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Elijo la mesa más apartada y escribo sobre alguno de los 60.000 pensamientos del día

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«Nothing happens. Nobody comes, nobody goes. It’s awful» (Samuel Beckett)

Esta mañana de domingo entro en una cafetería sosegada, echo un vistazo al rincón de los periódicos, cojo uno y me lo llevo a la mesa. Espero a que se acerque la camarera para pedir café con leche. Leo los titulares por encima ya que estoy a la caza y captura de un tema para mi columna, pero (ya tengo el café a mi lado) no encuentro nada.

He traído un bloc de notas con ideas, por si acaso no estoy inspirado. Hoy no me sirven de ayuda. Dado que soy un adicto a la red del pájaro azul, vuelo hacia el Bosque Sagrado. Hay una algarabía de cánticos, demasiadas voces, líneas y conversaciones entrecruzadas. Oigo  un canto que entona razones para dar  gracias al año que termina y pensar en el comienzo de un tiempo nuevo (Ismael Cala, «Mil motivos para agradecer«. El Nacional, 29.12.2019). Me detengo en el aire.

Acierto a escuchar que los hombres albergamos una media de 60.000 pensamientos en la cabeza al día. Me quedo pensativo. El autor, tras revisar las vivencias anuales que se acabarían el pasado 31 de diciembre, baraja sus propósitos para el nuevo año 2020. Entonces, hago lo mismo.

De entre los miles de pensamientos que he tenido hasta este instante, entran en mi cabeza, caóticos y de golpe, montones de recuerdos. Trato de seleccionar alguno para este escrito de la primera semana de enero. Me digo, podría contar aquella anécdota que recordó ayer mi hermano, o quizás estaría bien escribir sobre la columna de hace unos días sobre los hijos de la periodista alicantina tan graciosa, o por qué no hablar de los gestos compulsivos de la gente, de la gente maleducada, de la situación política de nuestros país o del abuso de las tecnologías.

Como apunta Cala, la mayoría de estos pensamientos no son positivos. No sé qué hacer. Esto es lo que hay. Estas son mis vivencias. Intento darle la vuelta a esa negatividad y, receptivo como soy, se van acomodando algunos pensamientos agradables. Pienso, en fin, en los doce meses sin estrenar que quiero disfrutar desde el primer día con mi revoltijo particular de 60.000 pensamientos, acciones y gestos.

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