Yo te veo y ya me alegro. Ese serio rostro tuyo -como el de Buster Keaton-, arrugado desde hace tiempo y tantas morisquetas, me lo conozco como mi llave que eres. Te veo reír y tu alegría me contagia. Te he visto dolido y hemos llorado juntos. Y eso viene ocurriendo desde que te conozco. Es decir, desde hace más de cuarenta años.
Hemos compartido lecciones donde tú has fungido de maestro, yo de alumno y viceversa. Hemos codirigido montajes teatrales inolvidables. Tú has dirigido y yo he producido para ti con el mayor de los gustos y viceversa. He actuado con tu tutela en montajes de sueño. Hemos discutido un millar de veces, nos hemos enfrascado en debates interminables. Hemos revisado muchos proyectos juntos y hemos echado a rodar una cantidad mayor. Juntos nos entregamos a levantar nuestro Teatro con otras y otros valientes para convertirlo en la casa de nuestros sueños y de nuestros logros, para ayudar a construir cincuenta y tantos años de este capítulo clave de la historia contemporánea del teatro en Venezuela y en el mundo. Juntos en este arte de birlibirloque, en este empeño apasionado por desarrollar el teatro de arte en nuestro amado país. Juntos ofrendando a Dios este arroz. Juntos oficiando para sus colegas.
Estoy absolutamente persuadido de que -algunos junto a Elizabeth y- con los distintos elencos, nos hemos mandado extraordinarias acciones artísticas que han resultado hasta premonitorias de toda esta parte bizarra, larga y trágica de nuestra historia contemporánea. 84 montajes teatrales es un hermoso número en las artes escénicas de nuestro país y de la región. Pero que además algunos me hayan resultado y me sigan resultando anuncios anticipados del presente me lo hace más hermoso, imponente y extraordinario. Jacobo o la sumisión, La tragedia del Rey Ricardo III, La horma de los cuatro puntos, Hamlet, Ferdydurke, El sueño de la razón produce monstruos, Aquel Faustino Parra, Demonios, El diario de un loco, Esperando a Godot, El proceso, La nave de los locos, El circo más invisible del mundo, El Rey se muere, El jardín de los cerezos, Marat Sade, El porvenir está en los huevos, son solo algunos de los trabajos que, al solo nombrarlos, me advierten sobre el carácter anunciador de este portafolio de portentos. En todos esos sucesos artísticos, hemos podido lidiar con fracasos y con éxitos, con procesos y resultados inolvidables, remando a contracorriente, por lo general. Ordinariamente, hemos trabajado sin estar pendientes de recompensas y hasta hemos rechazado algunas en determinados momentos de nuestra historia común.
Ahora, he sabido que te han premiado con un galardón de importancia. Lo que se me liga con las carreras de los liliputienses circulando a toda velocidad entre las enormes patas de Gulliver, las andanzas de David preparando la honda mientras le persigue el gigante Goliat, y me conecta con la astucia de tantas personas del país, con tanta gente del teatro y de la música, colegas de nuestros oficios en Venezuela que han seguido haciendo arte con el amparo de los gobiernos: los anteriores y este que es la nada, la represión y la maldad, el asco y la náusea. La lógica ha sido y es que como ese dinero pertenece al Estado y que cada cual pertenece a ese Estado, para que las y los integrantes de las cúpulas políticas encamburadas se roben el erario nacional y se lo sigan robando como lo han hecho hasta ahora, que al menos destinen una parte para las artes, para el teatro, para el teatro de arte que hacemos, a ver si es que podemos seguir contribuyendo a mantener abierta la casa, a sostener activo el teatro y continuar la programación, ayudando a levantar los criterios de esa gran minoría que viene a mirar este teatro que hacemos porque lo hacemos bien y muy bien como así lo reconocen muchas y muchos desde hace más de cincuenta años.
Pero, ahora, ojalá no vayas a buscar ningún premio, chico. Por favor, no vayas, no les des ese gusto. Deja que, si acaso, vayan ellos al teatro y, si quieren, que te entreguen el premio allá a ver si es que así al menos se enteran dónde es el teatro, qué es un teatro, qué se hace allí, cuál es nuestra causa y cómo es esta historia de más de cincuenta años. A ver si dejan de decir “tiatro” y al visitar la sede se llevan algunas lecciones de dignidad. Deja que vayan a ver si es que algo bueno se les contagia y se vuelven mejores personas ¡si es que eso es posible! Y capaz así hasta se enteran por qué digo que el premio eres tú.
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