OPINIÓN

¿El triunfador del debate, la estrategia de Trump y los efectos en la nación y los votos?

por Luis Leonel León Luis Leonel León

El Partido Republicano de Estados Unidos, aunque parece no entenderlo, ya ha pasado al segundo round de su pelea más importante. Este miércoles 23 de agosto fue la primera gran noche de los republicanos en el largo, y siempre tortuoso, camino de las elecciones presidenciales, para las que falta poco más de un año. Muchos fueron los televisores y dispositivos que en toda la unión americana se mantuvieron atados, como ha ocurrido históricamente, a Fox News, para presenciar el debate de las primarias republicanas. Pero no todos los interesados en la política miraron un mismo show. Esta vez ocurrió lo nunca visto.

Donald Trump, que sigue siendo el rey (tal como dice la canción mexicana) de las encuestas, no quiso asistir al debate, a pesar de la insistencia de su partido y de la cadena Fox en que no se ausentara. Unos están felices, otros tristes, hay quienes apoyan su decisión y están los que ni siquiera se inmutaron. Pero lo que está claro es que los estrategas de Trump estaban bien seguros de que la decisión de no asistir, lejos de limitar la audiencia del magnate, iba a resultar llamativo e inquietante para la audiencia, además de que, inevitablemente, le restaría televidentes al debate televisado. ¿Mirando a futuro, estarán en lo cierto? Aún está por ver.

El gol de Trump fue que a la misma hora del debate, el popular expresidente transmitió por la red social X (nuevo nombre de Twitter) una entrevista con el importante periodista republicano Tucker Carlson, expresentador de Fox News, generándole una poderosa competencia mediática a sus contrincantes republicanos. No olvidemos que el movimiento MAGA «Haz América grande otra vez» (Make America Great Again, en inglés), que lidera Trump, cuenta con millones de seguidores. Y esa noche, sin lugar a dudas, no pocos se conectaron a X. La entrevista ya tiene más de 260 millones de impresiones y sigue ganando audiencia.

Otra inteligente estrategia de la campaña de Trump fue que esta entrevista con Carlson fue previamente grabada. Así que no correrían el riesgo de que la red colapsara. Un antecedente a tener en cuenta es que en mayo pasado el gobernador de Florida, Ron de DeSantis, anunció su candidatura en entrevista con Elon Musk, a través de Twitter Spaces, y en ese momento la herramienta de streaming falló ante más de un millón de espectadores que entraban y salían del link por no poder escuchar la charla. Luego logró encaminarse, pero los serios problemas en la estabilidad de la conexión impidieron que el mensaje llegara a millones de personas. En ese momento la campaña de Biden utilizó el problema a su favor y Trump, que no se mide para lanzar burlas, le otorgó el nuevo apodo de Desastre (disaster).

Trump no quería un desastre por fallas técnicas para su entrevista, que no transmitió a la misma hora del debate por casualidad, sino con toda intención de enviar sus mensajes de campaña, no en un primer debate que no le interesa, sino en una entrevista personalizada. Esa ha sido su estrategia. “¿Yo me siento allí durante una hora o dos horas, sea lo que sea, y me acosan personas que ni siquiera deberían postularse para presidente? ¿Debería hacer eso en una red que no sea particularmente amigable conmigo?, dijo Trump a Carlson.

Mientras por un lado Trump respondía las preguntas de Carlson, en el tradicional debate de las primarias se presentaron 8 candidatos que anhelan alcanzar la Casa Blanca o utilizan los escalones de la ley para promocionarse. Fueron los únicos que, junto a Trump, cumplieron con los requisitos mínimos exigidos en cuanto a intención de voto y donaciones de simpatizantes. Otros quedaron en el camino. El alcalde de Miami, Francis Suárez, como se pensaba, no calificó. Sin embargo, muy pocos de todos estos aspirantes tienen posibilidades reales de alcanzar la meta de enfrentar al Partido Demócrata. Tal como ocurre con el partido contrario.

