OPINIÓN

El día de San Jeremías (y la noche)

por Eugenio Fouz Eugenio Fouz

T. S. Eliot

«I grow old… I grow old…» (T. S. ELIOT)

¿Cómo haría usted para decir algo que no puede decirse? ¿De qué manera podría ayudar una columna de periódico a desvelar una verdad que pocos se atreverían a contar? El tiempo pasa, y a medida que el fin de semana llega, quienes escribimos recuerdos en una agenda disfrutamos de una gloriosa perspectiva de las hojas de calendario. Contemplamos a vista de pájaro el tránsito de los días, las notas de nuestros compromisos y deseos de lunes a viernes, del 13 al 17 de junio, por ejemplo. Si aparece una marca de bolígrafo rojo en forma de uve al inicio de la tarea «leer Stoner de John Williams» o a la izquierda de la frase «renovar carnet de conducir», esto quiere decir que ambos objetivos han sido cumplidos.

Cuando celebras tu cumpleaños te das cuenta de que vas haciéndote mayor. Consuela saber que la cuenta del paso de los días, semanas, meses y años supone la aceptación de la edad que tienes. Hay gente que cree que si te llama «viejo» va a incomodarte. Hombre, nadie dice «viejo» con gracia, salvo los argentinos. El caso es que en esta vida existen pocas opciones que, básicamente, no dependen de uno: o te haces viejo o te mueres. Otra cosa distinta es hacerte viejo sin vida, disfrazando tu aspecto de una juventud que no te pertenece. En fin, que si tuviera ─y pudiera elegir─ aceptaría envejecer o morirme, nunca me pondría el disfraz.

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Ayer mi reloj biológico señaló una fecha de aniversario. Pensé otra vez más en desnudarme del hombre viejo que soy. Ayer supe que hay cosas que no quiero aguantar más. Me parece que la edad me hace fuerte y he aprendido a despreciar el miedo a decir las cosas que alguien tiene que decir. Es posible que la vida entera que nos tomamos en serio sea solo un juego de un ser superior en un tablero de ajedrez o la visión del inglés de Stratford en As you like it (Como gustéis): «All the world’s a stage, and all the men and women merely players«*; no obstante, quiero jugar bien mi parte y quiero ser el mejor yo en cada momento.

El día de San Jeremías surgió ─no sé cómo─ el tema de los ritmos circadianos. Ya sabe, hablamos en la sobremesa de los momentos a lo largo del día en que somos más enérgicos. Al parecer el ritmo circadiano de cada uno no tiene por qué ser el mismo para todos. En la configuración de nuestro ritmo influyen varios factores como la luz, la alimentación y vaya usted a saber qué cosas más («Conoce tu reloj biológico: descubre la mejor hora para cada cosa», Pablo Cubí; SabervivirTV, 28.03.2022).

Sé que esta noche de San Jeremías tardaré un poco más en quedarme dormido. Pensaré mucho en lo que he vivido hasta hoy. Me preguntaré en voz baja si soy quien quise ser o si soy un extraño para mí mismo. Mañana me despertaré con ganas de poesía y belleza, querré besar los labios de la mujer que amo. Sé que seguiré guardando en mi memoria versos y citas que me ayuden a seguir vivo, que me enamoren de la vida. Como esta cita de Santo Tomás de Aquino, que es la última que anoté el otro día: «Tres cosas son necesarias para la salvación de un hombre: saber en qué debe creer, saber qué debe desear y saber qué debe hacer».

Modelo Ben Desombre