Renny Ottolina, pionero en la comunicación social y personaje disruptivo en la política venezolana, decía que “el problema de Venezuela es mental” y hoy, más de cuatro décadas desde su desaparición física, sus palabras están más vigentes que nunca. Debemos entender que tenemos un problema de educación, de conciencia y de trabajo en equipo y así lo demuestran los resultados de estos últimos cuatro lustros, a través de los cuales más de 60% del parque industrial del país está paralizado.
Al transitar por la Autopista Regional del Centro se ve materializado un proyecto político que detuvo en el tiempo los sueños y las aspiraciones de miles de venezolanos. En la acera de enfrente encontramos a otros, algunos dicen llamarse políticos de oposición, que se han dedicado a batallar para ganar espacios y ellos mismos se han olvidado de que a la política hay que sumarle verdadero trabajo en equipo y metas claras, para el bien común; si no será simplemente politiquería, de la cual hay muchos ejemplos en Venezuela y el mundo.
Cómo puede ser posible que un país que potencialmente lo tiene todo, incluyendo una de las reservas más grandes de petróleo en el mundo, hoy esté pasando hambre, tenga el sistema de salud colapsado, no tenga capacidad de producir gasolina; mientras la mayoría de los partidos políticos se pelean por un voto, por un cargo en algún lado, sin planificar y ejecutar proyectos para el bienestar del ciudadano. Esta no es la Venezuela que quiero, no es donde deseo que nazcan mis hijos, no es el país al que aspiro, por eso lucho desde mi espacio por la construcción de ese mejor futuro y creo que es posible.
Creo en una Venezuela en donde podamos educar y aplaudir a una ciudadanía organizada que haga la gran diferencia, me niego a pensar que estamos destinados al abuso constante o el adoctrinamiento de algunos partidos políticos, para que la gente se vuelva borrego. Hay un país de progreso que la mayoría cree, desea y necesita, pero para alcanzarlo tenemos que luchar. Bolívar lo dijo: “Un hombre sin estudio es un ser incompleto”, y hoy nuestra nación es el reflejo de ese ser, cuando más de 4 millones de niños venezolanos y 5 millones de jóvenes suman ya 2 años sin clases.
Para reconstruir este gran país todos debemos poner de nuestra parte, a pesar de la difícil situación que actualmente vivimos, con cicatrices del pasado. Estoy convencido de que con el esfuerzo y con el trabajo diario podremos alcanzar nuestras metas. Esta forma de gobernar nos quiere condenar a la miseria, miles de venezolanos viven las penurias de la destrucción empresarial y económica que tenemos como consecuencia de un modelo fracasado que pretende imponernos la pobreza como forma de vida. Pero me llena de optimismo ver cómo muchos aún apuestan a este país extraordinario. Si bien a los venezolanos les han quitado las oportunidades de ver ese futuro posible y pretenden someterlos a que mendiguen por una bolsa de comida; la gran mayoría se resiste con dignidad. Debemos dejar de lado la politiquería barata, hablar del pueblo solo cuando queremos voto, y comenzar a construir una alternativa a este modelo fracasado. Ese es el gran reclamo que hoy hacen los venezolanos a diario.
Este no es un llamado a la confrontación, es una invitación a pensar libremente, a alzar la voz y expresar el descontento que existe con los políticos, con la gestión que han hecho y con sus resultados. Si bien creo en el voto como mecanismo de cambio democrático, tenemos que sobrepasar el tema de la lucha por una tarjeta a la simple discusión del voto, hay que repensar el país, para definitivamente orientarlo al progreso con objetivos claros y de largo plazo. Venezuela nació para ser líder, no para seguir el camino del fracaso que desde afuera un grupo de países y desde adentro un grupo de políticos pretenden imponernos. Solo rompiendo con el pasado y el presente seremos capaces de superar nuestra limitación mental que nos amarra al fracaso. Para conseguir la reconstrucción, el progreso y el futuro que nos merecemos, tenemos que romper definitivamente con esta clase política y reconstruir nuestra esperanza con la certeza de que somos un país líder. Así, estoy seguro de que lo lograremos.
Solo podremos cambiar lo que sucede si modificamos la forma de pensar. Resolviendo el tema mental del cual hablaba el candidato Renny Ottolina en su campaña, dejando lo dogmático y siendo pragmáticos con objetivos claros de corto, mediano y largo plazo, en conjunto con la sociedad y manejado por un equipo meritocrático y no por amiguismo.