Los dos candidatos más cercanos a Trump, aunque con bastante distancia en la intención de votos, son Ron DeSantis y Vivek Ramaswamy. El gobernador de Florida tiene 44 años, está casado y es padre de tres niños. Tuvo un éxito impresionante en su reelección como gobernador en noviembre de 2022, la mayor victoria, no sólo republicana, que se vio en el país. Trump dijo que habría una ola roja a nivel de nación, pero donde único ocurrió fue en Florida, y de DeSantis fue el protagonista. El joven gobernador ha liderado con notables logros en la Florida una batalla contra el adoctrinamiento Woke, la imposición de la ideología de género en las escuelas, el racismo socialista de la teoría crítica de la raza, la propaganda de ideología comunista, y otros ataques de la izquierda radical contra los valores americanos. Muchos lo perciben como el ganador del debate de las primarias y el mayor contrincante de Trump y del desencajado Biden.

En el discurso de DeSantis hay puntos de entronque: defiende a Trump ante los ataques demócratas, incluidos los enfermizos enjuiciamientos, pero asegura que Trump no tiene posibilidades reales de vencer a Biden y los demócratas por no contar con el apoyo, sumamente importante y hasta definitorio, de los votantes indecisos, los independientes y lo más moderados de ambos partidos. Considera que Trump perdió en 2020, algo que no le gusta al sector más «trumpista» del movimiento MAGA, y en cambio muestra como fortaleza su aplastante victoria en las elecciones de medio término en 2022. La mayoría de las encuestas le otorgan menos del 20% en la intención de voto frente al casi 60% de Trump.

Siguiéndole los pasos viene el empresario multimillonario Ramaswamy, mucho más joven que DeSantis. Este hijo de inmigrantes indios tiene sólo 38 años y ha sido un victorioso inversionista en el amplio y cada vez más lucrativo negocio de la biotecnología. Es un milenial pro libre mercado y, como DeSantis, un enemigo de toda la amarga enredadera de la ideología Woke que define hoy a la izquierda radical. Se muestra como un defensor de Trump que no ha desaprovechado la oportunidad de presentarse a la carrera de fondo por la Casa Blanca. Su intención de voto ha crecido sorprendentemente, pero no es suficiente.

Trump estuvo presente como tema en el debate y Ramaswamy fue su mayor defensor. Fue el primero en levantar el brazo ante la pregunta de que si apoyaría a Trump como candidato del partido, a pesar de que fuera condenado por los cargos que le imputan. Todos al final, menos Hutchinson, exgobernador de Arkansas, alzaron la mano. El empresario tildó a los demás de “títeres del Super PAC” y aseguró que él era el único en el debate que no está «comprado ni pagado”. Algo que lo asemeja a Trump.

Pareciera que, en vez de presentarse como candidato a la presidencia, se presentara como posible vicepresidente de Trump. Un rol que hasta hace meses atrás una gran parte le adjudicara a DeSantis. “Solo diré la verdad. Yo creo que el presidente Trump fue el mejor presidente del siglo XXI”, le dijo a todos Ramaswamy. Ante esto, Trump publicó en Truth Social un breve clip con ese fragmento del debate y acotó: “Esta respuesta le dio a Vivek Ramaswamy una gran GANANCIA en el debate debido a algo llamado VERDAD. ¡Gracias Vivek!”. Pareciera que el empresario fuera el ganador según los ojos de Trump. Pareciera, también desde su lado, que le estuviera echando el ojo como su compañero de fórmula.

Luego del show, Ramaswamy escribió en X: “Si la gente en casa quiere ver a un grupo de personas atacar ciegamente a Trump, pueden simplemente cambiar de canal y ver MSNBC ahora mismo. Pero yo no me postulo para presidente de MSNBC, me postulo para presidente de Estados Unidos”.

Estos ocho «republicanos», durante unas dos horas, más del doble de la entrevista de Trump-Carlson, «debatieron» en el pabellón Fiserv Forum, donde juegan los Milwaukee Bucks de Giannis Antetokoumpo. Los otros seis contrincantes fueron el senador Tim Scott, la exembajadora de la ONU Nikki Haley, el gobernador de Dakota del Norte Doug Burgum, el exvicepresidente Mike Pence, el exgobernador de Nueva Jersey Chris Christie y el exgobernador de Arkansas Asa Hutchinson.

