Out en segunda: Mujeres, lampiños, violencia de género, la generación de los idiotas y Wonder Woman
Por David Mendoza Yamaui
Esta ensalada de título es producto de una ensalada de hechos y conceptos que me llevaron a convertirlo en un collage de etiquetas.
¿Sobre las mujeres?
La violencia contra la mujer ha tomado un nivel agudo con los feminicidios ocurridos en el estado Portuguesa: tres jóvenes asesinadas brutalmente. Ahora bien, la violencia contra la mujer (y los niños) y el machismo de la sociedad venezolana no se combate desbaratando el idioma castellano con términos como presidente o presidenta, como si el “ente” que preside pudiera convertirse en “enta” cuando este término no tiene género y que sin embargo, se reflejó así en una de las constituciones con peor redacción de este planeta en tal sentido (la nuestra).
“El empoderamiento de la mujer”, etiqueta de moda en los foros sobre emprendimiento y comercio de América Latina, no debería ser un eslogan de cuanta fémina manda a escribir un libro de autoayuda con cualquier escritor de sombra y se toma 20 fotos de estudio, con los brazos cruzados y con “pose hombruna”.
El empoderamiento de la mujer tiene que ver con su influencia en la transformación y el desarrollo de la sociedad. Más aun en sociedades de paternidades laxas o irresponsables, donde la mujer lleva el peso social, económico y moral de la familia. Las sociedades latinoamericanas han evolucionado, claro que sí, pero muy lentamente en materia de discriminación de género, y no parece que estemos realmente interesados en mejorar. Basta ver los niveles salariales y la participación en la jerarquía del trabajo de la mujer, para notarlo de inmediato. Y más allá de las películas donde Ricardo Montalbán hacía de “macho latino”, o sentirnos la “tapa del frasco” por la importancia cinematográfica de un hombre como Porfirio Rubirosa (el verdadero “James Bond”, “agente 007”), la verdad es bastante triste en esta materia.
En el caso de Venezuela las mujeres y los niños han sido las víctimas más fustigadas por la violencia de las políticas de Estado del gobierno “protector” de Maduro. Hay quienes piensan que la medida más trascendental sería asegurar 50% de los cargos públicos a las mujeres. Yo no creo que sea la solución (al menos no es suficiente), basta ver en Estados Unidos tantos latinos en cargos públicos siendo más conservadores que los propios blancos caucásicos originarios de Inglaterra e Irlanda, por ejemplo. Muchos hasta reniegan de su origen latino. Creo que se requiere una revolución cultural.
¿Los lampiños?
También la masculinidad (no confundir con machismo) ha sido fuertemente atacada por la industria de la televisión, el cine y la música. Ya advertía a finales de los noventa mi hermano de la vida Miguel Echeverría, Dios lo tenga en su manto, que la imagen masculina había dado paso a la imagen andrógina simulada “en lo lampiño” y hombres con gestos femeninos. Más nunca salió una barba o un bigote o vellos en el pecho en las películas desde esa fecha. Recientemente algún personaje de DC Comics con vellos en el pecho. Hasta una película de Blanca Nieves en la que Julia Roberts hace de “la bruja” se burla de los vellos pectorales. Ser masculino es ser gentil con las damas, no agresivo. Y la belleza estética del hombre no está peleada con los vellos. Gracias a Dios también en el deporte desde hace algunos años esta situación está siendo revertida.
¿La generación de los idiotas?
Término que le escuché a Agustín Laje (politólogo, periodista y escritor argentino. Ha participado en medios de comunicación tales como La Prensa, Infobae, La Voz del Interior, Perfil, la revista Forbes. Director de la Fundación Centro de Estudios LIBRE, una organización no gubernamental de ideología liberal-conservadora «que busca promover el respeto por la libertad individual, la propiedad privada y el republicanismo»), donde alude a la generación “millennials” “que se mantiene ajena a la sociedad y que se cree original, al extremo de llevarlo a su identidad o preferencia de género… Gente que convierte en motivo de orgullo con quién se acuesta… gente que no tiene conciencia de que vive en sociedad y que los bienes y servicios que disfruta son producto de una relación socio productiva… su vida transcurre a través de Internet… son en extremo egoístas y disociados de un colectivo”.
¿Wonder Woman?
