Apóyanos

El espejismo del modelo chino de desarrollo

    • X
    • Facebook
    • Whatsapp
    • Telegram
    • Linkedin
    • Email
  • X
  • Facebook
  • Whatsapp
  • Telegram
  • Linkedin
  • Email

Hacia mediados y finales del año pasado, cuando el país entró en una especie de burbuja de consumo, que llevó incluso a ciertos círculos a hablar –con obvio apresuramiento– de una reactivación económica en ciernes, mucho se especuló acerca de que el régimen estaba acogiendo e implementando el modelo chino de desarrollo, basado en aquel apotegma de Deng Xiaoping que tomó vuelo desde mediados de los ochenta: un país, dos sistemas.

Pese a que no pocos economistas advirtieron que la modesta pero visible recuperación del consumo no respondía realmente a una genuina dinámica productiva, la idea de que Maduro y compañía iban a entrar, ahora sí, en una onda pragmática, y que iban a abandonar las ruinosas políticas estatistas y adoptar los principios del libre mercado, manteniendo la dictadura de partido hegemónico que de facto han establecido, tenía respaldo aparente en las políticas de apertura económica que venía aplicando el gobierno desde cierto tiempo atrás, sobre todo en lo referente al control cambiario, así como en la creciente influencia ejercida por China en los círculos dirigentes del país en los últimos años, ganada gracias a los numerosos créditos y a la asistencia en varias áreas sensibles, como la tecnológica y la militar. No pocos, incluso dentro de la oposición, especularon acerca de la posibilidad de que, al igual que el gigante amarillo y otros países asiáticos, Venezuela podría entrar en una dinámica de competencia y crecimiento económico insospechado hasta hace poco, llevada de la mano de los mismos dirigentes que la han sumido en la ruina y la miseria. La deducción a posteriori era inevitable y servía como una especie de consuelo de tísico: viviremos en un país autoritario, pero al menos tendremos cierta prosperidad.

Los acontecimientos generados por la pandemia desde comienzos de 2020 han puesto las cosas en su lugar. En momentos de una crisis tan pavorosa como esta, propicia para realizar aperturas que permitan que otros países, empresas u organismos internacionales inviertan o pongan a disposición sus recursos, el gobierno lo que ha hecho es mantener y ampliar el control de la economía, propiciando medidas como el cierre de Directv y profundizando sus políticas de corte populista y asistencialista (cada vez más patéticas por lo escaso de los recursos), a la vez que ha asfixiado a las pequeñas, medianas y grandes empresas del país, sin concederles los auxilios y dispensas necesarias para sobrevivir, como han hecho la mayoría, sino todos, de los países del mundo.

Cuando analizamos con cuidado el asunto, observamos que implementar –con las inmensas contradicciones que ello implica– un sistema tan complejo como el chino, no es algo que se pueda decretar e implementar fácilmente o por simple voluntad política (si ese fuese el caso). Conociendo sus vicios y prácticas, puede decirse que a este régimen forajido le sería cuesta arriba asumir hasta el final unas reformas tan profundas como las que hizo el país asiático para poder convertir al libre mercado la postrada economía que había dejado Mao Zedong, logrando posteriormente, a lo largo de cuatro décadas, impresionantes récords de crecimiento económico, al punto de disputar a Occidente el dominio de la economía mundial y la vanguardia en ciencia y tecnología.

Son muchos los factores que habría que considerar para entender el éxito del modelo chino de desarrollo, pero mencionemos –solo en grandes rasgos– algunos de ellos.

En primer lugar, el desplazamiento de la élite política maoísta, de tendencia revolucionaria radical, por la comandada por Deng, que, siendo siempre moderada y aperturista, había sido perseguida y arrinconada desde los tiempos de la revolución cultural; en segunda instancia, la extendida disciplina de trabajo, de estirpe confuciana, arraigada en la cultura china por más de dos milenios, que ha permitido una intensa explotación de la masa de campesinos que emigró a las factorías de las ciudades, trabajando –como en la época de la revolución industrial– hasta 16 o 18 horas diarias; en tercer lugar, el hecho de que el modelo empresarial y gerencial estimulado a partir de Deng, tiene como protagonista principal a la familia china, tanto en la pequeña, en la mediana y en las grandes empresas, aprovechando la gran autonomía que tiene el núcleo familiar en la cultura confuciana; y, por último, el carácter estratégico y prioritario asignado por Deng y sus sucesores a la educación, la ciencia y la tecnología, alcanzando progresivamente altas cotas de desarrollo y excelencia, gracias a la ingente inversión en estos sectores.

No hay que ser muy ducho en estos asuntos para saber que nuestras improvisadas e incompetentes élites chavimaduristas están a años luz de asumir y tomarse en serio los retos que implican estas exigentes condiciones. Para llevarlas a cabo haría falta, precisamente, su desplazamiento del poder y su sustitución por un nuevo liderazgo dentro del entorno “revolucionario” rojito (un Deng Xiaoping tropical) que intentara semejante tarea, y que tuviera la auctoritas y la fuerza moral para intentar ese cambio de rumbo (con altas posibilidades, además, de fracaso, por las enormes diferencias de cultura existentes entre ambas sociedades); escenario descartado de antemano por la profunda corrupción de las huestes que dejó Chávez en el poder.

La verdad es que el modelo que realmente inspira y guía al régimen es y seguirá siendo el socialismo militarizado y caudillista de Cuba, con acendradas raíces estatistas y populistas. Quizás la única diferencia visible que a este respecto hay entre los dos estados, es que mientras el modelo cubano se ha mantenido gracias al subsidio brindado por la Unión Soviética primero, y luego por nuestro país, el modelo chavimadurista ha subsistido únicamente gracias a la renta petrolera, y, últimamente, ante la destrucción de nuestra principal industria, gracias a los negocios ilegales (narcotráfico, minería, etc.) que han prohijado sus mafias. La verdad verdadera es que el único modelo de desarrollo viable para Venezuela será el que logren establecer consensuadamente la sociedad civil, las organizaciones políticas democráticas y las fuerzas vivas del país, inspiradas en nuestra tradición republicana y en el espíritu emprendedor de nuestros ciudadanos, trabajadores y productores de riqueza.

@fidelcanelon

 

El periodismo independiente necesita del apoyo de sus lectores para continuar y garantizar que las noticias incómodas que no quieren que leas, sigan estando a tu alcance. ¡Hoy, con tu apoyo, seguiremos trabajando arduamente por un periodismo libre de censuras!

Apoya a El Nacional