OPINIÓN

Desde la Guerra Federal hasta el siglo XXI

por Lidis Méndez Lidis Méndez
Proyección del tipo de cambio oficial, según la escuesta del OVF

El escaso poder adquisitivo de la población genera un descontento similar al que motivó las rebeliones en el siglo XIX

 

Nuestra historia ha estado marcada por profundos conflictos políticos y sociales que han contribuido tanto a su estancamiento, como a su desarrollo, y la Guerra Federal (1859-1863) se destaca como uno de los episodios más violentos y trascendentales en el siglo XIX, al enfrentar visiones opuestas sobre la estructura del poder en el país. En el siglo XXI, Venezuela atraviesa una crisis política, económica y social de gran magnitud, con características que rememoran los conflictos de su pasado.

Uno de los detonantes principales de la Guerra Federal fue la desigualdad económica y la exclusión de amplios sectores de la población, especialmente los campesinos y las clases bajas, frente a una oligarquía consolidada que controlaba los recursos y el poder político. Tras la independencia de Venezuela en 1830, se instauró un sistema que favorecía a las élites terratenientes y comerciales, generando tensiones que culminaron en rebeliones como la Revolución de las Reformas (1835-1836) y posteriormente, la Guerra Federal.

En el siglo XXI, aunque el contexto es diferente, persisten dinámicas de exclusión y desigualdad estructural. La concentración de la riqueza y los recursos en manos de una élite política y económica ha desencadenado una profunda crisis con tantos tentáculos, que dificulta un análisis satisfactorio para todas las partes involucradas. El escaso poder adquisitivo de la población, la insuficiencia de aparato productivo nacional y la corrupción generalizada son síntomas de una economía en colapso, que genera un descontento social, similar al que motivó las rebeliones del siglo XIX, incluso la emigración masiva en la actualidad también tiene paralelismos con los desplazamientos y migraciones internas que provocó la Guerra Federal.

En ambos contextos, Venezuela ha sido testigo de profundas divisiones políticas. Durante la Guerra Federal, los federalistas y los centralistas representaban visiones antagónicas del Estado. Los federalistas, liderados por figuras como Ezequiel Zamora, abogaron por una descentralización del poder y una mayor autonomía regional, en contraste con los centralistas que defendían la concentración del poder en Caracas, bajo el control de una élite comerciante.

En el siglo XXI, la lucha entre el chavismo/madurismo y la oposición refleja una confrontación similar entre dos visiones de país. El régimen bolivariano ha implementado un sistema socialista con fuertes elementos de centralización, mientras que la oposición promueve un modelo más liberal, basado en el libre mercado y la democracia representativa. Al igual que en el siglo XIX, esta polarización política ha generado una profunda división social, que se traduce en enfrentamientos sistemáticos, tanto (a nivel nacional como internacional) en instituciones, en las calles, en los medios de comunicación y en las redes sociales.

Es de conocimiento histórico que, a pesar de la victoria nominal del federalismo, éste nunca se materializó plenamente, ya que el Tratado de Coche de 1863, en la práctica no logró los cambios profundos que el movimiento federalista buscaba: el poder siguió en manos de una élite, y el sistema político centralizado no fue transformado de manera efectiva, lo que hizo que el federalismo fuera más una formalidad que una realidad política tangible. De manera similar, en el siglo XXI, vemos cómo a pesar del  Acuerdo de Barbados y la reciente elección presidencial, la situación lejos de mejorar, termina empeorando para el grueso de la población, que sucumbe ante la precariedad, desconfianza e incertidumbre.

Durante la Guerra Federal, el Estado recurrió a la militarización para intentar sofocar la rebelión. El conflicto se caracterizó por la dispersión de los combates y el uso de guerrillas, especialmente en los llanos y zonas rurales. A pesar de la movilización de las Fuerzas Armadas y los esfuerzos por establecer un gobierno dictatorial, la guerra se prolongó durante cinco años, dejando entre 150.000 y 200.000 muertos, lo que representaba entre 8% y 11% de la población total de la época.

En el siglo XXI, la militarización de la política es un rasgo clave del gobierno bolivariano. El uso de las Fuerzas Armadas y milicias civiles para reprimir protestas y mantener el control del país, refleja una estrategia similar a la empleada por el gobierno centralista en el siglo XIX. Además, la resistencia popular ha evolucionado de ser predominantemente rural en el siglo XIX a una resistencia más urbana en el siglo XXI, con una sociedad civil activa y organizada que lucha por los derechos democráticos y el acceso a servicios básicos.

La comparación entre la Guerra Federal de Venezuela y la crisis del siglo XXI revela patrones históricos comunes que ayudan a entender mejor las causas y posibles soluciones de los problemas actuales. La desigualdad estructural, las tensiones políticas e ideológicas y la militarización del Estado son factores que han persistido a lo largo del tiempo, mostrando que muchos de los desafíos que enfrentaba Venezuela en el siglo XIX aún no se han resuelto completamente.

Si bien la historia no se repite de manera exacta, las lecciones de la Guerra Federal pueden ofrecer perspectivas valiosas para comprender y abordar los conflictos contemporáneos en Venezuela. La historia muestra que, sin cambios estructurales profundos, los ciclos de conflicto y exclusión continúan repitiéndose, lo que sugiere que la solución a la crisis actual requiere no sólo de acuerdos y elecciones, sino también del esfuerzo y compromiso sostenido de la sociedad civil como motor generador del capital social positivo, que nos motive a construir puentes de acceso hacia la estabilidad política y el desarrollo económico.

X: @lidismendez369