La Real Academia Española define el negacionismo como la “actitud que consiste en la negación de determinadas realidades y hechos históricos o naturales relevantes, especialmente el holocausto”. Al día siguiente de la Segunda Guerra Mundial, Europa se levantaba en medio de los escombros y la desolación que habían dejado seis años de confrontación bélica en su territorio, pero también siendo testigo de uno de los mayores crímenes cometidos contra la humanidad: el asesinato de más de 6 millones de judíos a manos del régimen nazi de Adolfo Hitler.
La mayor maquinaria de exterminio que haya conocido el mundo no nació unos pocos días antes de la caída de las potencias del Eje. Todo lo contrario, el primer campo de concentración para prisioneros políticos fue creado en marzo de 1933, en la ciudad alemana de Dachau, unos doce años antes del fin de la guerra. Los nazis comenzaron recluyendo allí a los criminales comunes, le siguieron los comunistas y los socialdemócratas, luego los gitanos, los homosexuales, los testigos de jehová y los judíos. Dachau fue solo el comienzo, durante la existencia del nazismo, se contabilizan al menos 25.000 campos de concentración en Alemania y territorios ocupados.
Con semejante infraestructura al servicio de la muerte era prácticamente imposible ignorar lo que pasaba: los trenes transportando miles de inocentes, el incesante ruido de los fusiles y el olor a carne humana incinerada. Aun así, fue solo con el fin de la guerra, entre desmayos y la consternación producida por las escenas dantescas de los campos liberados, que muchos pobladores aledaños a los campos de concentración decían darse por enterados de lo que allí ocurría.
En los tiempos que vivimos es cada vez más común leer o escuchar todo tipo de teorías conspirativas y negacionistas sobre los grandes acontecimientos que han marcado la historia de nuestra civilización. Hay quienes lo hacen por ignorancia, pero otros impulsados por el odio, absolutamente conscientes del tenor de sus palabras. De allí que sean cada vez más los gobiernos que penalicen a los negacionistas y a quienes hagan apología al nazismo, haciendo frente a lo que podría convertirse en una peligrosa tendencia que pueda poner en riesgo los avances en materia de resguardo a la dignidad humana y no-discriminación alcanzadas en las últimas décadas. Y es que el primer crimen que cometió el nazismo fue el crimen de odio, estigmatizando, persiguiendo, para finalmente degradar como “seres inferiores” a quienes posteriormente se encargaron de exterminar.
Que veamos este tipo de manifestaciones en la Venezuela actual no nos sorprende. Negar la evidencia histórica no es algo nuevo en el chavismo, ha sido una de sus prácticas predilectas desde que llegaron al poder. Se han empeñado no solo en borrar de donde venimos, sino que han intentado con todo tipo de recursos reescribir una nueva versión de nuestra historia común. No nos queda otra que ser tercos y aferrarnos a ese pasado que nos une y a la esperanza de un futuro que nos reencontrará.
@BrianFincheltub