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De la patria hacia el estoicismo de Frankl

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En estos terribles tiempos que vivimos, en medio de esta frustración colectiva que venimos soportando desde 1998 y que se ha agudizado de manera terrible en estos últimos seis años, así como las enfermedades terminales que deciden permanecer con el enfermo para atormentarlo y agobiarlo, llenarlo de incertidumbre que es en efecto la peor de las torturas, trascurre silente como un rancio aceite la maquinaría de la tiranía. Una maquinaria que avanza, para nuestra desgracia, sobre los rieles de la traición de quienes simulan empujar los caminos hacia la libertad.

El tema de este artículo puede parecer a la vista un panfleto del régimen, un mensaje avieso de esa sofisticada herramienta con la cual la tiranía de Maduro, de manera magistral ha logrado convertirnos en sus rehenes,“Patria” se aproxima a esa neolengua como mecanismo para garantizar la arcaetización del habla y desde luego, la ralentización del pensamiento. Nada más alejado de la intención que motiva estas líneas, las cuales se encuentran acendradas a la nostalgia y la tristeza que producen los dobleces morales en esta lucha épica por la existencia de una sociedad decente, frente al ademan grosero de quienes pretenden dominarnos y la veleidad y postura voluble de aquellos que decidieron hacer de la patria una caja de fósforos vacía. En medio de los golpes que a diario nos propina una patología económica para la cual la ciencia que enseño en las aulas universitarias parece no tener respuestas, al menos en la capacidad por hacerla medible y proponer proxemia a las consecuencias apocalípticas que hoy en día parecen no solo impedirnos la entrada al siglo XXI y dejarnos de manera inmarcesible atados al anacronismo del siglo XIX, sino aproximarnos a realidades como las de Yemen, Sudán del Sur y Afganistán, entre otros Estados fallidos, en cuyas turbulentas realidades se describe el día a día de la frenética Venezuela de Maduro. Un país que poco a poco se desdibuja, se esfuma, se escinde de la realidad, para trocarse en esta entelequia societaria, en cuyas entelequias la existencia falla, el pensamiento se torna contradictorio y no hay cabida para la moral.

Este escenario absolutamente inviable parece ser el caldo de cultivo, para las traiciones, para los dobleces y la venta de posturas, en medio de una absoluta corrupción de la política como ciencia arquitectónica para el bienestar y el servicio de lo público, para la garantía del beneficio social, en una suerte de acuerdos suma variables, de intereses absolutamente injustificables, frente al dolor de millones de connacionales, en esa inmensa frustración en medio de espurias juramentaciones, de débiles partidos políticos sin estatura moral “ethos” y menos “tekné”.

Decidí escribir estas líneas recordando el poema del argentino Cortázar en su obra la “Patria”, un canto al desencanto, a la desilusión y la humana necesidad por encontrar algún sonido melifico en el vínculo con el país, un vínculo que nos lleva a actos de heroicidad, de valentía vacua y sobreexposición frente al sempiterno deseo por dejarse comprar, de algunos que simulan estar en medio de las acciones de una sociedad quien de manera suplicante pide poder respirar, frente al inhumano peso de un aparato estatal dispuesto a molernos, perseguirnos y exiliarnos en esta pestilencia. Podremos encontrar a una fauna mitológica de Judas dispuestos a venderse, para que sigan crucificando a un Cristo hecho colectividad, que exhala sudores y dolores, en hospitales sin medicinas, escuelas hechas mecanismos panfletarios, universidades en naufragio y colas del horror en medio de los fantasmas de la escasez y la imposibilidad material para satisfacer el acto de vivir.

Somos una inmensa masa informe de frustraciones, de desilusiones y desencantos, nuestra sociedad es una enorme sumatoria de individuos que vemos cual maldición de Sísifo, triunfar a las nulidades, asistimos a la victoria de la deshonra y la injusticia, acudimos en paroxismo grupal para presenciar como se agigantan los poderes en manos de malos hombres. Es tan lacerante este drama que hace palidecer el conflicto complejo de nuestra emergencia humanitaria indiferente e indolentemente tratada por la comunidad internacional, en acto colectivo nos desanimamos de la virtud, en grupo nos burlamos de la honra y se llega al límite de sentir vergüenza por la honradez.

Esa vergüenza por la honradez, esa pulsión visceral por hacer que las virtudes brillen, sobre la herrumbre de este anatema, al cual llaman algunos revolución, nos comprometen con este país con el cual nos relaciona este vínculo desgastante de amor y odio, de necesidad por rescatar y humano principio de preservación egoísta de la individualidad. Es en medio de esta anomia que recordé el poema “Patria” de Cortázar, el poeta quien murió sin poderle hacer el verso a su “Patria” libre, ese mismo quien fuera ignorado por los estamentos políticos de la transición, aquel quien decidió denunciar las posturas autocráticas de la Cuba de los Castro, reflejando en su obra “Policrítica en la hora de los chacales”, un poema en el cual explana su ambivalencia ideológica, frente a lo que él consideraba una desviación, esas posturas firmes son requeridas para lograr Ataraxia, para enfrentar la entropía del terreno fangoso de los traidores que asisten a este proceso de desilusión colectiva.

