“No one is ever holy without suffering” (EVELYN WAUGH)
No entiendo nada. Veo imágenes de gente bebiendo en la calle, gritando, rompiendo mobiliario urbano sin tomar ningún tipo de precaución ante la pandemia que la mayoría de nosotros queremos desterrar. En España llamamos botellón a la reunión al aire libre de personas (usualmente adolescentes y jóvenes). Estas fiestas de alcohol y drogas están prohibidas en nuestro país; es decir, no se permiten reuniones en la calle para beber alcohol, tomar drogas. A quienes desgraciadamente se han acostumbrado a que se les digan las cosas dos veces porque no creen en las obligaciones, esto significa que ponerse a beber en un parque no es legal; o sea, que es delito. El botellón no trae nada bueno ni siquiera para los bebedores.
La policía acude a los lugares de botellón para desalojar a los asistentes. El trabajo de la policía consiste en hacer cumplir la ley. La mayoría de las veces, el paisaje final de estos eventos es un montón de basura, plástico y vidrios rotos. En fin, que estos jovencitos muestran una conciencia ecológica más bien pobre. No se ha dado el caso de individuos responsables recogiendo los restos de la basura que generan («Los botellones desbordan Sants en su última noche de fiestas«, María Jesús Ibáñez, 29.08.2021.-El Periódico).
El fin de fiesta acaba con contenedores de basura volcados en la calzada, escaparates destrozados, gritos y peleas. Algunos de los participantes aprovechan para robar en establecimientos de ropa o telefonía móvil, entre otras cosas. Últimamente, los más afectados por la lucidez que otorgan el alcohol y las drogas, por falta de educación (casi escribo mala educación, pero es que no puede ser mala ni buena porque no la conocen de momento) o por genética despiden la noche envalentonándose y lanzando piedras a la policía. Conviene recordar que seguimos inmersos en una pandemia -COVID-19-. Parece importante insistir en el hecho de que sigue habiendo gente infectada por el virus y dejar constancia del encierro de médicos y enfermeros en los hospitales tratando de salvar vidas.
Supongo que no estaría mal educar un poco. Supongo que los chavales tendrían que saber algo. Habría que mostrarles el otro lado.
Aproximadamente a unos 8.000 kilómetros de distancia al oeste de nuestro país, hay gente que se reúne incumpliendo la ley. Esta gente sabe que lo que hace puede costarles algo más que un susto, una multa o una carrera llena de tropezones y risas («Las mujeres que se atreven a protestar frente a los talibanes en Afganistán». BBC News, 3.09.2021).
Ellas, las mujeres afganas, pertenecen a esa categoría mal llamada «sexo débil», defienden la libertad arrebatada por el nuevo régimen. Ellas tienen la razón y el coraje que falta a muchos hombres.