La polarización política que existe en nuestro país parece ir en aumento a medida en que suceden eventos nacionales e internacionales que se interpretan únicamente en clave de blanco o negro. La posibilidad de moverse en escala de grises se percibe como una traición o, al menos, una claudicación. La sola mención de la palabra diálogo es objeto de duras opiniones por parte de quienes creen que la única solución es la imposición de su propio punto de vista aun cuando resulta evidente que ninguno de los dos bandos dispone de la fuerza y recursos para imponer su visión.
La constatación de lo anterior se expresa por parte de quienes ocupan Miraflores y sus recursos a través de afirmaciones tan temerarias como la que emitió la señora actual primera vicepresidente de la autodenominada Asamblea Nacional (chavista) en una reciente entrevista por televisión en la que sacó de su bolso y exhibió ante las cámaras un par de esposas destinadas –según ella– a “poner los ganchos” a Guaidó en caso de llegar a coincidir con él en algún sitio. Las expresiones de la “diputada Fosforito” -como es conocida por su “nome de guerre”- potenciadas por su atemorizante expresión facial y corporal destiladora de odio patológico, no parecen consistentes con la dulce aceptación, comprensión y aparente entendimiento con los más peligrosos pranes que controlan el sistema penitenciario venezolano en el cual ella se desempeñó como omnipotente ministra hasta hace apenas un par de meses.
No muy lejos de lo anterior se ubican las manifestaciones de quienes del lado opuesto al gobierno descalifican con fuertes epítetos todas las situaciones o propuestas que puedan sugerir algo menos que el linchamiento o entrega a la justicia penal internacional de quienes militan en el oficialismo. Quienes así se expresan no parecen percatarse de que con los medios actualmente a su disposición no luce probable imponer sus puntos de vista mientras no se opere un quiebre en la unidad militar o tenga lugar una acción internacional de fuerza que –por los momentos- parece descartada por quienes pudieran llevarla a cabo. Quienes así se exhiben cosechan los parabienes de mucha gente que no tiene clara la frontera que separa sus anhelos de la terca realidad. “Ganas no empreñan”, diría algún llanero.
Es en esta dicotomía que podemos observar la reacción que ha generado la modificación de un criterio de la OFAC (oficina del gobierno de Estados Unidos que administra las sanciones) respecto de la llamada Licencia 30 emitida por el gobierno de Trump en agosto de 2019 sancionando toda operación que involucrase la utilización de puertos y aeropuertos venezolanos. Lo cierto es que la nueva licencia (30 A) lo único que hace es excluir de la lista al INEA (Instituto Nacional de Espacios Acuáticos), lo cual pudiera redundar en la facilitación del ingreso de ayuda humanitaria mientras se reafirma que sigue la prohibición para diluyentes y otros insumos de la industria petrolera que sí son determinantes.
Lo anterior visto por quienes militan en una de las formas de extremismo es una temprana muestra de que el recién inaugurado gobierno de Biden ya está en etapa de carantoñas con la usurpación que manda en Venezuela. No importa que el propio presidente norteamericano haya ratificado expresamente el reconocimiento a Guaidó (uno de los pocos que lo ha hecho) ni que el debutante secretario de Estado Antony Blinken haya declarado más de una vez que ellos consideran a Maduro y su combo como una dictadura, que Guaidó es el legítimo representante de la única Asamblea que ellos reconocen, etc… etc.
Tampoco importa que el Europarlamento se haya expresado en el mismo sentido por amplísima mayoría. Sí se enfatiza que hubo muchos votos en contra y bastantes abstenciones. Para eso son los parlamentos. ¿O no?
¿Que Borrell está jugando kikirigüiki? Puede que en el corazoncito tenga sus simpatías, pero él es el canciller de la Unión Europea y como tal adelanta las resoluciones que ese grupo conviene, no las suyas personales ni las de sus conmilitones de la izquierda española recalcitrante.
¿Que el Grupo Internacional de Contacto emitió una reciente declaración que apoya y promueve el diálogo, al tiempo que recomienda medidas concretas para mejorar las condiciones electorales y políticas? ¿Que no condenó ni execró a los capitostes “bolivarianos”? Cierto es, pero no olvidemos que se trata de un grupo que promueve el diálogo y para ello hay que buscar el acercamiento de las partes.
¿Que los noruegos andan otra vez buscando conversaciones? ¿Qué se traerán por detrás? ¿Es que acaso no son ellos los campeones mundiales y profesionales de la promoción de diálogos de pacificación?
¿Que el Grupo de Lima se está enfriando? Cierto es, pero desde que se firmó su declaración inicial en agosto de 2017 han habido muchos cambios de gobierno que influyen en las opiniones. Lo mismo en el escenario de la OEA, donde Argentina con Macri no se mueve igual que con Alberto Fernández; México cambió de bando, Uruguay también, Bolivia jugó un rato en un equipo y otro rato en el opuesto, Panamá se está enfriando, Costa Rica y Dominicana andan tibios, en Ecuador habrá elecciones presidenciales mañana y el Caribe, donde antes la oposición tenía aliados, ahora tiene otros intereses, etc.etc.
Lo que sí se mantiene inalterable es la exigencia de todos los actores internacionales en favor de la unidad como requisito para garantizar la continuación del apoyo. Y esa es precisamente la única condición que la oposición venezolana pudiera presentar y no lo hace.
En resumen: ¿no cree usted, paciente lector de estas líneas, que así como están las cosas es mejor ir “agarrando aunque sea fallo”? Las transiciones exitosas lo fueron porque los actores de las mismas entendieron eso.
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