La mejoría de una persona enferma siempre es relativa, un día amanece bien y al otro día puede que se encuentre al filo de la muerte. Evidentemente, para el enfermo y su entorno, los días de mejoría son una bendición, y aunque los mismos no detengan la agonía, significan horas de alivio en medio de tanto sufrimiento. Todo el mundo lo sabe, para que el paciente logre curarse definitivamente y que su recuperación sea duradera no solo hay que arrancar la enfermedad de raíz antes de que entre en fase terminal, sino que el paciente deberá cambiar ciertos hábitos de vida que lo harían más propenso a una recaída.
Venezuela, como todo enfermo, para mejorar definitivamente debe curarse por completo de los síntomas que la aquejan desde hace más de veinte años. Antes de eso, cualquier signo de mejoría podría revertirse de un día para otro. Pese a eso, hay quienes piensan, quizás agobiados por tantos años de padecimientos, que es posible llevar una vida normal sin necesidad de tratamientos fuertes. Nos plantean de esta manera convivir con la enfermedad, con sus altas y bajas, parte integral de nuestras vidas.
No hay nada más peligroso para Venezuela que dicha posición. Es verdad que el país muestra algunos signos de “recuperación” pero mientras el chavismo siga en el poder, ningún cambio circunstancial se traducirá en progreso verdadero y bienestar duradero. La recuperación en algunos aspectos de la vida nacional no solo se produce acrecentando la desigualdad que una vez prometieron combatir, sino en detrimento de la producción nacional y mientras los bodegones y los conciertos de artistas internacionales se multiplican, en otros ámbitos de fundamental importancia para el desarrollo de un país, la destrucción continua y con terribles consecuencias sobre nuestro futuro.
Solo hay que ver el estado de la educación y la salud pública en Venezuela. Enfermarse no es cosa de pobres y cada vez más estudiar se vuelve un asunto de ricos, de los hijos de las nuevas castas nacidas en pleno periodo socialista. El desmantelamiento de los servicios públicos a nivel nacional hizo que ese Estado otrora omnipresente, abandonara su función de protección social cediendo a los amigos del poder la prestación de servicios que por su carácter esencial no deberían estar en manos de privados o al menos no completamente. En la nueva Venezuela, si quieres energía eléctrica, agua, teléfono o Internet debes pagar en dólares y a precios que superan ampliamente los precios del mercado internacional.
Valdría también la pena preguntarse ¿qué significa estar mejor? Es que hasta en eso el chavismo es macabro. Para una nación que viene de sobrevivir una hambruna, tener productos importados en los anaqueles es una mejoría, pasar de ganar un dólar al mes a veinte también podría ser visto como una mejoría. Pero mientras esa es la discusión en Venezuela, en otros países hablan de inversiones internacionales, de tratados de libre comercio y libre circulación, de construir escuelas, universidades, autopistas y hospitales.
Si aún no hemos entendido que el chavismo no es garantía de nada no hemos aprendido la lección. La prosperidad del país es sencillamente incompatible con el proyecto hegemónico del chavismo y hace días uno de sus cabecillas lo reconocía al decir textualmente “no vamos a dejar que se vuelvan ricos nuevamente”. Ese es un mensaje que no solo va contra los empresarios, sino contra el venezolano de a pie que ve un respiro luego de tanto tiempo. Una economía pauperizada y unos ciudadanos dependientes del Estado le aseguran al chavismo el control social y político de Venezuela para siempre. Por eso la ecuación es sencilla: mientras ellos sigan en el poder Venezuela no mejorará.
@BrianFincheltub
El periodismo independiente necesita del apoyo de sus lectores para continuar y garantizar que las noticias incómodas que no quieren que leas, sigan estando a tu alcance. ¡Hoy, con tu apoyo, seguiremos trabajando arduamente por un periodismo libre de censuras!
Apoya a El Nacional