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El Eje de resistencia libanés

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Foto AFP

Hezbolá fue constituido en 1992 en la Embajada iraní en Beirut. Desde el momento de su constitución está en guerra con Israel. Uno de sus objetivos fundacionales es hacer desaparecer al Estado judío, en el marco de una estrategia regional que tiene al régimen de los ayatolás en Irán como guía y a los grupos islamistas de toda condición como compañeros de viaje. Juntos conforman el ‘Eje de resistencia’, el instrumento para poner fin tanto a la influencia occidental como a los gobiernos que no responden a su manera de entender el islam.

El lanzamiento de miles de cohetes sobre territorio israelí, con la finalidad de dar cobertura a la campaña de sus aliados de Hamás, y la necesidad de garantizar la vuelta a casa de los en torno a 100.000 desplazados israelíes afincados en el norte presagiaba el inicio de una nueva invasión del país de los cedros. Ahora sabemos que la idea estuvo presente en ambientes militares desde un primer momento y que Estados Unidos desempeñó entonces un papel importante para impedirlo. La guerra de Gaza ha entrado en una nueva fase, más centrada en la consolidación que en la destrucción, lo que permite concentrarse en el problema que en todo momento ha sido considerado como mayor o principal. Hamás no supone una amenaza existencial para Israel, pero Irán sí. Hezbolá no es más que un instrumento de los ayatolás para someter al Estado judío a un desgaste permanente sin correr el riesgo de poner en peligro su propio régimen.

La inteligencia israelí cometió graves errores en Gaza, tanto en el plano estratégico como en el táctico. Se convenció de que Hamás no estaba interesado en un nuevo conflicto que podía acabar con la destrucción de su pequeño pseudo estado y no prestó suficiente atención a las señales de que la agresión era inmediata. Estaban ocupados en penetrar, conocer y fijar un plan para destruir a Hezbolá. Llegado el momento han demostrado una formidable habilidad. Estamos asistiendo al primer conflicto bélico característico de la Revolución Digital, en el que las nuevas capacidades cibernéticas, utilizadas con una sorprendente combinación de osadía y rigor, han descabezado al enemigo. En este sentido podemos afirmar que hay un antes y un después de esta operación, que estamos presenciando un hecho que quedará recogido en los estudios de historia de la guerra.

La coincidencia temporal con la guerra de Ucrania pone de relieve hasta qué punto Rusia está fracasando como proyecto colectivo. Tradicionalmente ha destacado en ámbitos como la música, las matemáticas o la física. No podemos hacer referencia a la historia de estas disciplinas sin citar a un gran número de ciudadanos de este país cuyas aportaciones son sencillamente extraordinarias ¿Cómo es posible que Rusia no sea capaz de trasladar esa potencia creativa en matemáticas o física a la ingeniería, tanto para uso civil como militar? Solo podemos hallar una respuesta en la corrupción y autoritarismo estructural de su régimen político. En Ucrania asistimos a un ejercicio militar en el que la brutalidad y la estúpida exposición de la vida de sus propios soldados trata de tapar su obsolescencia doctrinal.

Hezbolá está descabezada e Irán humillada. Israel recupera su autoridad entre los Estados árabes y en Estados Unidos. Ahora toca aprovechar la situación para hacer el mayor daño posible a la organización, volando depósitos de armas, destruyendo sus capacidades militares y dificultando su reorganización. Una misión en la que se encontrará frente a Irán, donde la Guardia Revolucionaría tratará de mantener en pie a su milicia afín y facilitar la formación de una nueva cúpula dirigente. Unidades israelíes ya están haciendo incursiones en el Líbano, presagio de lo que puede ocurrir en breve. La cuestión es establecer los objetivos de una hipotética invasión terrestre ¿Establecer una zona «tampón» hasta el río Litani? ¿Llegar a Beirut para limpiar sus barriadas meridionales? ¿Entrar en el valle de la Bekaa? A mayor penetración mayor riesgo de empantanamiento. Israel debe evitar caer en la trampa de una ocupación prolongada, que haría perder a su economía capacidad productiva y sometería a su tropa a un alto desgaste. Líbano puede ser un buen aliado de Israel si se libera de Hezbolá y del yugo sirio-iraní. Pronto sabremos cuál es la opción elegida por el Gobierno de Jerusalén. Sea cual sea tendrá consecuencias muy importantes en el mediano y largo plazo.

Artículo publicado en el diario El Debate de España

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