OPINIÓN

Fraudes electorales

por Carlos E. Aguilera Carlos E. Aguilera
«Si no hay respeto sagrado por la patria, por las leyes y por las autoridades, la sociedad es una confusión, un abismo» SIMÓN BOLIVAR.
Según estudiosos de las ciencias sociales, el fraude electoral puede adoptar una amplia gama de formas, desde las violaciones de procedimientos a la ley electoral, con o sin la intención de alterar los resultados, hasta el abierto uso de la violencia en contra de los votantes.
Refieren que aún cuando la manipulación del voto es parte integral de la competencia electoral, rara vez desempeña un papel decisivo. En todo caso, el fraude debilita la estabilidad política, ya que es crucial cuando se trata de una contienda muy reñida. Luego, la fabricación de votos se incrementa con la desigualdad, pero la competencia, moldeada en parte por las instituciones, determina las estrategias de los partidos en cuanto al fraude electoral se refiere.
A modo de aproximación inicial, se define al fraude electoral como el recurso a acciones clandestinas para alterar los resultados electorales, por cuanto se esclarecen las razones por las cuales los estudios académicos sobre el tema no abundan.
Nadie que haya adulterado las urnas querrá dejar un rastro de pruebas, por lo que el fraude constituye un difícil objeto de estudio para los científicos sociales, porque las fuentes más copiosas para acometer la tarea, ya sea de testimonios o denuncias partidistas de chanchullos electorales son a veces  subjetivos.
Varios historiadores y científicos sociales han explorado lo que algunos denominan la etnografía del fraude electoral. Los etnógrafos del fraude ayudan a entender cuál es la línea divisoria entre lo correcto y lo incorrecto, a los ojos de quienes participan en elecciones empañadas de fraude. Al comprender las justificaciones de actividades que el observador contemporáneo condena, probablemente con demasiada facilidad, los antropólogos del fraude tratan de interpretar los dilemas que éste representó para quienes lo perpetraron, y quienes lo vivieron como electores u observadores.
Un estudio del fraude electoral dispone de varios tipos de fuentes. Las primeras son «objetivas», es decir, no obedecen a una inspiración partidista aun cuando, como todas las fuentes, son reflejos imperfectos de la realidad. Las encuestas de opinión pública constituyen una fuente de información sumamente desaprovechada.
En el caso venezolano, la dictadura militar encabezada por el entonces coronel Marcos Pérez Jiménez, impuso un monumental fraude electoral el 30 de noviembre de 1952, hoy copiada a imagen y semejanza de la del dictador nacido en Michelena, estado Táchira, y perpetrado el 28 de julio del presente año, por lo que  estamos en presencia de un fraude electoral sin precedentes, en toda la historia republicana del país.
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