La mujer venezolana, la latinoamericana y en general casi todas las mujeres del mundo. Ellas no necesitan el calificativo de “wonder”, solo respeto.
Invitación: Vamos a ser mucho más activos en las luchas de las mujeres que terminan siendo las luchas por una mejor humanidad. Y no más brutalidad contra nuestros niños y bebés.
Nota: Vale la pena no olvidar que hoy día existe una diversidad de géneros que reciben tanta o más violencia que las mujeres y que también deben ir tomando su espacio en la sociedad.
Puedes comunicarte conmigo a través de: https://termometroeconomico.com o [email protected]
Out en primera: Mujeres y política
Por Julio Castellanos
En los últimos meses se han conocido en los medios de comunicación graves casos de agresiones sexuales y asesinatos de mujeres, entre los que destacan los ocurridos en el estado Portuguesa al parecer cometidos por un criminal de altísima peligrosidad; no obstante, vistos estos hechos como conjunto, todo parece indicar que la pandemia, la crisis de los servicios públicos, el deterioro de la calidad de vida y la pobreza multiplican la vulnerabilidad de la mujer en una sociedad institucional y estructuralmente machista como la venezolana. Este diagnóstico es posible escucharlo de voces muy autorizadas como Provea, Avesa, el PNUD y otras ONG especializadas. Lamentablemente, el tema es usualmente relegado en la agenda pública, de hecho, pese a que existe legislación para enfrentar el machismo como un problema de salud y orden público, se sigue pretendiendo culpar a las víctimas hablando de cómo vestían o a qué hora estaban en la calle, o aún peor, algunos intentan minimizar el fenómeno con el argumento bajo el cual es indebido hablar de feminicidios porque el crimen debe ser tratado por igual con independencia del sexo de la víctima; eso obviamente invisibiliza a las mujeres que son en su mayoría las usuales víctimas de violaciones o del resto de las modalidades de la violencia de género.
Este tema debería ser abordado por las autoridades públicas con la urgencia debida, pero eso no ocurre porque más de 80% de los cargos públicos de elección popular en Venezuela son ejercidos por hombres. No se puede esperar que los hombres mostremos, me incluyo, especial sensibilidad para diseñar políticas públicas con enfoque de género cuando nosotros no sentimos ningún temor a una agresión de carácter sexual al caminar por la calle, ni escuchamos comentarios ofensivos con carga explícitamente sexual expresada por desconocidos en la vía pública (los asquerosamente normalizados “piropos”), ni tenemos que escuchar con estoica paciencia mensajes de autoridades religiosas que, explicita o veladamente, hacen un anatema de los debates sobre salud reproductiva (hasta hace relativamente poco la Iglesia Católica ejercía fuerte oposición al uso del condón y, en la actualidad, olvidando que somos un Estado laico, ejerce, junto con los ahora empoderados protestantes, fuerte oposición al debate sobre la despenalización del aborto).
Ser mujer en Venezuela implica estar bajo condiciones de grosera subordinación al hombre y es claro, más que claro, que nosotros los hombres no nos damos cuenta con facilidad porque estamos cómodos con nuestra indignante y forzada superioridad. Las pocas mujeres que ejercen roles de relevancia política han tenido que masculinizarse, es decir, mostrarse agresivas, amarrarse un moño y “hablar golpeado” para sobrevivir en un medio donde la sensibilidad, la afabilidad y la cortesía en las mujeres es malinterpretada. Hay excepciones que, por ser excepciones, confirman la regla.
Una dirigente socialdemócrata, feminista hasta los tuétanos y, por tanto y lógicamente adeca, Evangelina García Prince, solía decir que la verdadera igualdad de la mujer comienza con mujeres ejerciendo el poder político. Cada día que pasa, en medio de nuestra injusta y desigual sociedad, estoy más convencido de ese argumento. De tener una cuota obligatoria de mujeres en los cargos de representación pública, de al menos 50% en correspondencia con el hecho de que las mujeres son al menos la mitad de la población, tendríamos más posibilidades de que los problemas que afectan a la mujer sean debatidos en público. Hoy, sin suficientes mujeres en esos cargos, las mujeres son objetos y no sujetos de pleno derecho. Si lo noto yo, con la miopía propia de ser hombre, ¿cómo será de grave el problema visto desde la perspectiva de la mujer?
@rockypolitica
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