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Hay que entender la acción de la Cruz Roja

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La Cruz Roja Internacional tiene su origen en el sufrimiento de los soldados heridos tras la batalla de Solferino -Lombardía-, en junio de 1859, Italia. Las fuerzas aliadas de Napoleón III y Víctor Manuel II derrotaron al ejército austríaco, comandadas por el emperador Francisco José I. Casi 7.000 combatientes murieron en esa jornada, varios miles fueron apresados o desaparecidos, y más de 20.000 heridos, de uno y otro bando, quedaron regados en campos y zonas boscosas a la espera de ayuda.

Henry Dunant (1828-1910) fue testigo de aquel sufrimiento. Había nacido en Suiza, en el seno de una familia religiosa, dedicada, simultáneamente, al comercio y a la acción social. Las historias de los padres de Dunant son extraordinarias: durante años, la madre se dedicó al cuidado diario de enfermos pobres en hospitales, para los que adquiría alimentos y ropas, que entregaba a quien lo necesitara. El padre se hizo famoso por su activismo a favor de los huérfanos, y por la reinserción de quienes salían de la cárcel tras haber cumplido sus condenas.

El joven Dunant era un viajero, escritor y promotor de tertulias y acciones filantrópicas. A los 19 años fundó un grupo dedicado al estudio de la Biblia y al trabajo social. En noviembre de 1852 creó el capítulo ginebrino, que más tarde se sumaría a la YMCA, la asociación cristiana que había sido creada en Londres en 1844, cuyo activismo tiene presencia, todavía hoy, en 120 países.

Ante el atroz espectáculo de los miles y miles de cadáveres y heridos en la región lombarda, Dunant se puso en movimiento. Recorrió los pueblos cercanos para organizar la ayuda a quienes todavía tenían vida. Convenció a centenares de mujeres y hombres a que le acompañasen, a socorrer a los heridos. Haciendo uso de sus propios recursos económicos hizo compras para paliar el hambre, la sed y la falta de medicamentos para atender a los que desfallecían en los campos. Se dirigió al centro de mando de los franceses para persuadirles que liberaran a los médicos que habían apresado, para que atendieran a los heridos. Y, lo más importante, logró imponer, con mucho esfuerzo, el criterio de que la ayuda no podía discriminar: había que atender a los heridos de ambos bandos. La iniciativa de Dunant hizo posible salvar las vida de casi 800 soldados.

Al regresar a Ginebra Dunant escribió un libro, Recuerdo de Solferino, que produjo un doble impacto, por los hechos que narraba y por la propuesta que contenía: debía fundarse una organización neutral que prestara ayuda a los heridos o, en un sentido general, a las víctimas de la contienda. Aquella idea, que encontró apoyo pero también resistencia, fue el origen de la Cruz Roja Internacional, fundada en febrero de 1863. Después de una vida de no pocos avatares –de hecho, durante años vivió en condiciones de pobreza extrema– en 1901 recibió el premio Nobel de la Paz por sus esfuerzos para crear el Movimiento de la Cruz Roja Internacional y por haber dado los primeros pasos de lo que con el tiempo sería la Convención de Ginebra.

El relato de los hechos que derivaron en la creación de la Cruz Roja –y de la Media Luna Roja– tiene una especial utilidad: hace posible entender por qué esta organización ha definido unos principios, y por qué está en la obligación de invocarlos y defenderlos en toda circunstancia. Esos principios son los que le han otorgado a la Cruz Roja una vida larga y fructífera.

Son siete: Humanidad, puesto que su acción va dirigida al alivio del sufrimiento humano, en todas aquellas circunstancias donde sea posible. Imparcialidad, porque su acción no hace distinciones de raza, condición religiosa, social o política. Neutralidad: al tiempo que asume el deber de respetar el marco legal de cada país, se obliga no tomar partido entre las partes de cualquier conflicto -principio que también debe respetarse en la acción ante la crisis humanitaria venezolana-. Independencia, que significa que la Cruz Roja no es ni será una entidad gubernamental, y que actúa a partir de criterios profesionales y técnicos propios.

Carácter voluntario describe la naturaleza de la entidad –una asociación de voluntarios– y los fines desinteresados, no lucrativos, de sus acciones y proyectos. Unidad se refiere a que, en cada país, solo hay una organización de la Cruz Roja. Universalidad remite a la que debe adoptarse como su aspiración central: prestar socorro en cualquier lugar del planeta donde haya la posibilidad de aliviar el sufrimiento humano, y que esa acción ocurra siempre bajo los mismos principios.

A lo largo de su historia, una y otra vez la Cruz Roja, o la Media Luna Roja, han debido afrontar extraordinarias dificultades para prestar su acción de socorro en zonas en guerra o de conflictos extremos. Miembros de la Cruz Roja han sido asesinados, heridos, secuestrados o han sido atacados por uno u otro bando, y no han faltado las ocasiones donde lo han sido por ambos grupos. También, una y otra vez, intereses ajenos a la organización han intentado hacer uso ella para fines de distinto carácter. Estas dificultades son lamentables, pero son también el costo o el tributo, que la institución debe sortear donde quiera que ella opere para continuar prestando el invalorable servicio social con el que ese hombre extraordinario que fue Henry Dunant siempre soñó.

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