática” titulado “Definición”, Barrios realiza una larga disertación en la que argumenta el porqué era inconveniente incluir a los comunistas en la alianza unitaria que proponían.

Cabe destacar que al deslinde anticomunista encabezado por los adecos del exilio se sumaban urredistas y copeyanos. En ello coincidían con Rómulo, tanto Jóvito Villalba como Rafael Caldera.

Verticalismo

La penetración ideológica bolchevique, sin embargo, requería más que acuerdos y distanciamuento para su combate.

En lo que respecta a las continuas peticiones para debatir política, aspiraban cumplir las mismas en el marco de una nueva “Convención Nacional del Partido”.

La última había sido la VIII, celebrada mayo de 1948, cuando aún disfrutaban de legalidad. Ahora las condiciones eran adversas. Los problemas económicos, de seguridad y de país sede, la hacían una meta complicada.

Debido a eso, se sustituyó por una “Conferencia de Exiliados” a realizar en julio de 1954 en Costa Rica, pero hubo de postergarse para diciembre… cuando tampoco se pudo realizar.

Se intentó al año siguiente, pero esa nueva cita tampoco tuvo éxito. (14)

Las demandas insatisfechas que no pudieron atenderse en una nueva “Convención…”ni en la “Conferencia de Exiliados” sólo lograron algunas respuestas en el “Estatuto Orgánico de la Fracción de Acción Democrática en el Exterior”, elaborado por el “Comité Coordinador Ampliado”.

Pero despertó críticas por acentuar el “verticalismo” y devino en serios problemas internos.

El “Comité Coordinador” fue acusado de imponerse por encima de la autoridad del CEN del partido, instancia que tenía la dura misión de dirigir la resistencia.

“Su Excelencia…”

En noviembre de 1954 el presidente Eisenhower aprueba conferirle a Marcos Pérez Jiménez la condecoración “Legión del Mérito” en su más alto grado,  la más alta condecoración de los Estados Unidos.

Lo invitan a ir a Estados Unidos, pero él desiste de viajar a pesar de que le “halagaba” la “condecoración militar”, según Pedro Estrada:

-“…los americanos buscaban a su vez mejorar las relaciones porque advertían que las fragatas eran hechas en Italia, la autopista a cargo de los franceses, y así. Ahí entraban en juego los más grandes intereses y toda esa lucha lo que hacía era reflejar intereses económicos muy grandes”. (15)

Finalmente, la condecoración le fue impuesta en la sede de la Embajada Americana en Caracas por el embajador Flechter Warren, quien al distinguirlo señala que la misma es “por su conducta excepcionalmente meritoria en el desempeño de elevadas funciones” y lee la Carta enviada por Eisenhower:

-“Su Excelencia, el coronel Marcos Pérez Jiménez en su condición de presidente de la República de Venezuela y también con anterioridad, ha puesto de relieve su espíritu de colaboración y de amistad hacia los Estados Unidos. Su política en materia económica y financiera ha facilitado la expansión de las inversiones extranjeras, contribuyendo así su Administración al mayor bienestar del país y el rápido desarrollo de sus inmensos recursos naturales. Esta política, cuidadosamente combinada con programas de obras públicas de vasto alcance, ha logrado mejoras notables en educación, sanidad, transportes, viviendas y otras importantes necesidades básicas. Todo este conjunto de realizaciones ha elevado el bienestar general del pueblo de Venezuela. También su infatigable energía y la firmeza de sus propósitos han elevado grandemente la capacidad de las Fuerzas Armadas de Venezuela para participar en la defensa colectiva del Hemisferio Occidental.

Las medidas tomadas bajo su dirección para preparar la Décima Conferencia Interamericana, en Caracas, constituyeron factor decisivo para garantizar el éxito de la misma. Su constante preocupación ante el problema de la infiltración comunista ha mantenido alerta a su gobierno para alejar la amenaza existente contra su propio país y el resto de las Américas, a más que su conocimiento de la similitud de intereses de los Estados Unidos y Venezuela ha permitido que las relaciones tradicionalmente cordiales entre los dos países sean hoy mejores que nunca”. (16)

Breve documento que no dejaba dudas respecto a la colaboración de Pérez Jiménez con los norteamericanos en el marco de la Guerra Fría. Pero también era un mensaje decepcionante para la aspiración de Rómulo Betancourt, dado su resuelto respaldo a los Estados Unidos en su conflicto con la Unión Soviética.

1954 año de “lejana ilusión”

“[El año] 1954 -afirma García Ponce- disipa las esperanzas de un desplazamiento pronto de la dictadura. Las ideas de los años 1949-50-51 sobre la posibilidad de un rápido cambio que restableciera las libertades democráticas es cada vez más una lejana ilusión. La imagen del gobierno prevaleciente en los primeros años, impregnada de contradicciones, incluso de inestabilidad, deja paso a un perfil férreo, inconmovible, aplastante. Venezuela yace bajo la pesada bota de Pérez Jiménez, Vallenilla Lanz y Pedro Estrada”. (17)

No obstante, las confusiones permanecían, la estructura clandestina aún se mantenía, un poco confundida y pidiendo recursos al Comité Coordinador para llevar adelante actividades conspirativas. Todavía a comienzos de 1956 el secretario general de AD, Pedro Felipe Ledezma, en carta a Carlos Andrés Pérez admitía que:

-“Tenemos en nuestras manos una organización desmantelada, que carece de todo y que ni siquiera puede escoger entre la gente que va a movilizar (…). Mientras se resuelve la Operación Inicial deben meternos la mano, toda la mano”. (18)

Rómulo continuaría con su “desvelada preocupación” siguiendo el proceso politico, el balance era negativo para la resistencia, el desaliento penetraba aún en los espíritus más temerarios y las circunstancias eran totalmente adversas. Venezuela era “Jauja”. Sin embargo la lucha, aunque menguada, no se detendría. Ya vendrían días de optimismo que abrirían camino hacia la democracia.


Notas:

(1) Rómulo Betancourt, Antología Política, Vol. VI, p. 184

(2) José Rodríguez Iturbe, Crónica de la Década Militar, p.175

(3) Ramón J. Velázquez y otros, Venezuela Moderna, p.135

(4) José Agustín Catalá, Pedro Estrada y sus crímenes, pp. 241-242

(5) Guillermo García Ponce y Francisco Camacho Barrios, Diario de la resistencia y la Dictadura 1948-1958, p. 180

(6) Simón Sáez Mérida, La otra historia de AD, pp. 96-97

(7) Guillermo García Ponce y Francisco Camacho Barrios, op. cit, p. 176

(8) Rómulo Betancourt, op. cit, Vol. VI, p. 177

(9) Ídem

(10) Ibídem, Vol. VI, p. 39

(11) Guillermo García Ponce y Francisco Camacho Barrios, op. cit., p. 173

(12) Rómulo Betancourt, op. cit. Vol. VI, p. 178

(13) Ibídem, Vol. VI, p.. 179

(14) Ibídem, Vol. VI, p. 180

(15) Agustín Blanco Muñoz, Pedro Estrada Habló, p.227

(16) José Rodríguez Iturbe, op. cit., p.181

(17) Guillermo García Ponce y Francisco Camacho Barrios, op. cit., p. 192

(18) Rómulo Betancourt, op. cit. Vol. VI, p. 491

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