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Doble rasero

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Jorge Arreaza | Foto AFP

Tener doble standard –o doble rasero como se dice en correcto castizo– no deja de ser una actitud habitual en muchos aspectos de la vida y con mayor frecuencia en la política. Tal práctica no es aceptable pero ya no deja, como era antes, a la gente boquiabierta cuando se constata. Sin embargo, la frecuencia y grado superlativo con los que tal falta de virtud se practica la han convertido en moneda frecuente.

Sin embargo, los señores que desde la usurpación  controlan la administración del Estado y los recursos respectivos han llegado a un extremo de tal envergadura que excede lo que hasta ahora habíamos conocido.

Sin forzar mucho la memoria traemos a colación las muy felicitadas decisiones y sentencias de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos y de la Corte homónima cuando estas condenaban a la República (la IV) por hechos tales como la masacre de El Amparo, Cararabo, etc., dando lugar a que quienes entonces se oponían al gobierno (legítimo y democrático) se rasgaran las vestiduras reclamando por la comisión de tales crímenes. Son los mismos que ahora desde Miraflores decidieron retirarse de la OEA, expresar complacencia mientras la Bachelet estaba tibia frente a sus crímenes, criticarla y denostarla cuando la mismísima señora constató y denunció la ristra de violaciones de los derechos humanos, los mismos que ensalzaron al Consejo de Derecho Humanos de la ONU cuando hacía la vista gorda aprovechando la complicidad de Cuba y otros violadores para ahora darse por agraviados por que una misión independiente de ese mismo consejo encontró, documentó y denunció las atrocidades que a diario se cometen; son los mismos que en la presente semana creían que tal Comisión Independiente iba a moderar su informe, pero ahora regurgitan su disgusto porque más bien se ratifican violaciones. Son los mismos que aprovechan las sutilezas del proceso penal internacional para escabullirse de la jurisdicción de la Corte Penal Internacional mientras de seguidas acuden ante el mismo tribunal para ”denunciar” la violencia que –según ellos– solo practicó la oposición en sus  frustrados intentos  de producir una salida o al menos algunas rectificaciones al rumbo que se lleva. Son los mismos que hace menos de un mes festejaron con júbilo el informe de la señora relatora de la ONU Alena Douhan acerca del impacto de las sanciones internacionales cuyo contenido resultó complaciente.

Son los mismos que en boca del otrora “Primer Yerno de la República“ (Arreaza) se desgarran  las vestiduras ante la violencia generada en Estados Unidos por la condenable muerte de George Floyd a manos de un funcionario policial mientras en los calabozos de la “patria de Bolívar” se documentan las atrocidades más repugnantes.

Son los mismos que protestan porque a los miles de migrantes venezolanos irregulares en Estados Unidos el gobierno de Biden los acaba de proteger con el Temporary Protection Status (TPS) que impide su deportación mientras regularizan su situación.

Son los mismos que, en lugar de agradecer, critican la nueva normativa colombiana que al precio de un gran sacrificio político y económico ha resuelto arropar al más de millón y medio largo de compatriotas que han buscado refugio en aquella patria que también es de Bolívar.

Son los mismos que proclaman que el Esequibo es nuestro y se pasaron los últimos veinte años desmejorando nuestra posición legal y procesal en el asunto. Los mismos que han encomendado la asesoría legal en la materia a quienes militan en la postura de no concurrir a la Corte de La Haya, aun a sabiendas de que el máximo tribunal mundial ya ha determinado que sí tiene competencia para abordar el asunto con o sin la presencia de nuestros representantes. El día –si llega– que nos llevemos una ingrata sorpresa seguramente resonarán los epítetos, resonarán los discursos incendiarios y tal vez pocos se atreverán a reclamar responsabilidad a quien la tuvo.

El célebre filósofo y político norteamericano Benjamin  Franklin observó con acierto que aquellos pueblos que sacrifican sus libertades en aras de su seguridad no tardan en perder la una y también la otra. En Venezuela es eso lo que ha ocurrido y la recuperación no será ni fácil ni breve.

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