El concepto de régimen político no es, todo lo contrario, un concepto peyorativo. Tiene una añeja tradición tanto en la ciencia política como en el derecho constitucional y alude a la estructura de las instituciones que regulan el ejercicio del poder tanto como los valores a las que sirven. Es un concepto sinónimo de sistema político, que tuvo en su momento la pretensión sin éxito de desplazarlo del vocabulario politológico. Un ejemplo sencillo basta para despejar su significado: entre los años 1958 y 1998 rigió en Venezuela un régimen que podemos calificar como democrático, independientemente de que en este ciclo histórico se desarrollaron nueve gobiernos (desde Betancourt hasta Caldera 2) , todos ellos enmarcados en el régimen político inaugurado el año señalado de 1958. En el año 1999, consecuencia del triunfo electoral que llevó a la presidencia de la República al comandante Hugo Chávez Frías, éste se propuso la construcción de un nuevo régimen político, el cual rige en lo fundamental hasta nuestros días, y que tuvo como misión desarrollar una revolución pacífica y democrática guiada, como lo señala la Constitución, por el ejemplo histórico del Libertador Simón Bolívar.
Dicho esto entramos al propósito de estas líneas, intentar la calificación del novedoso régimen institucionalizado gracias a la dirección que le imprimió Chávez, bajo las categorías hoy aceptadas universalmente de la ciencia política, y que tienen su principal expositor en la obra de indiscutible influencia del eminente politólogo español Juan Linz. Aunque introdujo algunas matizaciones en su tipología, en lo fundamental Linz distingue en la actualidad tres categorías de regímenes políticos, el democrático, el totalitario y el autoritario. Al unísono, Linz recalca que el régimen autoritario no es una forma mixta entre los otros dos, sino una categoría sui generis que amerita su específico y peculiar estudio. Sus principales características son, según Linz: el pluralismo político existe pero es limitado; predominan las mentalidades específicas por sobre las ideologías estructuradas; el eje de poder es un líder, frecuentemente carismático, rodeado de un pequeño grupo ; y un ejercicio del poder bastante laxo en su encuadre al Estado de Derecho. Una característica de los regímenes autoritarios es su recurso a la represión respecto a sus oponentes, donde se abandonan los derechos y garantías de sus adversarios , considerados con frecuencia como enemigos a destruir.
Estudiar los regímenes autoritarios constituye en la actualidad una prioridad para los politólogos, pues sencillamente su presencia en los estados de hoy no ha dejado de crecer, con una característica peculiar de nuestra época: las democracias liberales son carcomidas por dentro, desde sus entrañas, por tendencias autoritarias que terminan desfigurando sus principios y valores más preciados, como es el caso de los derechos civiles y políticos de sus ciudadanos, la hipertrofia del Ejecutivo en desmedro de la Legislatura y la Rama Judicial, como la excesiva personalización de la política y su consecuencia en el minado de las instituciones que se consideran pilares de un orden democrático.
El régimen de la V República es sin duda autoritario, por supuesto con sus peculiares rasgos y sus inevitables cambios producidos a través de estos últimos cinco lustros. Sumariamente resaltemos algunas de sus notas definitorias más sobresalientes: primero y antes que todo la figura del líder carismático (Chávez) ha sido fundamental en nuestro régimen, fundado y fundamentado por su fuerte personalidad política. El mito Chávez, con su fuerte carga irracional, cumple un rol decisivo en la definición del régimen; personalidad con rasgos autoritarios dentro de una misión redentora que divide a la población en amigos y enemigos, con una fuerte promoción del odio social, su figura tuvo siempre un fuerte apoyo popular, que se reflejó en una única derrota (el referéndum constitucional de 2007) en las frecuentes consultas populares donde se confrontó su popularidad. Dentro de un concepto puramente electoral de la democracia sencillamente Chávez fue imbatible. Otra cosa es la rutinización del carisma y la capacidad de su sucesor para encarnar con éxito los valores y visiones originales de la política que el fundador trajo a la arena pública del país. Una segunda nota que resaltaría de este peculiar régimen es su ideología. Linz considera que las mentalidades , como dice Nohlen, disposiciones psíquicas colectivas que condicionan el pensamiento y el sentimiento de los individuos, predominan en los regímenes autoritarios sobre las ideologías. Esto es relativamente cierto en la realidad venezolana. Nuestro régimen es ideológico, aunque se trata de una ideología laxa que admite un sinfín de interpretaciones; en tercer lugar señalaría su peculiar concepción e interpretación de la Constitución y el orden jurídico que debe construirse en torno a su autoridad. El régimen tiene su propio derecho, su específica interpretación de la Constitución, subordinada a las realidades y necesidades del poder; en cuarto lugar destacaría el desprecio a la carta de derechos establecidos en la Constitución, y que se expresa en una amarga y dolorosa persecución de su adversarios, violando descaradamente sagrados derechos humanos, y que han llevado al régimen a las puertas de una condena por parte de la Corte Penal Internacional; por último, es necesario destacar la peculiaridad civil-militar del régimen, donde la institución militar, ideologizada dentro de los valores y principios que lo definen, ocupa un rol central tanto en sus acciones como en sus decisiones.
Breve resumen el expuesto, que no pretende otro objetivo que estimular el desarrollo de una rica línea de investigación que debe complementarse con el estudio de su eventual transición a un régimen democrático, tarea compleja y prioritaria que desborda el objetivo aquí propuesto y que analizaremos con detenimiento en próximas reflexiones.