El 12 de enero de 1945 el Ejército Rojo inició la Ofensiva Vístula-Oder (finaliza el 2 de febrero al llegar a los ríos Oder y Neisse dentro del Reich) la cual logra acercar el Frente Oriental ¡a tan solo 60 kilómetros de la capital del Tercer Reich cuando finalizó el 2 de febrero! La “aplanadora soviética” era indetenible más aún ahora que no tenía ningún obstáculo geográfico desde el río Vístula al Oder por ser la famosa llanura polaca. Sus fuerzas quintuplicaban a los alemanes en soldados y tanques, y en artillería y aviación multiplicaban por diez. Adolf Hitler no escuchó las advertencias que le hicieron sus generales Heinz Guderian y Reinhard Gehlen de la cual hablamos en nuestra anterior entrega, tanto que incluso debilitó este frente al retirar ejércitos del mismo. Al otro lado del mundo en el Frente del Pacífico el 9 de enero, como parte de la Campaña de Filipinas (20 de octubre de 1944 al 2 de septiembre de 1945) que había comenzado con la Batalla del Golfo de Leyte (23 al 26 de octubre de 1944), el Six United States Army Group bajo el comando del teniente general Walter Krueger desembarcaba en la isla de Luzón donde está la capital: Manila. Su captura genera la batalla urbana (del 3 de febrero al 3 de marzo) más sangrienta de Asia con aproximadamente cien mil civiles muertos.
No conozco películas sobre la ofensiva soviética salvo la ya nombrada miniserie de la URSS de 5 episodios: Liberación (Yuri Ózerov, 1970-71), del cual la ofensiva se puede ver en la cuarta parte llamada “La Batalla de Berlín”. El problema, como la inmensa mayoría del cine de los tiempos comunistas, es el alto grado de propaganda; a diferencia de la magnífica serie docudrama (de Ucrania): Soviet Storm: WW2 in the East (dirección: Anna Grazhdan y guión de: Artem Drabkin y Aleksey Isaev; 2011), que le dedica su episodio 16 “La batalla por Alemania”. Se hace énfasis en cómo la pérdida de la zona industrial de Silesia con los recursos de carbón y acero del Reich, hicieron que el ministro de armamentos Albert Speer le mandara un memorandum a Adolf Hitler que inicia con la frase: “la guerra está perdida”. La destrucción previa desde el aire por parte de los angloestadounidenses de la región manufacturera del Ruhr, de la producción de combustible y de las comunicaciones; hacían imposible el abastecimiento de municiones. Seguir luchando ya no tenía ningún sentido.
La ofensiva rusa “liberó” Varsovia el 17 y Cracovia dos días después. El 20 ya estaba en Silesia en el suroeste y el 26 llegaban al Báltico en el noroeste aislando por vía terrestre Prusia Oriental con su capital Konigsberg. La punta de lanza era el Primer Frente Bielorruso comandado por el mariscal Georgui Zhukov. Muchos de los desastres de la Wehrmacht fueron causados por la artillería al seguir las irresponsables órdenes del Fuhrer de no retroceder mientras esta los bombardeaba. Una de las estrategias que Hitler promovió era los llamados “festung” (fortalezas) que el Ejército Rojo tendía a rodear para evitar mayores pérdidas. La zona de Silesia tuve una de ellas en su capital Breslau, pero lo más importante es que toda la industria fue capturada casi intacta por el Primer Frente Ucraniano del mariscal Ivan Konev. Algunos señalan que Zhukov pudo haber tomado Berlín pero la Stavka (el alto mando) prefirió no arriesgarse ante el hecho que habían recorrido 500 kilómetros desde el Vístula y podían tener problemas logísticos.
En la conquista de Luzón en Filipinas se dieron dos desembarcos y el lanzamiento de paracaidistas, el primero fue el Six United States Army Group bajo el teniente general Walter Krueger (quien había nacido en Alemania aunque llegó pequeño a Estados Unidos y ascendió desde soldado cuando participó en la guerra Hispano-estadounidense en 1898). La táctica de los japoneses sería la misma que venían desarrollando desde mediados de 1944, resistir en las montañas más que en las playas de desembarco en lo que respecta a la infantería, dejando a los kamikazes el debilitamiento de la flota estadounidense. El comandante del Imperio en las Filipinas: el general Tomoyuki Yamashita, buscaba desarrollar una retirada lenta al norte de Luzón que hiciera desistir a los estadounidenses de invadir finalmente las islas del Japón. No era de su interés defender Manila y pensaba declararla ciudad abierta, pero el encargado de destruir puentes en la ciudad (el contralmirante Iwabuchi Sanji) decidió desobedecerle y resistir dentro de la urbe. Colocó minas, creó todo tipo de trampas y junto a los gruesos intramuros de los tiempos de la colonia española generaría una batalla que fue conocida como el “Stalingrado del Pacífico”. El general Douglas MacArthur fue también de algún modo culpable de la carnicería al obsesionarse con la toma de la misma usando todo el poder de fuego que tenía.
En lo que respecta a la filmografía sobre la Batalla de Manila pude ver dos películas que podrían ser descritas como “asépticas” (Steven Spielberg dixit), en el sentido que tratan de evitar las escenas de fuerte violencia: American Guerrilla in the Philippines (Fritz Lang, 1950) y Manila, open city (Eddie Romero, 1968). En la primera los guerrilleros filipinos, que por cierto tuvieron un papel importante en la lucha por la liberación de su país y en especial de Manila, parece que viven en la jungla en un hotel cinco estrellas. La segunda es de un famoso director filipino, el cual tiene varios títulos sobre la campaña militar en su nación: Los Battalion (1960), The raiders of Leyte Gulf (1963) y The walls of hell (1964). A pesar de su dedicación al tema nos sentimos perdidos en Manila, open city, porque no se entiende la acción y los personajes son planos.
El otro foco importante en el Frente del Pacífico, de cara a la derrota final del Imperio del Japón, es el inicio de la campaña de bombardeo estratégico desde las Islas Marianas y Guam (noviembre de 1944) con los B-29. A diferencia de la campaña de bombardeo estratégico en Europa que desde niño atrajo mi atención, la realizada sobre el Japón se mantuvo por muchos años desconocida en sus detalles para mí hasta la lectura del magnífico libro: Carl Berger, 1976, B-29: la superfortaleza (de la colección de la editorial San Martín). En este se explica cómo desde noviembre de 1944 hasta febrero de 1945 el bombardeo no logró los objetivos previstos por motivos climatológicos y la imprecisión de los mismos. Todo esto cambiará cuando se encarga el general Curtis LeMay que usa formas de operar distintas e inicia la mayor devastación de ciudades llevadas hasta el momento (desde marzo hasta agosto de 1945). La próxima semana nos dedicaremos al impacto humanitario de este rápida ofensiva rusa, de cómo se inició un proceso de huida (“Operación Anibal”) por parte de los alemanes que poblaban toda esta región incluyendo los nuevos “colonos” que se habían instalado en zonas tradicionalmente polacas.
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