“Doctrinae cultus spernit nemo, nisi stultus»[1]
Tengo un amigo que enseña latín a alumnos adolescentes en un instituto concertado del sur de España. Compartimos intereses y hablamos a menudo sobre nuestro trabajo, cómo nos van las clases y también nos recomendamos libros y series de televisión. Mi amigo habla mucho y se pierde en digresiones constantemente.
El caso es que hace algo más de un mes me contaba satisfecho que era la primera vez que aprobaba su asignatura 84% de los alumnos, es decir, solo suspendía latín un poco más de 10% del alumnado. Esto suponía un éxito, teniendo en cuenta que esos chicos entraban al conocimiento del vocabulario y la gramática latina ese año. Nunca antes habían estudiado palabras obligándose a retener el caso nominativo y genitivo por cada nombre aprendido. Para poner un ejemplo, cuando uno estudia inglés debe memorizar un sustantivo solo como bolígrafo, libreta, cosa, uno aprende un único término ball pen, notebook, thing respectivamente, además de su particular pronunciación, claro. Sin embargo, en latín mi amigo exige a sus alumnos que aprendan siempre dos términos, bolígrafo, libreta, cosa: stilus, i (nominativo y genitivo); charta, ae; res, rei.
Repasa además la gramática, los verbos, y se atreve a escribir un adagio en la pizarra cada día de clase que deben copiar y traducir en su cuaderno. El objetivo es que sean capaces de traducir al castellano frases latinas sencillas de siete o más palabras al final de curso. Les enseña conjugaciones verbales en presente, pretérito y poco más. En clase siguen un manual con nociones culturales de Roma, gramática y vocabulario.
Me dice que utiliza los métodos tradicionales de copia y memorización, pero que usa plataformas digitales también en las que comparte videos, fotografías, textos y enlaces de Internet.
Critica ―bueno, criticamos los dos― el rumbo que está tomando la nueva educación y estamos de acuerdo en lo bueno y lo malo de casi todo. Echamos en falta el libro de papel y lamentamos el abandono de los diccionarios. Él se ríe al reconocer que está cayendo en la velocidad del diccionario digital. Guarda su diccionario Spes de latín de toda la vida y alguno más. En fin, que veo que me alargo demasiado y me parezco cada día más a mi amigo.
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Hoy me llama Emilio (ese es su nombre) para decirme lo que le ha contado un colega del instituto el otro día, al volver de las vacaciones de Navidad. Según este docente, la mayoría de sus alumnos de latín hacen trampa en las pruebas escritas de latín. Me llama hoy para contármelo. Se desahoga largo y tendido. Me dice que se ha llevado una decepción enorme. Le consuela saber que, a pesar de todo, él ha hecho su trabajo con ganas y siendo honesto. A sus alumnos les ha explicado pacientemente todo lo que tenía que explicarles. Ha logrado que mantuviesen la atención en clase, o eso creía. Durante el primer trimestre de curso ha hecho que copiasen ejercicios, ha insistido en la importancia de la escritura a mano, clara y sin fallos.
No sé cómo llega a hablar ahora de la reina Isabel II de Inglaterra. Me perdí en la conversación, mas no quise interrumpirle porque sé que odia que le interrumpan. Continúa hablando y dice no sé qué de la prensa británica y un titular que fue un latinismo empleado por la reina en un célebre discurso en Guildhall (Londres, Inglaterra) el 24 de noviembre de 1992. En esa fecha se cumplía el cuadragésimo aniversario de su coronación, y ese mismo año habían sucedido cosas terribles para la Corona Británica: la separación de su hijo Andrés, la muerte de la princesa Diana de Gales y el incendio del castillo de Windsor, etcétera (por cierto, también procede del latín: et cetera-y las demás cosas). Volviendo a los titulares de prensa que se hacían eco del discurso de la reina destacando en cursiva la frase «annus horribilis» (año horrible). Por fin, encontré el momento de preguntarle a qué se refería con esto de la reina y el «annus horribilis«. Y me dijo que utilizaba esta frase latina como paradigma de la importancia de cuidar la escritura, que una letra podía cambiar todo. Decía que ni la reina ni los titulares podían permitirse un fallo ahí perdiendo por ejemplo una «n» en «annus horribilis» dando lugar a un significado muy distinto, escatológicamente[2] diferente.
Necesitaba contármelo. No sabía qué hacer. No sabía si entrar en clase y decir lo que pensaba de ellos; decir que se había enterado de la trampa, que no eran sinceros y que no entendían el sentido de la educación. Que aquello no era un juego, que era su trabajo y que él cobraba por enseñarles. No estaba allí para facilitar a nadie el engaño o para filtrar ignorantes camuflados. Quería conmoverles, convencerles del valor de la asignatura, la clase, la escuela. El profesor que explica bien lo hace para guardar la llama. Si los alumnos no aprenden, no hay fuego.
Me decía (solo hablaba él al teléfono, pero yo sé que necesitaba hablar) que un colega le propuso preparar exámenes distintos, ponerles dificultades para evitar que copiasen en los exámenes. Y se quedó pensando un rato.
Yo, aquí sí me dio ocasión, le propuse que no, que hiciese todo lo contrario. Le dije que siguiese en su línea. No era justo que él se complicase más todavía por alumnos que buscaban el camino fácil. Y estuvo de acuerdo conmigo.
Me dijo que él no sería capaz de comportarse como aquellos adolescentes. No entendía cómo había chicos que pudiendo aprender cosas, elegían no aprenderlas. Con todo, me dijo que no todo el grupo era así. Sabía que también había alumnos sensatos y nobles. La lección de clase está ahí en las aulas con los alumnos y los profesores haciendo su trabajo. Aunque parezca una obviedad, el profesor enseña y el alumno aprende. Quien quiera entender que entienda, y quien no quiera o no pueda, que siga la senda de la estulticia.
[1]‘De las ciencias y las artes solo es enemigo el ignorante’
[2]Diccionario de la lengua española, RAE
escatología 1
Del lat. mod. eschatologia, y este del gr. ἔσχατος éschatos ‘último’ y -λογία -logía ‘-logía’.
- f. Conjunto de creencias y doctrinas referentes a la vida de ultratumba.
escatología 2
Del gr. σκῶρ, σκατός skôr, skatós ‘excremento’ y -logía.
- f. coprología.
- f. Uso de expresiones, imágenes y temas soeces relacionados con los excrementos.