Scott, de 57 años, es el único senador negro en su partido. Hombre muy conservador, provida y defensor del republicanismo clásico. Como se esperaba, hizo haga gala de su elogiada oratoria conservadora, expresamente confesional, que no pocos seguidores tiene en la unión americana. Pero no logró sobrepasar en el coro.

Haley, hija de inmigrantes indios al igual que Ramaswamy (su nombre de nacimiento es Nimarata Nikki Randhawa, Haley es su apellido de casada), es la única mujer entre los ocho aspirantes que hoy debatirán. Fue gobernadora de Carolina del Sur y embajadora de Trump ante Naciones Unidas. Ha sido moderada en sus críticas a su expresidente, pero no ha dejado de apuntarle en lo que no está de acuerdo. No lució mal en el manejo de temas internacionales, pero, a pesar de la importancia en una época globalizada, no sobresalió en los temas vitales para el votante estadounidense.

Doug, otro multimillonario de 67 años, logró una victoria arrolladora en su elección en Dakota del Norte, una plaza históricamente republicana. Con un máster en administración de empresas por la Universidad de Stanford, supo convertir en millones de dólares su herencia familiar. Este conservador antiabortista y defensor del libre mercado, ha promovido y firmado legislaciones contra el aborto y el adoctrinamiento de la ideología de género, consideradas por sus críticos como las más fuertes leyes del país en estos temas. Tampoco sobresalió en el debate.

Pence, de 64 años, es otro conservador clásico, evangélico y también antiabortista. Fue el vicepresidente de Trump, hasta que al final de la controversial y no por pocos imputada contienda por la reelección en 2020, se desmarcó del líder del movimiento MAGA, algo por lo que, irremediablemente, no recibirá el perdón y mucho menos el apoyo de los votantes republicanos que reconocen la labor de Trump. Una seria fracción de ellos le ha etiquetado como un traidor. En un momento del debate, Ramaswamy llegó a decirle al exvicepresidente de Trump: “Únase a mí en comprometerse a que algún día perdonaremos a Donald Trump”. Pero Pence se dedicó a atacar a Ramaswamy, catalogándolo como novato y echándole en cara su «experiencia» en la Casa Blanca junto a Trump.

Hutchinson, de 72 años, es visto por la audiencia republicana como otro crítico de Trump. Incluso, en una de sus ráfagas contra el expresidente, dijo que “Donald Trump no se presenta a la presidencia para volver a hacer grande a Estados Unidos (…) Donald Trump se presenta para no ir a la cárcel”. Esto ocurrió en un acto de campaña, pero lejos de generar aplausos, reflexión o apoyo, muchos de los asistentes le lanzaron gritos y silbidos en señal de desaprobación. En el debate quedó eclipsado por otros.

Finalmente Christie, de 60 años, quien también colaboró con Trump en 2016, luego de las elecciones del 2020 no sólo ha sido crítico con el expresidente, sino que directamente le ha atacado. Días atrás, al enterarse de que Trump no participaría en el debate declaró:  «Si quieres ser presidente tienes que presentarte. Preséntese en los debates, preséntese en los ayuntamientos y preséntese con la verdad. No puedes esconderte y no puedes pretender ser alguien que no eres». Ramaswamy le lanzó un potente proyectil a Christie: «Su afirmación de que Donald Trump está motivado por la venganza y el agravio sería mucho más creíble (…) si su campaña no se basara en la venganza y el agravio contra un hombre”, refiriéndose al 45. Sin dudas, Ramaswamy demostró ser la gran sorpresa. No pocos ya lo perciben como el Trump Millennial.

De un lado Trump pelea todos los días contra el Partido Demócrata y la izquierda radical, quienes le disparan a matar con todo tipo de proyectiles, manipulaciones y emboscadas. Del otro lado están los contrincantes republicanos, unos que no creen que el 45 pueda volver a ganar como en 2016 y otros que quieren apostar a la presidencia, o quizás a la vicepresidencia, como Ramaswamy, quien, al menos ahora, no podría llegar solo a la Casa Blanca.

