Se ha iniciado, sin temor a equivocarnos, lo que pinta como un nuevo hito en la historia de nuestro cambiante mundo. ¡Estamos en una nueva era de guerra por otros medios!
Como es evidente, los cambios están ocurriendo cada vez con mayor rapidez. Las políticas de la actual administración del presidente de los Estados Unidos de América, Donald J.Trump, neoproteccionistas y también curiosamente híbridas, neoaislacionistas en algunos temas y neointervencionistas en otros, están desencadenando ya situaciones hacia nuevos cambios que podrían ser irreversibles.
Desde el 9 de noviembre del año de 1989, cuando se anunciaba una era marcada por el hito trascendente de la caída del Muro de Berlín, no se evidenciaba tanto la necesidad de redefinición de un nuevo orden planetario, como aquel establecido posterior a la Segunda Guerra Mundial. Pero veamos entonces algunas causas.
Bautizado por Francis Fukuyama como el “fin de la historia” lo que siguió a dicha caída del Muro de Berlín con la disolución de la Unión Soviética (se pensó que se trataba del fin de la historia del comunismo mundial). Las presiones propias de los pueblos en la procura de la satisfacción de sus necesidades y expectativas de mayor bienestar para sus vidas, con más o menos lucidez de sus clases dirigentes, terminarían por hacerse capaces, de una forma u otra, de darle orientación y sentido a tales cambios; cuando por fin lograron avizorar que ciertamente eran imprescindibles e inevitables.
Tal desintegración de la Unión Soviética a partir de ese año 1991, y el fin, entonces sí, de la llamada “Guerra Fría” después de la Segunda Guerra Mundial de 1945, contó con un vibrante timonel del conservadurismo: Ronald Reagan y la llamada dama de hierro británica Margaret Thatcher; un Estados Unidos y una Europa que contribuyó significativamente en los modos de interpretar adecuadamente el momento crucial que se hubo de sobrellevar. Luego con la formación de un mercado común europeo y luego la Unión de un continente que estaba renaciendo frente una Rusia adolorida y decadente, no se supo, o no se pudo sacar más conveniente transición a la democratización y fortalecimiento institucional de una Rusia más integrada al mundo democrático.
No era menester menospreciar, ni menoscabar, las exigentes situaciones que debía enfrentar Rusia ante su nueva realidad de emergencia económica, política y social, es cierto. Muchos optaron por congraciarse con las oportunidades mafiosas que la situación de crisis les posibilitaban. El construir un nuevo andamiaje de poderes autocráticos y coaligados para reponer, poco a poco su economía, hacía también propicio el tiempo para afilar sus desgastadas garras despóticas.
Hoy estamos ante una nueva realidad donde el sistema de equilibrio mundial que ha sido sostenido por Estados Unidos, desde el orden de dicha post Segunda Guerra Mundial y la disolución soviética a esta parte, gracias a su creíble capacidad de disuasión representada por el enorme poderío militar que detenta, y a su potente capacidad económica que hasta ahora ha podido sostener, sin embargo, los signos de decadencia, representados por las debilidades de administraciones globalistas desenfocadas, volteando la mirada frente al drama de las acciones de China y precisamente de una Rusia en reacción hacia sus seculares aliados del ala estadista de Cuba, Venezuela, Irán, y frente a lo que hoy, muy erróneamente, han creído es su salida bélica.
La futura sustentabilidad económica, y por tanto político institucional y nacional, que es decir su poderío como los Estados Unidos de América ha estado siendo sometida al manejo de malas políticas cortoplacistas de peligroso descuido de su aseguramiento para su seguridad nacional. Del pernicioso endeudamiento y déficit comercial hasta la pérdida de sus capacidades de producción garantizando insumos estratégicos en minerales raros para los niveles de su seguridad de producción interna requeridos está siendo amenazada por una tendencia fiscal cada vez más claramente insustentable y dependiente de países en posiciones de geoestratégico riesgos.
Bajo esquema de alto endeudamiento y mal manejo de sus altos déficits comerciales, con errónea confianza puesta de manera excesiva en el manejo de ganancias por marketing e inventivas o derechos de propiedad intelectual, en la realidad Estados Unidos ha estado siendo calladamente rebasado por la realidad del despegue de competidores desleales como China en delicadas materias de naturaleza tecnológica, usando el espionaje y las malas praxis propias de las características de su sistema de político de partido único comunista. Allí no se concibe ni la práctica de las mismas reglas de respeto a la competencia del comercio mundial y su proteccionismo y barreras artificiales que aplican desde diversas formas y distintas partes del mundo, en un hecho que se ha determinado es sencillamente intolerable.
Los anuncios del presidente Donald J. Trump, de los que acabamos de ser testigos este pasado 2 de abril de 2025 desde la Casa Blanca, han marcado el fin de otra era del mundo. Dichos anuncios significan un nuevo nuevo hito de cambio del mundo en que hasta ahora hemos vivido.
Pasaremos de la era de fingimientos globalistas y confusas transacciones mediante organismos internacionales pretendiendo supuestos beneficios para las naciones menos favorecidas, al descubrimiento de las barajas de los juegos cara a cara, con interlocutores válidos de cada país con Estados Unidos, y de actores que sean capaces de llevar sus propuestas e intercambios al plano del ganar-ganar más necesarios que nunca, en esta hora vital para alcanzar realmente la mayor paz y más prosperidad posibles en la tierra.
catedrainternacionallibertad@
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