Faltan apenas 72 horas para las elecciones parlamentarias y regionales. Un proceso polémico y áspero que ha suscitado quizás más discusión en el seno de la oposición triunfante el 28J que con relación a la deriva perniciosa del régimen de Maduro, dueño arbitrario del poder político. No es de ninguna manera una buena señal, porque lo deseable, frente a la ansiada transición democrática, es que el bloque opositor se hiciera más robusto y desarrollara más capacidades de organización y motivación política en todos los sectores del país.
Henrique Capriles, dos veces candidato presidencial, en 2012 y 2013, decidido a participar el domingo como opción electoral después de su rehabilitación política, intuye que el oficialismo está interesado en convertir el proceso en marcha en algo clandestino, dada la escasez de información pública sobre los comicios. Capriles también ha dicho que si María Corina Machado hubiera llamado a votar -ha hecho lo contrario, como es de amplio conocimiento- el CNE, siguiendo instrucciones de arriba hubiera suspendido la convocatoria antes de la votación. Se entiende que habría aprendido de la experiencia del 28J, cuando suspendió la parte final del escrutinio cuando era evidente que iba a perder de calle, como perdió.
A falta de convivencia democrática, de que haya unas reglas mínimas del juego, los dominados deben competir en el terreno que determine el dominador. La pregunta ahora es si realmente hay juego, porque las reglas mínimas son ínfimas, tanto como el salario mínimo lo es también.
Venezuela, en anteriores períodos autoritarios, ya pasó por situaciones similares. También en otras naciones de América Latina, como Chile, por ejemplo, de cuya experiencia contra la dictadura de Augusto Pinochet se recuerda el plebiscito de 1988, que marcó el camino para la apertura democrática cuando los votantes dijeron no a la continuación del dictador en el poder. Las condiciones de aquel proceso, es oportuno tenerlo presente, fueron sensiblemente mejores a las que rigen, o simplemente están ausentes, para el 25 de mayo en nuestro país. No hay ninguna garantía de que el CNE cuente los resultados que reflejen las actas, ni tampoco de que quienes adversan al régimen puedan recopilar la información de lo que ocurra en las urnas.
Está claro que el objetivo del régimen no es hacer elecciones creíbles, sino utilizarlas para sembrar la discordia entre factores que hasta ayer, hasta hace diez meses, estaban juntos en la acera opuesta. Maduro y la cúpula que gobierna sabe de sobra que el tiempo en que ganaban elección tras elección se acabó hace mucho y aunque podrá conceder alguna migaja del poder, se aferrará al poder duro, intransigente, divisor y antipopular que define su carácter excluyente y de vocación totalitaria.
¿Habrá alguna sorpresa el domingo o el resultado será el que Hinterlaces, la encuestadora de bolsillo de Oscar Schemel, ya elaboró? Lo que parece cierto es que habrá mucha tarea política por delante para satisfacer la aspiración popular y mayoritaria de vivir en democracia, de atisbar el progreso y procurar la reconciliación de los venezolanos.
Noticias Relacionadas
El periodismo independiente necesita del apoyo de sus lectores para continuar y garantizar que las noticias incómodas que no quieren que leas, sigan estando a tu alcance. ¡Hoy, con tu apoyo, seguiremos trabajando arduamente por un periodismo libre de censuras!
Apoya a El Nacional