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De Padrino a Maduro

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Foto EFE

En el desolador panorama institucional de Venezuela una frase del ministro de la Defensa, Vladimir Padrino López, con nada menos que diez años en el cargo, tiene valor y peso disuasivo después, sobre todo, de la amenaza de Nicolás Maduro de que solo su triunfo evitará un baño de sangre en las elecciones del muy próximo 28 de julio.

“¿Qué vamos a hacer? Vamos a hacer lo que está en el marco del Plan República, a esperar la decisión del pueblo transmitida a través del Consejo Nacional Electoral y listo. El que ganó, a montarse encima de su proyecto de gobierno y el que perdió que se vaya… a descansar. Eso es todo, eso es todo”, dijo Padrino López en su discurso del 24 de julio con motivo de los 241 años del natalicio del Libertador Simón Bolívar y los 201 años de la Batalla Naval del Lago de Maracaibo.

El mensaje solo puede tener un destinatario: Nicolás Maduro Moros, el presidente que aspira a la reelección y que pronostica una hecatombe en el caso de su muy probable derrota electoral. Al candidato que lidera con claridad las encuestas de intención de voto, Edmundo González Urrutia, jamás se le ha ocurrido pronunciar una frase distinta a la confianza absoluta en la decisión popular de concretar mediante el voto el cambio político en paz.

En el discurso completo de Padrino hay que separar la paja del trigo, como aconseja el refrán, para valorar lo que es necesario valorar y desechar expresiones del alto funcionario que se corresponden a excesos verbales propios de estos tiempos en que ha naufragado la institucionalidad y es tan endeble el mínimo comportamiento democrático.

Lo que cuenta en la voz de Padrino López es que el 28 de julio habrá un ganador y un perdedor. A uno le corresponderá asumir el mando del gobierno y al otro abandonar el poder. “El que perdió que se vaya”, dijo el ministro de las armas y luego de unos segundos suavizó la expresión con “a descansar”.  Muy parecido a lo dicho horas antes por el presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva: «Maduro tiene que aprender que cuando gana se queda, y cuando pierde se va y se prepara para otras elecciones”.

El que gane no será un fascista, ni el perdedor un patriota, o viceversa, sino que simplemente habrá una decisión de los electores que el Consejo Nacional Electoral transmitirá y surtirá los efectos correspondientes. No hay en esa parte del discurso de Padrino ninguna valoración sobre los actores políticos en pugna que, además, no le correspondería hacer. “Eso es todo, eso es todo”, remataba su frase el ministro, como si tuviera a Maduro enfrente o para convencerse a sí mismo del trascendental papel institucional asignado a la fuerza armada en el día electoral.

En poco más de 48 horas, los venezolanos estarán votando en las elecciones más importantes en casi 70 años. Se han sorteado todo tipo de obstáculos destinados a impedir la participación de los electores y a provocar a las fuerzas democráticas para abandonar la ruta electoral. Nada ha tenido éxito. Por el contrario, una oleada popular recorre el país, de punta a punta y de arriba abajo, para dejar atrás un tiempo de penurias, sacrificios y dolor y abrir las puertas a una sociedad libre, de garantías democráticas para sus habitantes, donde sea posible formarse y trabajar y echar para adelante.

Es de desear que la memoria institucional de más de 40 años de democracia, a pesar de sus imperfecciones, anime al Consejo Nacional Electoral y a la Fuerza Armada a cumplir con rigurosidad su rol en un día clave para la nación y sus gentes.

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