«Su oscuridad, su luz son bellezas iguales» (LUIS CERNUDA)
Cuando lanzamos una moneda al aire para dejar que el azar decida por nosotros, la caída de la pieza solo será cara o cruz. Uno no sabe qué le depara la vida y nace con ciertas aptitudes y manías.
Pongamos que sale cara y se nos revela un palmarés de éxitos como el de William James Sidis. Para William J. Sidis el destino estaba escrito desde la misma fecha de su nacimiento: 1 de abril. Este niño nacía al filo del final del siglo XIX en la ciudad de Nueva York y justo a punto de comenzar el siglo XX. El año en que nació fue 1898. De padre y madre ucranianos, su biografía es un escándalo de inteligencia y genialidad. Como el típico neoyorquino leía The New York Times. Lo que llamaba la atención es que lo hacía cuando tenía solo dos años de edad. A los cuatro años ya había escrito un relato en francés. William James -el nombre que le pusieron sus padres en honor de la amistad de su padre con el conocido filósofo americano- hablaba varios idiomas. Mejor dicho, hablaba muchos idiomas.
A los doce años entra en la Universidad de Harvard, se gradúa en matemáticas más tarde, y a los diecisiete años (en 1955) trabaja de profesor asistente de esta asignatura en la Universidad William Marsh Rice. Nuestro pequeño genio se inventa un idioma artificial al que llama Vendergood. Esto lo hizo antes de dedicarse a su trabajo en la universidad. La historia de William J. Sidis retrata el perfil de un prodigio, de un individuo extraordinario.(Juan Scaliter, ‘La triste historia del hombre más inteligente de la historia‘.-MuyInteresante.es; 29.06.2021). Lo que todos llamaríamos un triunfador, un hombre que conoce el éxito. Se habla poco de su relación con una sufragista irlandesa, Martha Foley, de la que podría haber estado enamorado. Tal vez, en el mejor de los casos, el genio de William no permitiría tiempo ni arte para conquistar a una mujer, y menos aún a una irlandesa.
Puede suceder que la moneda caiga del otro lado y sea cruz. La visión de un curriculum vitae plagado de renuncias como el currículo del alemán Johannes Haushofer. En el año 2016 tuvo la valentía de publicar su propio CV de fracasos (‘El curriculum de fracasos que triunfa en la red’; Expansión.com; 11.05.2016). Y la verdad, leyendo la lista de programas de grado a los que no fue admitido, las becas que le fueron denegadas, los artículos científicos rechazados, uno se pregunta si el palmarés negativo de este economista de la Universidad de Estocolmo es tan malo como parece o merece todo nuestro respeto y admiración. Al final de su CV de fracasos, el Dr. Haushofer ironiza sobre el interés levantado por el documento: ‘2016 Thisdarn CV of Failures has received way more attention than my entire body of academic work‘ [‘2016. Este maldito CV de fracasos ha recibido más atención que todo el corpus de mi trabajo académico’].
El profesor de Ciencias Económicas ha conseguido dar la vuelta a la moneda, o dicho de otro modo, ha convertido en victoria sus derrotas como solo se atreven a hacer los valientes, arriesgándolo todo.
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