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El “momento” Kamala

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Los demócratas concluyeron en el United Center de Chicago -el hogar de los maravillosos Bulls de Michael Jordan- su convención con la proclamación de la vicepresidenta Kamala Harris como la candidata presidencial para las elecciones de principios de noviembre. En menos de un mes, desde la renuncia de Joe Biden a la candidatura, los demócratas pasaron de una más que presumible derrota frente a Donald Trump a estar en capacidad de disputar un partido abierto, impredecible y que será rabiosamente competido en los poco más de 70 días que faltan  para el martes 5 de noviembre, cuando se celebrarán las sexagésimas elecciones presidenciales.

Optimismo y energía recorren las filas demócratas. Todos los pesos pesados -los Obama, los Clinton- cerraron filas alrededor de Harris, una hija de inmigrantes que se ganó una fama de fiscal dura en California, que Biden eligió como su compañera de fórmula en 2020 y que de manera impensada asume ahora el mayor reto político de su vida y, sin dudas, el mayor desafío de la longeva democracia estadounidense ante el nada descartable regreso de Trump a la Casa Blanca.

Los donantes han respondido efusivamente al sorprendente cambio de cromos en la candidatura demócrata, las encuestas se mueven favorablemente y el partido alicaído y resignado hace unas semanas se presenta unido en esta hora crucial.  La política da giros sorprendentes, pero este está lejos de ser definitivo.

La batalla política, electoral y mediática, porque eso será la campaña, apenas comienza. Es, ciertamente, el momento de Kamala Harris; pero pudiera ser efímero. El torrente de ilusión despertado por la Convención, previsible, por lo demás, exigirá más de esta mujer de sonrisa contagiosa, nada ajena a los “trayectos insólitos”, como dijo en el discurso de aceptación de su aspiración presidencial, que debe asumir un protagonismo inusitado y sumar respaldos convincentes y definitivos para ese “nuevo camino” que le prometió a los estadounidenses 

La respuesta de Donald Trump se produjo de inmediato a la proclamación de Harris. Mofándose de sus propios asesores, confirmó que persistirá en su campaña de ataques personales contra su rival, su acompañante como aspirante a la vicepresidencia, el gobernador de Minnesota, Tim Walz y contra todo vestigio de la tendencia woke que se asocia al progresismo de izquierda, la comunidad negra y las mujeres. Esa es la política en la que Trump se mueve como pez en el agua.

La próxima gran cita de la campaña será sin duda el primer debate entre Harris y Trump, pautado para el martes 10 de septiembre en el National Constitution Center (Centro Nacional de la Constitución) de Filadelfia, que será presentado por ABC News. Filadelfia es la ciudad más grande de Pensilvania, uno de los estados clave con sus 19 votos electorales.

En su discurso de 37 minutos en la Convención, Harris, que contó la historia de su familia inmigrante y el peso que ha tenido en su formación política y en su carácter, esbozó el enfoque de los grandes temas demócratas: cambio climático, control de las armas, justicia racial, las políticas de salud reproductiva y el compromiso de apoyar a Ucrania junto a los aliados de la OTAN. 

Temas todos ubicados en la acera de enfrente de Trump y de la estrategia conservadora Proyecto 2025, elaborada por figuras cercanas al candidato republicano. 

¿Podrá Harris convertir su momento en un apoyo sólido y decisivo? Una pregunta que hace un mes nadie se hacía. Hay partido.

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