Hasta hace pocas semanas este servidor formado en la disciplina jurídica, trabajador veterano en el área de las relaciones internacionales y militante que fue por décadas de un partido político fundamental en la construcción de la Venezuela democrática, siempre se sintió atraído -como es natural- por soluciones civilizadas, pacíficas e inclusivas que pudieran llevar a desenlaces lo menos dolorosos posibles para el drama que vive nuestra patria. Hoy, formando parte del excesivamente numeroso exilio, ya con el sol a las espaldas y después de presenciar el rumbo de disolución nacional que se ha instalado, venimos a concluir que ya nada se puede esperar de diálogos, convivencias ni transacciones. Fuerza para imponer soluciones tampoco tenemos.
No dejamos de entender que las infames decisiones judiciales tomadas recientemente en contra de los partidos políticos apenas son motivo de preocupación para el reducido numero de compatriotas que gozamos de al menos “dos golpes diarios” (ya ni siquiera los tradicionales tres) y nos movemos en un entorno que permite el análisis y el sueño de alternativas que llevan lustros anunciándose sin terminar de cuajar. La abrumadora mayoría de nuestros compatriotas no tienen ni el tiempo ni la energía ni el ánimo para cavilar acerca de la división constitucional de los poderes cuando la angustia que ocupa la mayor parte del día es la supervivencia y la seguridad, tanto mas en esta infausta época en que la desgracia de la pandemia hace todo más difícil.
Cualquier análisis que se haga nos lleva a la inevitable conclusión de que vamos ganando la batalla internacional del apoyo de muchos , prestigiosos y poderosos aliados cuya solidaridad varía entre la simple firma de fogosas declaraciones que no pasan de allí, hasta los pocos que han tomado la decisión concreta de ponerle la cancha difícil a quienes tienen secuestrada a Venezuela, Trump el que mas. Hay que entender que ningún país de América Latina va a sacrificar la sangre de sus muchachos ni los recursos de sus arcas fiscales tan solo para devolver la democracia a Venezuela cuando en sus propios territorios permanecen mil situaciones de urgencia por solucionar.
Siendo ello así se afirma, con acierto, que el epicentro de la solución pasa por la movilización rebelde y sin término definido de la población que tanto sufre liderizada por quienes aspiran a conducirla. El “Bravo Pueblo” ha dejado ya de ser bravo no por flojera sino por que primero hay que comer y sólo después ser bravo. Aun así siguen sobrando admirables casos de heroísmo como bien se vió en cada erupción de protesta colectiva hoy ya casi abandonada. La lucha desde el teclado atrae partidarios pero no convoca militantes. Aquello de «armémonos y vayan» no está sirviendo. Ya en estas mismas páginas nuestro dilecto amigo e infatigable luchador Eddie Ramírez, tambien en el exilio, invitaba a todos aquellos que ofrecen soluciones exprés para que asumieran la puesta en práctica de sus recomendaciones. Entendemos que hasta el momento nadie ha dado el paso al frente.
Sin embargo ya hay varias señales que anuncian que en esta profundidad de la noche despunta un amanecer. La sorpresa que se llevó el tal Saab en una remota isla africana seguramente debe haber encendido algunas luces rojas entre quienes piensan que se está terminando el tiempo para abandonar la nave . Las opciones se cierran, las alertas rojas de Interpol parece que funcionan, la DEA es implacable, las sanciones de la OFAC causan dolor pero van calando, los que saltan la talanquera son ya numerosos y las palabras altisonantes de la “dirigencia bolivariana“ (Maduro) exhortando a la Unión Europea a “irse bien largo para el ….” o “lavarse el paltó…” ni siquiera generan reclamaciones de estilo. Existen crisis internas que se resuelven en arresto de Ministros, militares y altos funcionarios que toman excepción de algunas decisiones dictatoriales, incluyendo ya algún “seudomagistrado” de esos que despachan en la sede del TSJ que han demostrado que el final se acerca y que la causa será el derrumbe o colapso ya que no parece que por el momento la furia popular pueda desatarse, menos aun cuando de triunfar un levantamiento no luce claro quien se haría cargo del coroto asegurando un mínimo de gobernabilidad.
Es por eso que este opinador expresa desilusión, escepticismo y duda. Así como esta afirmación es tan fea la emitimos como prenda del compromiso de honestidad y transparencia hacia nuestros lectores. Gracias a El Nacional, que por el momento sigue siendo casi que la única antorcha de la libertad.