Doble política

Entendida la política exterior como el conjunto de decisiones que un Estado toma para establecer y mantener relaciones con otros países y organizaciones internacionales, la política exterior venezolana ha tenido grandes cambios en las últimas décadas, al distanciarse o romper con los socios tradicionales, para establecer alianzas con gobiernos y países fuera de nuestros espacios naturales e intereses como Estado. Lord Palmerston, Primer Ministro del Reino Unido a mediados del siglo XIX, acuñó la verídica frase «Las naciones no tienen amigos ni enemigos permanentes, solo intereses permanentes». El gobierno entre los nuevos mejores amigos, cuenta con nuevos socios y alianzas en el mundo árabe; relaciones forjadas, no precisamente a intereses comunes en el sector petrolero a partir de la fundación de la OPEP, sino ideológicos y anti imperialistas. Esta pertenencia ha generado una estrecha colaboración en la defensa de temas relativos a la defensa de la independencia, auto determinación y soberanía.. En la actualidad esa relación se ha visto reforzada por la cooperación política e ideológica con parte del mundo radical árabe.

La semana pasada el Ministro del Poder Popular para las Relaciones Exteriores presidio un encuentro con la comunidad árabe en el país, en muestra del apoyo de Venezuela con los pueblos de Líbano, Irán, Siria y la causa Palestina por los ataques perpetrados por  Israel con el apoyo de sus aliados. La cuestión está en que según informo la Agencia Internacional de Energía  (EIA) basada en Paris, importo desde Venezuela, unos 308.000 bpd, lo que, en términos interanuales, supone el doble de lo que importo el año pasado en el mismo mes (153.000), lo cual representa un salto cuántico y político.

Aunque las relaciones entre Venezuela y Estados Unidos no pasan por su mejor momento, este nivel de exportaciones no se veía desde hacía varios años. De hecho es la cifra más alta desde enero de 2019, cuando Venezuela  exportó un total de 561.000 bpd a EEUU. Paradójicamente, las exportaciones de Venezuela a EE.UU. a pesar de la existencia de unas sanciones unilaterales y coercitivas, en julio pasado, desplazaron a Canadá y México;  suficientes para superar a todos sus rivales más cercanos: Brasil (254.000), Colombia (209.000), Ecuador (169.000) y Guyana (258.000), dándose el lujo de superar a Arabia Saudí (280.000). Este reposicionamiento de Venezuela en el mercado americano, deja prácticamente sin efecto a las sanciones impuestas por la administración Trump, a principios de 2023, levantadas en parte por la administración Biden, al permitir bajo el régimen de licencias (LG 41),  que Chevron y otras empresas extranjeras entre ellas la española Repsol, entraran en operaciones y regresaran lentamente a la faja petrolífera del Orinoco.

Lo contradictorio o inexplicable es que a raíz del asilo que España le concediera al embajador Edmundo González se tensaron las relaciones, por lo que el gobierno llamó a consultas a su embajadora en España y convoco al jefe de la misión española en Caracas, para expresarle su protesta; mientras al mismo tiempo como una forma de enviar un mensaje de tranquilidad a Moncloa, el más alto gobierno se reunió con representantes de la operadora española  Repsol en Caracas, para discutir las «alianzas estratégicas» y avanzar en la «cooperación energética; Mientras que con el gobierno americano se enviaba el mismo mensaje, de tranquilidad al asegurarle con sus exportaciones al pueblo americano que no tendrán problemas para el llenado de sus tanques de gasolina, un alza en los precios de combustible y la calefacción durante la próxima temporada de invierno y al gobierno en la Casa Blanca, el combustible necesario para los F35 que bombardean al Líbano y Siria. Una política un poco contradictoria a nuestro parecer entre el discurso y la “realpolitik”, que si bien se explica con la célebre frase de Lord Palmerson; que los intereses son primeros, en criollo se traduce “metete con el santo pero no con la limosna”