Todos los días hay motivos para la protesta en Venezuela. Por el estado calamitoso de los servicios públicos, por la carestía de la vida, por el irrespeto a los derechos humanos, por el desdén de las altas autoridades del gobierno y de las instituciones secuestradas. Pero este Primero de Mayo, en la celebración del Día del Trabajador, la inconformidad y el desencanto se concentran para reclamar la vuelta de la dignidad perdida de los salarios.

Un texto de formación laboral, a cargo del economista Luis Crespo, sobre el valor del trabajo y el salario, elaborado para el Programa Venezolano de Educación-Acción en derechos humanos (Provea), recuerda que en marzo de 2022 el gobierno de Nicolás Maduro fijó el salario mínimo, aún vigente, en la suma de 130 bolívares, equivalentes a 30 dólares, a los que se añadía un bono de alimentación de 45 bolívares (10 dólares). Es decir, 1,35 dólares diarios. En 1974, el primer año en que se adoptó el establecimiento del salario mínimo, el monto aprobado correspondía a 104,65 dólares.

Mientras la inflación continuó su ritmo ascendente hasta ser la más desorbitada del mundo, aquel salario mínimo de 2022 se hizo agua: hoy equivale a la lastimosa e insignificante suma de 3,66 dólares. «En la actualidad en Venezuela -escribe Crespo en el folleto de Provea- el salario mínimo es inexistente, fue destruido y no es suficiente para permitir vivir con dignidad y cubrir las necesidades básicas materiales, sociales e intelectuales de los trabajadores y su familia. Paralelamente, los activos de los trabajadores y sus familias como lo son: prestaciones sociales, cajas o fondos de ahorros, fueron pulverizados». El salario mínimo venezolano equivale apenas a 1,13% del salario mínimo promedio de la región.

El deterioro del poder adquisitivo de los venezolanos es la expresión de una economía hecha polvo. Un estudio del Banco Interamericano de Desarrollo señaló, años atrás, que el «colapso en que se encuentra la economía venezolana no tiene precedentes».  Desde un pico a finales del año 2013 hasta el tercer trimestre de 2020 el tamaño de la economía se redujo en 88%, una de las mayores crisis del mundo en países que no hayan padecido un conflicto armado. Un desplome causado por décadas de intervencionismo estatal, aunado con la ineficiencia, el despilfarro y la corrupción. El país cerró el año 2023 con una economía estancada y sin perspectivas a la vista para mejorar la calidad de vida de los venezolanos.

El artículo de Provea habla de una situación de desalarización del trabajo desarrollada durante los últimos 14 años que pone a los trabajadores y a sus familias en condiciones de desprotección y vulnerabilidad, “las peores que hayan tenido que enfrentar en la historia contemporánea de la nación”.

Este Primero de Mayo es una cita, por tanto, para la unidad de las fuerzas sindicales y gremiales para la defensa de los derechos humanos laborales y el diseño de una estrategia de lucha que obliga a conocer el panorama económico y social y diseñar una estrategia que permita revalorizar el trabajo, su dignidad y su aporte al crecimiento y progreso del país.


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