Los partidos democráticos nacen para alcanzar el poder mediante las victorias electorales.
Cuando el ejercicio democrático del voto está comprometido y los sistemas electorales quedan bajo el control de las dictaduras, los partidos pierden el rumbo y el sentido mismo de su creación.
En situaciones como la venezolana, las ambiciones de sus dirigentes, la desesperación provocada por la inmediatez, la incomprensión de la coyuntura y de la naturaleza del gobierno que enfrentan, la incapacidad para establecer alianzas, coaliciones o crear bloques de partidos más allá de los proyectos electorales individuales, les impide enfrentar efectivamente a los regímenes totalitarios.
Generalmente, cegados por sus ambiciones, terminan buscando formas de participación o de convivencia con el régimen, que les permita recoger las migajas de poder que los totalitarismos quieran servirles en sus platos de dóciles mascotas domesticadas, dispuestas a colaborar o a someterse, para alcanzar los objetivos que su naturaleza les impone.
El sistema de partidos establecido durante la llamada cuarta república, que dio origen al chavismo, no puede resolver la ingobernabilidad actual, tampoco los nuevos partidos pueden hacerlo.
Estos últimos nacieron de movimientos de la sociedad civil que degeneraron en partidos, algunos lograron sus pequeñas cuotas de poder y una gran relevancia política, luego como producto de la confrontación interna por el usufructo de sus logros se dividieron, originando la segunda generación de partidos nacidos en la época chavista, otros, igualmente irrelevantes, fueron creados por dirigentes de los partidos tradicionales que no tenían posibilidades en sus organizaciones originarias, un tercer grupo, a medio camino entre el socialismo y el progresismo, son producto de las ambiciones de militantes del partido de gobierno, que al ver que no podían conseguir su nicho dentro del chavismo, se declararon falsamente opositores, con relativo éxito.
En este variopinto universo de partidos, ninguno nació para asumir como política real, la recuperación democrática del país y mucho menos el derrocamiento del régimen en que se ha convertido el gobierno actual.
Esperar que individualmente, cualquiera de esos partidos pueda liderar la lucha por la recuperación de la democracia, es una ilusión.
La militancia de esos partidos debe tener muy claro, que individualmente solo lograrán pequeños espacios de poder, cada vez menos reales, menos efectivos, menos convenientes para la solución de la compleja crisis que confrontamos e inútiles para la recuperación democrática.
La demolición del modelo de gobierno democrático (estructuras y superestructuras en el argot comunista) ha sido muy efectiva, ya poco queda de los esfuerzos que durante cuarenta años se hicieron por construir un modelo de pais, decentemente institucionalizado, que, pese a los enormes errores cometidos, avanzaba hacia la construcción de una sociedad moderna y civilizada. Todo ese esfuerzo ha ido desapareciendo para dar paso a la barbarie socialista.
La oposición no ha sido capaz de construir una estrategia común. Las formas de la resistencia al régimen han dependido, básicamente de la orientación dada por los líderes momentáneos. En un tácito acuerdo entre los partidos opositores, han permitido, sin reconocer efectivamente los liderazgos coyunturales, que estos líderes ocasionales, direccionen las formas de lucha, las cuales en su mayoría han terminado abortadas por esos mismos líderes, sin que nunca se aclaren sus motivaciones para dar al traste con los esfuerzos y sacrificios realizado por un pais, siempre dispuesto a darlo todo por recuperar la democracia.
Extrañamente, los líderes opositores, despues de las derrotas, e inclusive despues de su “liberación” de las prisiones del régimen, dan cada vez mayores muestras de riqueza y de ostentosas condiciones de vida, mientras otros opositores permanecen injustamente recluidos por interminables periodos en condiciones extremadamente rigurosas. (¿?)
Las formas de lucha por la democracia han recorrido desde la protesta cívica generalizada, como en el caso del llamado carmonazo, que degeneró en una propuesta dictatorial peor que la representada por el gobierno que intentaban deponer, hasta las potestas corajudas y valientes como las del 2014 que fueron abortadas con la mansa entrega del “Prócer” a uno de los máximos representantes del régimen.
Las protestas heroicas de 2017, donde numerosos jóvenes se inmolaron a cambio de nada, también fueron extrañamente abortadas.
Cuando convocaron al pueblo democrático a la contienda electoral basada en una ilusoria unidad, el pueblo acudió a las urnas para elegir una mayoría absoluta a la Asamblea Nacional que tampoco supieron manejar, en gran medida por el juego de poder interno que degeneró en el llamado G4, el cual terminó monopolizando la oposición, arrogándose una mayoría que no tenían, aprovechándose del esfuerzo unitario que motivó la participación masiva del electorado opositor.
