“El amor ahuyenta el miedo y, recíprocamente, el miedo ahuyenta al amor. Y no sólo al amor, el miedo expulsa también a la inteligencia, la bondad, todo pensamiento de belleza y verdad, y sólo queda la desesperación muda; y al final, el miedo llega a expulsar del hombre la humanidad misma”.

Aldous Huxley

Reza un adagio popular, repetido miles de veces, “que el miedo es libre”; sin embargo, ninguna forma “ilocutiva” (Austin, 1962) de la lengua es tan aviesa y falsa como esta, el miedo es justamente una de las dimensiones que conforman el daño antropológico, justamente el miedo es la “anestesia del espíritu” (Aguilar, 2020), esa atrofia del alma que nos lleva a un estado de aceptación voluntaria de cualquier suerte de tropelía y atropello. Si en algo ha sido exitoso este régimen es en insuflar miedo a su población de cautivos, para ello dispone de sus ergástulas hórridas, reseñadas por la Comisión de Derechos Humanos de la Organización de las Naciones Unidas y evadida por una convenientemente ciega comunidad internacional, la cual reafirma con su indiferencia la sensación de miedo y soledad, díada muy valorada por la crueldad en el poder.

Cuando se nos tilda de cobardes, de pusilánimes o de conformistas, calificativos realizados por buena parte de la diáspora en el exterior, me pregunto si olvidamos las masacres de 2014 y 2017, los carros blindados embistiendo a nuestros jóvenes armados de esperanza y de escudos de cartón, una guardia pretoriana que golpeaba, pateaba y arrastraba a las ergástulas del régimen a los sueños de libertad, aplicando toda suerte de torturas indecibles, insisto, recopiladas en la expoliada Comisión de Derechos Humanos de la Organización de Naciones Unidas. El miedo se apodera cual cancrum de todos los espacios, se apodera del arte, de la cultura y hasta de la academia, esta la última barricada ya fue derribada y es empleada cual felpudo, para limpiar las botas de la tiranía maculadas de sangre, total la levedad es insoportable, de hecho hay que vivir las derrotas colectivas como Milan Kundera, para entender por qué la levedad del ser humano es insoportable, hedionda y emética, esta mi generación envejece acumulando derrotas colectivas, unos decidieron callar por miedo, no los juzgo, en lo personal asumo el camino de la inconformidad, la vía del riesgo, pero también el de la dignidad, esa que hizo que Mariano Moreno, prócer de la Argentina, dijese: “Prefiero una libertad peligrosa a una esclavitud tranquila”.

La tiranía corrompe, entrampa, envilece, pero en estos momentos sienten por primera vez en estos veinticinco años la carencia de pueblo, de alma, no tienen apoyo popular, de nada sirven los bonos de la ignominia, las bolsas de comida pútrida, los carnet de la patria inexistentes, ellos sienten el repudio, el desprecio y el oprobio popular, son culpables de este desastre que nos robó la libertad; empero, debemos recordar que están sentados sobre bayonetas, sobre cañones de una extraviada fuerza armada, absolutamente sesgada de vicios políticos. Ese detalle da cuenta de la corporeidad del miedo, pero es menester sobreponernos al miedo y acudir a las urnas electorales, justo allí pasaremos esta abultada factura y cobraremos con libertad.

No hay manera de ejecutar una trampa si acudimos todos hecho uno, cual personaje colectivo de Lope de Vega, para ejercer nuestro deber, de honrar la vida, que el miedo se convierta en fe, un sentimiento superlativo a la esperanza, en fe de abrazarnos con los expatriados, en fe de abrir los calabozos, en fe de vivir en bienestar, en fe de tener dignidad y libertad, en fe en conspirar los aires de un país destruido, con el reto de reconstruir, pues destruir es propio de bestias y construir es digno del ser humano.

“No tengamos miedo” (Wojtyla, 1987), emulemos a SS Juan Pablo II, elevado a los altares e inspirados en que, como creaturas de Dios, nos corresponde la dignidad, limpiemos la historia de tanta herrumbre, de tanta suciedad, revirtamos los errores y los horrores y eduquemos para decir todo lo que se debe decir, eduquemos para la emancipación, para no repetir este horror (Adorno, 1998).

Finalmente, se aproxima la hora y la fecha para decir: Esta noche la Libertad, “Cette nuit la Liberté” (La Pierre, 2000), que ese sea el deseo colectivo, que suba al cielo, para ser escuchado por nuestro Padre eterno, siguiendo también los consejos de un mártir elevado a los altares, san Arnulfo Romero, que las plegarias de un pueblo oprimido nunca dejan de ser escuchados por Dios, quien desaprueba prácticas oscuras, perversas y aviesas, reflexión esta hecha ante la mentira proferida sobre la canonización del Dr. José Gregorio Hernández, desmentida desde el Vaticano y que solo demuestra la propensión bufona de quien al saberse desesperado acude a cualquier punto en común con los oprimidos, sin detenerse a pensar que entre la élite de la gansterilidad y el pueblo decente medra un abismo inmenso, “el cual vio hacia ellos y ellos hacia él” (Niestzsche, 2020), es la hora de que los aires cambien, la maldad no es eterna y la fe, que no esperanza, nos mantiene aún firmes a pesar de tantas traiciones, riesgos y angustias, de algo servirá ser dueños de nuestro relato y de la dignidad del mismo, jamás vendido a estos crueles.

Sábete, Sancho, que no es un hombre más que otro, si no hace más que otro. Todas estas borrascas que nos suceden son señales de que presto ha de serenar el tiempo y han de sucedernos bien las cosas, porque no es posible que el mal ni el bien sean durables, y de aquí se sigue que, habiendo durado mucho el mal, el bien está ya cerca”.

Miguel de Cervantes, Don Quijote.

Referencias.  

Adorno, T. (1998). Educación para la emancipación. Madrid: Morata.

Aguilar, L. (2020). Reflexiones sobre Cuba y su futuro. Miami: Universal.

Austin, J. (1962). Cómo hacer cosas con palabras. Massachusetts: Universidad Harvard.

La Pierre, D. (2000). Cette Nuit La Liberte. Paris: La livre de Poche.

Niestzsche, F. (2020). Más allá del bien y del mal. Buenos Aires: Del Fondo Editorial.

Wojtyla, K. (1987). Rei Socialis. Roma: Las Paulinas.

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