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Feliz 2021… Yo te aviso chirulí

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Terminó 2020. ¡Menos mal! A estas alturas iniciales en cada año que debuta se multiplican los deseos y los buenos augurios. En  esta oportunidad sucede lo mismo, pero la diferencia radica en que –en rigor de racionalidad– no pareciera ni que la humanidad, ni mucho menos Venezuela cuenten con perspectivas razonables de un amanecer más promisor por más fervientes que sean nuestros deseos. ¿Hay que pensar en positivo? Sí. ¿Hay que engañarse? No.

A nivel mundial las circunstancias que van a caracterizar el año 2021 son totalmente ajenas e incontrolables por Venezuela que, muy lamentablemente, apenas protagonizará el rol de espectador en los asuntos de mayor relevancia: la transición Trump-Biden, la pandemia, la inestabilidad del mercado petrolero, el cambio climático, la amenaza representada por Irán, la guerra económica Estados Unidos-China y pare usted de contar. Algún rol a lo mejor podemos tener en temas de derechos humanos, rescate o preservación de la democracia continental, crisis migratoria, Esequibo, etc. En estos últimos asuntos algo o mucho podremos aportar dependiendo de cómo se vaya a desarrollar el comportamiento político interno de los actores. Sobre esto último nos agobia el escepticismo fundamentándolo en la observación del desempeño de los actores políticos. ¿Negativo? Sí. ¿Fuera de foco? No.

Los días por venir nos mostrarán el rumbo que toma nuestra realidad política. Los legisladores, comisionados, embajadores y otros valientes que hasta hoy han sido luz de referencia para confiar  el renacer de nuestra patria es posible –y hasta probable– que  para la hora en que esta columna vea su próxima publicación- sean ya perseguidos, imputados, calumniados, exiliados etc. De esa forma, aquel foco luminoso en el que pusimos tantas esperanzas pudiera irse apagando. Ojalá que no. Lo diremos sin rodeos: la culpa es en primer lugar del régimen que no ahorra acción alguna para asegurar su subsistencia, en segundo lugar lo es de quienes nos sembraron ilusiones luego devenidas en frustraciones, en tercer lugar lo es de aquellos que en medio de la tragedia no han dejado de sacar sus cuentas y adelantar sus agendas personales y políticas poniendo en entredicho la unidad que venezolanos y comunidad internacional sabemos es indispensable.

Al pueblo llano se le reclama no haber desatado la crisis social que la situación amerita. Distinto es desechar “con dignidad” una caja CLAP desde una urbanización de clase media protegida por una reja con caseta de vigilancia que hacerlo desde un cerro enclavado en un universo de carencia e inseguridad. Prioridades: CLAP primero, seguridad segundo, democracia bastante atrás. Negar eso es mas fácil decirlo que vivirlo. Ir a votar por que le pasan lista en una oficina pública es fácil de criticar siempre que no sea uno quien deba decidir las prioridades de su mesa familiar.

En lo internacional estamos en el punto en que mostramos la unidad que se nos pide o perdemos el apoyo de muchos países y organizaciones que ya se están planteando el dilema.

En lo territorial acabamos de recibir la noticia de que la Corte Internacional de Justicia de La Haya ha decidido que sí tiene competencia para decidir sobre la validez o nulidad del laudo de 1899 que nos arrebató la Guayana Esequiba, nada menos que 16% de nuestro territorio. El pronóstico para la hora que se dé a conocer la sentencia sobre el fondo del asunto luce sombrío por mas que algunas voces autorizadas opinen con mayor benevolencia. En La Haya –mal que nos pese- se administra derecho, no patriotismo.

En la Corte Penal Internacional las perspectivas de lograr una condena para quienes sean hallados culpables de delitos atroces lucen un poco mejores pero las maniobras de los aliados o beneficiarios de la mafia usurpadora seguramente lograran –o al menos intentarán-  todas las demoras que en definitiva lleven a la impunidad.

En los arbitrajes comerciales Venezuela (la única que hay) viene llevando palo tras palo con condenas mil millonarias y sentencias que nos puedan privar del control de la “gallina de los huevos de oro”. Allí tampoco hay pataleo y por ahora solo podemos esperar que Mr. Biden siga renovando la protección ejecutiva a Citgo, Pdvsa, etc. que en su momento otorgó Trump.

Nuestra moneda, habiendo perdido más de media docena de ceros, ya no existe y el pronóstico para 2021 luce aún más desalentador arrastrando detrás de sí a millones de compatriotas a mayor pobreza, desespero y violencia.

La corrupción en todos los niveles se ha convertido en una forma de sobrevivir.

De allí pues se deriva que a este opinador le parezca casi que irónico arrancar diciendo “feliz año”. Lo más que en corazón y razón podemos desearnos mutuamente es llegar al final de este 2021 y –si fuera posible- un poco mejor que como terminamos 2020. Esperamos sinceramente que los hechos por venir transformen este pesimismo en razonada esperanza.

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