Despues de esto llegamos al gobierno interino, asumido tardíamente por el mas inexperto político de la Asamblea Nacional, manejado desde la cárcel por su mentor, quien hoy, parece actuar como embajador de buena voluntad del régimen, con relativo éxito (para el régimen), a tal punto que sus gestiones parecen más efectivas que las del Canciller en la procura de la suspensión de las sanciones y del reconocimiento oficial del mismo.
Las erráticas estrategias de la oposición siempre contaron con el apoyo masivo de la población, lo que constituye una demostración del rechazo al modelo impulsado desde el gobierno de Miraflores, en el caso del carmonazo, la acción no violenta contra el régimen fue asumida con tal contundencia que el gobierno no encontró recursos para reprimir las manifestaciones, dándose el caso que la repuesta mas efectiva provino de la militancia del partido oficial, podríamos calificarla como una estrategia de coerción no violenta exitosa que fue abortada por el espíritu dictatorial de quienes “dirigían” dicho movimiento.
En el caso de las marchas de 2014 y 2017, optaron por la protesta activa como estrategia, acciones como estas generan mecanismos represivos que rayan en la brutalidad, debido a que los gobiernos totalitarios esperan ansiosos estas “oportunidades” para aplastar al pueblo hasta dejarlo en la desesperanza y el desaliento. Como efectivamente sucedió.
A partir de las elecciones legislativas de 2016, la estrategia predominante se orientó a la consecución del apoyo internacional de los gobiernos democráticos y la aplicación de sanciones al régimen y a sus personeros, puede calificarse como una estrategia exitosa, especialmente despues del impulso que le dio la proclamación del gobierno interino (presidencia).
Sin embargo, dicha estrategia estaba (¿está?) basada en dos supuestos, parcialmente equivocados, primero esperaban que la aplicación gradual de las sanciones diera al traste con el régimen y segundo contaban con la intervención extranjera, en el caso de las sanciones, si bien limitan drásticamente la acción de los gobiernos sometidos a ellas, está demostrado que no logran el objetivo de deponer al régimen.
En el caso de las intervenciones, olvidaron, que estas solo se dan cuando los gobiernos interventores tienen el interés de lograr el control de las naciones intervenidas y de sus recursos, o si les conviene iniciar guerras que le reporten beneficios a la industria armamentista de sus respectivos países. Parodiando al interino podemos decir que la intervención nunca estuvo sobre la mesa.
Los partidos ubicados en el amplio espectro opositor no tienen una estrategia común ante el régimen, tampoco están dispuestos a construirla, están más interesados en lograr pequeños espacios políticos que le permitan su supervivencia hasta que milagrosamente el régimen se agote y ellos puedan pasar a dirigir los destinos del pais.
Cuando pierden la esperanza, los partidos pierden capacidad para organizar la resistencia y empiezan a creer en la generosidad de los dictadores, creyendo que gradualmente irán renunciando a sus privilegios y que al final aceptarán la transición democrática.
En esta etapa, cuando ya el mundo no encuentra argumentos para seguir apoyando a un gobierno interino que se cree vitalicio, surge nuevamente la ilusión de las negociaciones.
El gobierno interino no termina de entender que la negociación para los regímenes socialistas se hace para tratar de someter al adversario, no para buscar soluciones, nunca lo hacen en condiciones de igualdad, las negociaciones son un juego de poder, donde gana quien tenga mas fuerza, nunca están dispuestos a ceder ni a hacer concesiones y en este momento vemos que nuestros aliados ya no lo son tanto, es más fuerte la alianza entre ellos y con sus intereses que con un gobierno interino de demostrada incapacidad.
Probablemente estén evaluando la posibilidad de buscar nuevos interlocutores en Venezuela, lo que incluye a los representantes del régimen.
Actualmente si el régimen abre posibilidades de participación a los capitales internacionales, en la rebatiña nacional del oro y el petróleo, puede librarse de las sanciones y lograr el reconocimiento que necesitan para conservar el poder.
Antes de que eso ocurra y nos invada el desaliento y la desesperanza, los partidos de oposición deben procurar una estrategia sinceramente unitaria y entender definitivamente que en regímenes como el venezolano, las elecciones, realizadas mediante el uso de sistemas electorales controlados por ellos, no son un instrumento efectivo para gestionar el cambio político, salvo en aquellos casos en que sean promovidas por organismos multilaterales que utilicen un sistema electoral diferente al propuesto por el régimen, monitoreado por las democracias del mundo, que garanticen la transparencia del mismo, desde el registro de electores hasta la realización de los escrutinios y la proclamación de los vencedores.
La única estrategia de salvación nacional posible esta en lograr una efectiva unidad nacional que supere las ambiciones particulares de los partidos, acompañada de un plan compartido de gobierno de transición y la realización de elecciones presidenciales en condiciones de igualdad y de absoluta transparencia.
¡Verso, nos hablan de un Dios a dónde van los difuntos: verso, o nos condenan juntos, ¡o nos salvamos los dos!
José Martí
@wilvelasquez