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Desnutrición intelectual

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Escaso espacio en el discurso pero abundante para la falsificación. Así podría calificarse el tratamiento que hizo Nicolás Maduro del tema de la educación en su mensaje reciente a su asamblea: grandes esfuerzos para mejorar el salario de los educadores, altos porcentajes de cobertura, ejemplares iniciativas para compensar con educación virtual las limitaciones impuestas por la pandemia, datos todos que las propias instituciones educativas, los maestros y los alumnos no pueden sino desmentir. Para ellos, y para el país, la realidad es otra: el abandono, el ahorcamiento de las instituciones, la clara disposición de ahondar la hegemonía educativa.

Un día proclamaron la hegemonía comunicacional. La educativa se ha venido simplemente aplicando: reducción de presupuestos, imposiciones curriculares, regulaciones que limitan el monto del aporte familiar a la educación, desconocimiento de la autonomía universitaria, persecución a los líderes gremiales, incluso ataques físicos a las instalaciones universitarias.

La circunstancia de la pandemia se ha convertido en la gran excusa para no ocuparse de lo fundamental. No es así como lo entienden los países más avanzados, en los cuales el esfuerzo por hacer frente a la amenaza real del virus no quita aliento para ocuparse de la educación, de la puesta a su servicio de los avances tecnológicos pensados no solo para facilitar la difusión de la información, sino para permitir formas de contacto humano y de seguimiento que potencian el conocimiento, la investigación, la innovación.

Cuando el mundo es agitado por una gran disrupción, los nuevos modos de responder a la prioridad educativa se van imponiendo y se transforman en formas que han llegado para quedarse, tanto que el futuro depende de la capacidad de asimilarlas y de ponerlas al servicio del crecimiento humano. No es lo que está sucediendo en Venezuela. No hay verdadera preocupación más allá de hacer una mención superficial de vez en cuando. Se habla de educación virtual e incluso de digitalización de todas las transacciones económicas, pero se olvida la escasa capacidad instalada, el retraso tecnológico, la necesidad de formación para el mejor uso de los nuevos medios.

Se olvida, además, que el simple acceso a la información no se equipara con el concepto y alcance de la educación. La capacidad de interpretar bien el mundo no depende solo de la información sino de los criterios con los que se maneja, se incorpora y se usa la información. La educación implica conciencia, conductas, valores, desarrollo humano y social, desarrollo de pensamiento propio y de formas de convivencia. Sirve para juzgar, para analizar, para decidir, para valorar, para liberarse de presión informativa y de la mentira. No son pocas las personas de las cuales se puede decir que manejan información, pero no tienen educación.

Lo dramático es que no nos ocupamos suficientemente del problema. Hemos aceptado que resulta aceptable cierto grado de información. La atención a la pandemia y a las exigencias de cada día han abonado el conformismo. Este abatimiento afecta también al sector educativo, en todos sus niveles. A la indolencia del gobierno parece haberse sumado la de la propia sociedad. Solo que la indolencia de la sociedad tiene un alto costo. Se paga con atraso, con pérdida de vitalidad social, con renuncia a los derechos, con sometimiento. Se genera esa otra forma de desnutrición, más grave que la alimentaria, que es la intelectual, la mental, la del saber. Hay daños que son irreparables para cuando la circunstancia de la pandemia haya llegado a su fin y hay otros de muy larga y difícil recuperación. El de una educación mediocre, reducida a lo mínimo, sin alcance de futuro es una de ellas. Afectará ahora y por mucho tiempo vidas y proyectos, y afectará al país.

La subsistencia sigue ocupando la atención del venezolano. Nos preocupa además el contagio viral. Quizás conviene pensar que el nuevo contagio es el de la pesadumbre, de la inacción, del adormecimiento, del silencio. La atención prioritaria a la educación es, sin duda, una de las herramientas más necesarias y seguras para recuperar la energía social que nos saque de este estado.

 

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