A flor de piel se siente la necesidad de cohesión de un partido político que ha pasado a jugar el segundo tiempo de un torneo electoral sin comprender el impacto transcendental que su resultado tendrá para los republicanos y para todos los estadounidenses. Esa carencia de estrategia como partido, como equipo, es la mayor debilidad del Partido Republicano. Es su talón de Aquiles y el Partido Demócrata lo sabe y no está jugando a otra cosa que no sea, como en el aikido, utilizar los movimientos del oponente para su propio beneficio. Esa es la única estrategia de los demócratas, un partido cuyo mayor logro es saber manipular sus miserias y fracasos, para exponerlos, como hacía Fidel Castro, como supuestas victorias. El Partido Republicano no lo entiende o no se atreve a entenderlo. Y si pierden las próximas elecciones, en medio de una crisis general que en votos le beneficiaría, será por no acabar de asumir y resolver un problema básico. Suya sería la responsabilidad. La culpa no se la podrán echar a otro, ni siquiera a Trump, que sigue siendo la diana y el comodín bipartidista.

Si finalmente Trump logra continuar como el más fuerte candidato republicano, sin que para ese empeño le afecten los cargos que los demócratas le imputan, pues él será quien por tercera vez le dispute la presidencia a los demócratas. Lo más probable contra el ineficiente Joe Biden, hasta ahora el candidato de su partido empeñado en seguir gobernando, o más bien, desgobernando un gran país que pide a gritos un cambio urgente de liderazgo y políticas públicas. Aunque, ojo, los demócratas pueden cambiar a última hora su estrategia. Se habla, en los pasillos políticos, de impeachment a Biden, de resurgir de Kamala Harris e incluso de poner sobre la mesa la carta guardada de Michelle Obama. Cualquier cosa pueden hacer los demócratas para no soltar las riendas del poder. Ya veremos si en algo importante cambia el mapa político nacional.

Entretanto, el viernes 24 de agosto, Trump fue fichado y puesto en libertad bajo fianza en la cárcel del condado de Fulton en Atlanta, Georgia. La foto policial que le tomaron se ha hecho viral y, según el congresista Andrew Ogles, es una carta a su favor. “Esa fotografía policial suya, que pretendía humillarlo, ahora se ha convertido en una consigna (…). Parece enojado, parece listo para pelear, y debería estarlo”. El republicano de Tennessee envió un contundente mensaje: “Yo aprovecharía este momento para decirle a cualquiera que se postule en las primarias republicanas para presidente: esta es la hora de que suspendan su campaña y no se escondan detrás de Donald Trump. Nosotros tenemos que unirnos aquí y hacer frente a este ataque a Estados Unidos y la Constitución”.

¿Quién puede fue el «triunfador» de este primer espectáculo transmitido, por primera vez, en dos eventos y canales dispares, contrapuestos, tal vez contraproducentes, Fox con ocho y X (antes Twitter) con solo uno? ¿Qué efectos tendrá este primer debate para los republicanos, no sólo para los candidatos, sino también para sus votantes, y para los votantes de todos los colores e inclinaciones, indecisiones y desapegos políticos? Pues, en primer lugar, la exposición a nivel nacional de estos ocho aspirantes, que en general son poco seguidos, algunos incluso prácticamente desconocidos, por la gran mayoría de los estadounidenses. Luego, como hemos advertido, puede que el efecto no sea el que exactamente ellos mismos desean. Y mucho menos el Partido Republicano.

Quizás, como andan las cosas en Estados Unidos y el resto del mundo, y si el Partido Republicano continúa tercamente desunido y disperso en sus fuerzas, podemos hablar de dos grandes triunfadores de la noche: Trump y el Partido Demócrata. Pero, no lo olvidemos, esta primera contienda no es definitoria. La batalla electoral de noviembre 2024 es la que decide lo que realmente importa para este país. Ojalá el sentido común se imponga y no se pierda nuevamente la Casa Blanca en las manos del Partido Demócrata, desde hace tiempo está haciendo mal arrastrado por su ala más radical y mas improductiva. Ese error sería, otra vez, triste y peligroso para esta gran nación.