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El régimen de la “V República” y su estructura autoritaria

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No existe una “ V República” y no tiene sentido  a estas alturas insistir en ello. Utilizo la denominación por su funcionalidad para distinguir el régimen del gobierno. Se trata de un único régimen y dos gobiernos, el gobierno de Chávez y el gobierno de Maduro, ambos  con las mismas bases estructurales, lo que constituye el régimen, aunque en los dos casos con sus propias especificidades, lo que constituye sus respectivos gobiernos. El objeto de estas líneas es trazar unos primeros  comentarios sobre las bases estructurales del régimen, así como anotar algunas particularidades de sus gobiernos, para lo cual asumiré como guía el estudio de los regímenes políticos de la actualidad elaborado por el prestigioso politólogo Juan Linz.

Nuestro autor distingue como regímenes no democráticos los autoritarios de los totalitarios; ambos a su vez se distinguen de los regímenes democráticos. El régimen de la «V República» entra en la categoría de los regímenes  autoritarios, pudiéndose definir como un  “populismo autoritario”, en el cual el líder se relaciona de forma directa y emocional  con la población con políticas predominantemente asistencialistas, donde la mediación tanto de la organización burocrática del Estado como de la organización partidista que debería ser su sostén, es secundaria y exclusivamente instrumental. Surge aquí una primera distinción entre ambos gobiernos: el liderazgo de Chávez fue ante todo carismático, de fuerte identificación emocional con los sectores tradicionalmente desfavorecidos de la población, un torrente de pasiones y emociones expresados en un contacto directo de frecuentes discursos y arengas donde se entrelaza la unión líder-masa como una unión mítica y cuasi religiosa. En el supuesto del gobierno de Maduro se intenta lo que Max Weber denomina como la rutinización del carisma, en este caso el esfuerzo del sucesor bajo la supuesta inspiración del líder carismático de, si bien imposible de internalizar sus cualidades taumatúrgicas, sí de sostenerse e inspirarse en su ejemplo, bajo una permanente y machacosa tarea de advocación a su legado. El paso del tiempo desgasta inevitablemente esa relación líder fundador-líder sucesor, que comienza a presentirse por los seguidores como no auténtica, y en consecuencia  aparecen las grietas y progresivamente surge un proceso de desilachado de la relación, haciendo crecer las fracturas en el bloque de poder, revelándose una tendencia entrópica a su deslegitimación,  que se responde a través de la búsqueda angustiosa de los más variados métodos, donde no falta la activación de los aparatos represivos del Estado junto al  desmontaje ideológico,  en su intento por fortalecer y hacer permanecer el ahora controvertido bloque de poder. El punto es angustiante para el régimen, incapaz de obtener la hegemonía “gramsciana”, pues se entrecruzan para impedirla, los conflictos en la élite del poder, la grosera corrupción y la incapacidad de construir un país medianamente viable.

Una característica de los regímenes autoritarios lo constituye la función que cumple la ideología, y aquí también encontramos diferencias entre ambos gobiernos. Es cierto que el gobierno de Chávez asumió siempre un proyecto ideológico de contornos laxos, lo cual explica su no encadenamiento a la rigidez de la cartilla marxista, pero proyecto ideológico al fin, como lo muestra el arcaísmo del “árbol de las tres raíces”, la rabiosa crítica al “neoliberalismo salvaje” y la asunción simbólica del ejemplo del socialismo cubano. Con el gobierno de Maduro los entronques ideológicos del chavismo pierden su encanto, son fosilizados, y ante la severa crisis económica y el duro impacto de las sanciones impuestas por Estados Unidos, se procura una apertura que encuentra la colaboración en un sector del empresariado, que abandonados sus referentes éticos, acepta cohabitar con el régimen.

El régimen no es democrático ni pretende serlo, su estructura es a todo evento autoritaria,  pero se abre a la necesidad de integrar sectores de la sociedad que antes fueron marginados, cuando no perseguidos. La condición autoritaria del régimen no niega el pluralismo, pero no se trata del pluralismo abierto y competitivo de los regímenes democráticos, sino como lo advierte el politólogo italiano Gianfranco Pasquino, de un pluralismo programáticamente no competitivo, donde cada sector tiene su espacio debidamente regimentado por el centro de dominación del bloque de poder.

En conclusión, adentrarse en el conocimiento desprejuiciado de nuestro régimen autoritario, del cual he mostrado someramente algunas de sus notas definitorias más resaltantes, es condición necesaria para impulsar con éxito la posibilidad de una transición hacia un régimen democrático, aspiración legítima que no cesa de crecer en el espíritu libertario del pueblo venezolano.

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