OPINIÓN

El nuevo green new deal

por Boris Santos Gómez Úzqueda Boris Santos Gómez Úzqueda

Una diputada federal norteamericana, de origen latinoamericano, causó revuelo en proponer, semanas atrás una tesis que ella denomina “El nuevo Green New Deal” que parece tendría por objeto seguir la línea de planes estatales de estímulo en la economía, como en su momento hizo Roosevelt para que no vuelva a ocurrir otra Gran Depresión. El nuevo green deal de la diputada Ocasio está enfocado en la energía y el medio ambiente.

Veamos un poco: básicamente ella y sus colegas demócratas buscan “reducción de emisión de gases de efecto invernadero de 40% a 60% en 2030”, proponiéndose como meta-macro que en 2050 haya “cero emisiones globales”.

El objetivo es significativamente elocuente. Para ello se propone, moviendo todo el aparato burocrático norteamericano, la industria y empresa privada generar mecanismos para que haya una transición de fósiles (gasolinas producidos a partir de petróleo) hacia energías renovables y limpias. Propone que el gigante aparato industrial, militar, comercial y de transporte de Estados Unidos camine con 100% de energías limpias. Es ciertamente una nueva narrativa generacional: las nuevas generaciones buscan ser más eficientes, reciclar, ser más verdes, dejar los combustibles fósiles y ser renovables 100%; sin embargo, la transición es lo que va a costar.

Movilizar a todo el Estado y a la sociedad, como en plan de guerra, para cumplir objetivos no siempre es la mejor medida. El bueno y grande Hayek ya advirtió que estos planes de “movilización militar de toda la economía” resultan en que el Estado es más intervencionista, se impide el crecimiento de otras áreas de la economía y genera pérdida de libertades y de posperidad.

Infortunadamente –de momento, en tanto no mejoren condiciones de tecnología a nivel global– la idea de garantizar a todos, en cualquier lugar, trabajo, alimentos, energía, atención médica y vivienda, sin importar el mérito no es del todo posible. Aún hay pasos por recorrer y en el tema energía: el gas natural, concretamente refiriéndonos al plan de Ocasio, es el mejor energético «de transición» entre fósiles y renovables. Y a Dios gracias Estados Unidos lo tiene prácticamente en demasía a través de nuevos modelos y paradigmas de explotación industrial y escala como el fracking.

Para llegar al 100% de energia verde que propone la diputada federal norteamericana se va a tener que generar mucha industria, capital y explotación de gas vía fracking, que no es de todo el agrado del ala izquierda norteamericana. De todas maneras, para consuelo de todos: no será necesario satanizar ni prohibir fósiles –porque no es técnicamente posible– porque Estados Unidos es en este 2019 el segundo mayor mercado para inversiones en renovables (con inversiones que ya superan 40.000 millones de dólares por año en generación de energías renovables, según el experto economista español Daniel La Calle) de manera que sí está ocurriendo un nuevo paradigma “verde” en Estados Unidos pero sin la intervención agresiva del Estado, con leyes y regulaciones, o proyectos faraónicos, como busca la legisladora neoyorkina.

La virtud norteamericana –concretamente del capitalismo privado norteamericano– fue: primero generar nuevos niveles de eficiencia energética, su sociedad entiende que ser más responsables con el consumo es mejor que buscar nueva energía; segundo: construir nuevos paradigmas tecnológicos que permitieron abrir nuevas fronteras de la industria del gas y petróleo vía fracking; y tercero: mejorar condiciones de costo de tecnologías de producción de energías renovables. De manera que el capitalismo norteamericano sí tiene avances concretos en ser «más verde y sustentable» más allá de la simple regulación e intervención del Estado.

Un Nuevo Trato Verde, como propone la legisladora Ocasio, con alta regulación y gasto público, podría degenerar en déficits altos y deuda.

La clave del éxito de las empresas de gas, petróleo y energía renovable está en la disrupción tecnológica y el mercado. El mercado es sabio. El mercado tiene la fuerza de requerir mejores productos y despachar aquellos que no son ya de utilidad. Aquí hago propias las palabras de La Calle, que indica: “Gobiernos de cualquier color o ideología no se benefician de la innovación tecnológica, la eficiencia energética y la sustitución. ¿Por qué? Debido a que esos son factores desinflacionarios y el efecto a corto plazo siempre es la destrucción creativa de industrias obsoletas … aquellas que pretenden preservar a cualquier costo. Si los gobiernos realmente se preocuparan por el clima y el medio ambiente, cerrarían las industrias más contaminantes, que son todas concesiones estatales o gubernamentales…”.

De manera que el plan propuesto si es bueno en su concepción teórica, pero de momento necesitamos que siga avanzando la tecnología. Y en ello solo el mercado –léase la competitividad del capital privado– logrará esos avances.

Lo que sí tienen que hacer los gobiernos, especialmente los latinoamericanos, es: bajar impuestos en toda la gama de productos generados por el sector privado, reducir al mínimo sus burocracias y dejar de despilfarrar y dilapidar dinero público y promover ingreso de capitales privados en toda la industria, incluida la energía. Lo que sí debe hacer un gobierno responsable, en casos como el que estamos comentando, es generar políticas de estímulo pero sin intervenir, o peor, prohibir industrias de oil & gas ya consolidadas ni meter dinero en megaproyectos. Dejen que los privados hagan la revolución energética y tecnológica. Lo estan haciendo a las mil maravillas.