OPINIÓN

El objetivo y la estrategia posfraude del régimen

por Gonzalo González Gonzalo González
sociedad

Foto AFP

 

Consumado el fraude contra la soberanía popular, el régimen tiene el objetivo de consolidarlo para facilitar la continuidad indefinida de Maduro en el poder y garantizarse gobernabilidad.

En función de esos objetivos su estrategia  es imponerle a la sociedad la existencia de una supuesta normalidad, de que lo pertinente e inevitable es un pase de página en relación a lo ocurrido el 28 de julio. Sus herramientas son la represión, la intimidación y la inducción a la desesperanza en la posibilidad de cambio así como en la inevitabilidad del continuismo. De allí proviene su propósito de  modificar la legislación en materia de seguridad nacional destinada a cerrar aún más espacios de participación, sustentar una escalada disuasoria contra la disidencia y en lo  electoral  restringir los derechos  políticos de la ciudadanía; un ejemplo de lo último es amenazar a los actores políticos con impedirle su concurrencia a procesos electorales si no reconocen la decisión del TSJ sobre los resultados electorales e igual proscripción si desconocen al actual CNE. Además de todo lo reseñado, se proponen convocar elecciones regionales y municipales como si nada hubiese ocurrido, para terminar de  copar todas las instituciones del Estado e inducir una polémica probablemente conflictiva en el seno de las fuerzas democráticas; y la ridiculez de adelantar las Navidades a octubre, cómo si los venezolanos fuésemos pendejos.

En ese curso de acción reciben el concurso y el apoyo de sectores y personajes autodenominados opositores o demócratas moderados, amén de los consabidos alacranes y colaboracionistas (de nulo apoyo ciudadano) que insisten en responsabilizar a las fuerzas democráticas de impedir por radicales toda posibilidad de negociación para una transición. Algunos llegan a argumentar que la alianza María Corina- Plataforma Unitaria ha hecho y hace  lo contrario  para lograr una transición negociada a la Democracia. Ese argumento  es un ejemplo de  cara durismo y manipulación puesto que: hay demasiada evidencia de que el chavismo obstaculiza cualquier negociación  debido a su vocación dictatorial y  porque no sienta que el contexto político lo obligue sí o sí a negociar su continuidad en el poder. De ser otro su talante y su evaluación de la situación, quizás, hubiese reconocido su derrota y se aprestaría a negociar una transición lo más favorable posible a sus intereses. Por otro lado, María Corina ante el veto a su candidatura dio un paso al costado y apoyó un candidato sustituto para facilitar las cosas, el discurso de campaña de Edmundo y  de ella fue de cambio (no podía ser de otro contenido), moderado y constructivo comprometido  a favorecer una negociación para una transición pacífica e inclusiva.  Ha podido llamar a la abstención; pero contra lo que esperaba el chavismo y otros actores políticos actuó con grandeza y asertividad estratégica. 

La infeliz (por la nula representatividad política de los asistentes) reunión del 9/10 de Jorge Rodríguez con los partidos comparsa del régimen apunta en la dirección arriba señalada de que todo está “atado y bien atado” y en la búsqueda de aislar a las fuerzas de cambio y desgastarlas.

El régimen ejecutó el fraude y se comporta cómo lo está haciendo porque: se percibe con capacidad para soportar las presiones internacionales en un contexto mundial  signado por el conflicto del Medio Oriente, la guerra ruso-ucrania, las elecciones en Estados Unidos. Eventos que limitan o disminuyen la capacidad de influencia y de acción de la comunidad internacional democrática. También porque, por ahora, su solidaridad no trasciende de lo declarativo y apuesta que no habrá acuerdo y coordinación para acciones duras capaces de poner en riesgo la gobernabilidad de la dictadura venezolana. A lo anterior habría que agregar el alineamiento sólido de la FAN con el continuismo y los instrumentos empleados para generar gobernabilidad interna a toda costa.