OPINIÓN

Digo lo que veo

por Julio César Arreaza Julio César Arreaza

Foto Pixabay

El grito es de libertad. La gente perdió el miedo. Hasta el silencio habla. Se percibe una reflexión profunda. La gente no se deja capitalizar por los partidos, decorativos en este proceso y el movimiento social los trasciende.

La organización criminal reducida a “motopirueta” convirtió al país en escombros y no tiene nada que ofertar. El modelo de Estado socialista sustentado en la separación familiar fracasó y no le dan los números para ganar en unas elecciones  libres y transparentes. El chavismo convirtió las taras nacionales en valores, que son más bien “antivalores”, causando la degeneración de la nacionalidad por el criminal daño antropológico perpetrado.

Este momento hay que aprovecharlo y hacer históricamente lo que corresponde. Convertirlo en un fin de ciclo, porque el tiempo aciago se agotó. Los ciudadanos nos encontramos en los valores que compartimos para defender la dignidad de la persona humana.

María Corina ha sabido interpretar la aspiración a la libertad de las mayorías y ha logrado fomentar la conciencia histórica del venezolano, que le sirve para distinguir la verdad de la mentira. Ha provocado que nos preguntemos, juntos, a qué aspiramos y cómo podemos llegar a ese destino. De que tomemos clara conciencia de la pérdida sufrida de todos los derechos humanos.

Miramos, por otra parte, a un país agotado, diezmado, torturado y con instituciones masacradas. El contexto proyecta la verdad oscurecida en la que funciona el mundo de hoy, en medio del fuego fatuo de las meras apariencias, que impiden el ejercicio racional de acceder a la verdadera esencia de las cosas. Aquí la política carece de virtud. Esta forma viciosa y desviada de hacer política, no crea ciudadanos, sino militantes que no acceden a la razón para actuar conforme a ella.

En un entorno que favorece la militancia sin valores, nada vale. En un mundo de apariencias el que detenta el poder tiene su objetivo, fomentando lo contrario a la virilidad dirigencial, buscando de manera indigna su obsecuente aceptación y acomodo. No forman parte de la lucha activa centrada en el interés del país, en ellos no hay lucha electoral, porqué la contienda está arreglada por los normalizadores empresarios, que aspiran a seguir haciendo negocios en capiti deminutio, y otros politicastros enfocados en derivar migajas en futuras contiendas electorales regionales y parlamentarias. Van por lo suyo.

Se trata de la “opolaboración” filtrada y construida a los fines de la instrumentalización en el sostenimiento del régimen en el poder. Aquí estaríamos escogiendo un mal distinto, pero sigue siendo el mal. Urge la diferenciación necesaria para que no nos confisquen la lucha por la libertad.

¡Libertad para Javier Tarazona, los policías metropolitanos, los comandos de Vente, Rocío San Miguel, Dignora Hernández, Henry Alviarez, Carlos Julio Rojas y los hermanos Guevara! ¡No más prisioneros políticos, torturados, asesinados ni exiliados!