A su pues luego de escribir estas líneas a modo de necesario ejercicio de catarsis y de ajustar la cuenta del balance, en este vínculo con el país, el resultado inefable es que te quiero país, tirado a vereda, pez panza arriba, te quiero país en Petare y en el TSJ, en donde se fraguan a diario las traiciones y atropellos contra tu pacto social absolutamente estuprado por la misma hegemonía que le dio forma, te quiero país en las fachadas de los ranchos y callejones que exhiben una imagen embarrada de mugres con los ojos de Chávez, quien es ya sujeto pasivo de la destrucción que en nombre de un proyecto avieso, aún nos sigue costando generaciones, vidas, llantos, despedidas y rencores. Te quiero y otros te quieren y algo distinto a la traición saldrá de este sentir, nos mantiene atados a este, tu lecho de muerte, el deseo por ganarnos un pedazo de tierra en tu recuperación o un lugar en la fosa común de tu fracaso, pero tenemos la conciencia limpia, de jamás habernos traicionado y de traicionarte, el tártaro y el hades serán poco castigo para los políticos tilingas de nombres combinados que se sumaron a este ejercicio de destruirte.

Te quiero país sin esperanzas ni perdón, y algo saldrá de este sentir, ese producto que saldrá de este país de barro y de basura entre los dedos de tu desnudo pueblo, es la infinita capacidad para esperar algo distinto a esta realidad pestilente que se esconde en las traiciones de quienes deciden simular una falsa normalidad y apuntalar a la tiranía, el deseo de muchos es presenciar la refundación nacional, para luego pasar a reconstruirnos, extirpando cualquier nexo con el latrocinio, la corruptela y el oportunismo.

No todo está perdido en este país, aunque en medio de la herrumbre y la miseria exista plaza para la farsa y las juramentaciones deslucidas y de evidente utilidad para darle un barniz de institucionalidad a un régimen con vocación totalitaria y visos de satanismo, el informe deseo por darle sentido a esta anomia, por impelirle algún insuflo de virtud y moralidad, se convierte en el porque y la razón de ser de nuestra mayoritaria lucha, la querencia de los otros y la individual hacia un país decente nos compromete con el estoicismo, el cual en lo absoluto puede ser confundido con una propensión hacia la desidia, la indiferencia o la indolencia. El estoicismo es el camino acendrado hacia la racionalidad y la claridad en el pensamiento, en estas horas oscuras de imposturas e impostores, de colaboración con el mal, en este deseo perverso por convertirnos colectivamente en una suerte de entidad invertebrada, encontramos en el estoicismo de Viktor Frankl un bálsamo, son momentos de introspección profunda del Hombre en la búsqueda de sentido.

Justamente esa búsqueda de sentido, recomendada por un ejemplo vivo del valor y la firmeza frente a la verdad oficial, en el camino para evitar caer en la desesperanza, Viktor Frankl sobrevivió a la bestia negra del nazismo, pudo reponerse a Dachau y Auschwitz, se sobrepuso al dolor y a la pérdida, y nos enseñó desde su experiencia a darle sentido a la vida teniendo un porque, de esa obviedad de vivir con y para un propósito, se encuentra el cómo hacerlo tangible, así pues nuestra razón debe empeñarse en crear responsabilidad ciudadana, escala ética y moralidad, para evitar que ninguno de nosotros encontremos justificaciones acomodaticias, para hacer soportable pactar con quienes abiertamente nos torturan, encarcelan y prohíben vivir en paz y dignidad.

Estas líneas no pretenden erigirme en juez de la conducta de nadie, pero el libre albedrío tiene fronteras y una de ellas debe ser el elemental escrúpulo que nos impida coludirnos con el mal y la perversión, la última esperanza es encontrar en el insilio y la introspección el deseo de continuar empujando los caminos hacia un mundo mejor, de estas terribles horas menguadas saldremos siendo mejores y habiendo sido pesados por nuestros actos, en nuestras trayectorias personales y en los vínculos yuxtapuestos con el país sabremos si fuimos sujetos activos para su reconstrucción o instrumentos pertinentes para su perdición.

Finalmente la razón que en lo personal me mantiene atado a este mí país y mi muy personal vínculo con él, subyace en los surcos abiertos por el tiempo en el rostro de mi madre, en el compromiso con la tierra que alberga los restos de mis familiares, en el compromiso con mis sobrinos y en la tarea inmarcesible de educar para la libertad, en los rostros lánguidos y con hambre de mis alumnos, en la cátedra libre de la Universidad de Carabobo y en el libérrimo acto volitivo de abrazar las aulas de clases, para formar ciudadanos probos y de pétrea moral, que estén por encima de las patrañas de una tiranía tan desalmada, que lo único que tiene es dinero para comprar voluntades y simular actos de juramentación para el despropósito de su prosecución en esta vorágine de destrucción que califican de gobierno.

En nuestro país, no hay condiciones para nada, para ningún ejercicio democrático, sencillamente el Estado Total ha logrado copar a toda la sociedad y prestarse para dar la sensación de un ejercicio democrático, es un acto absolutamente pervertido e innominado, un acto que no tiene mesurabilidad pecuniaria, pues las traiciones a lo colectivo, solo producen el señalamiento y el repudio general.

Sería absolutamente falso y petulante, que manifestare por este medio que me esperaba la mascarada de un CNE expreso y del tamaño de los intereses del régimen, me dolió y me duele la traición de quienes simulaban luchar por la libertad y la democracia, me lacera la levedad del ser, esa que para Milan Kundera era francamente insoportable, como es insoportable ahora para los millones de venezolanos que abrazamos una imagen distante de un país que se aproxima a una leyenda, y se aleja de esta realidad absolutamente inenarrable.

De Cortázar a Frankl, es transitar el camino desde la rabia sorda por la desilusión en medio de una relación absolutamente disfuncional entre un venezolano y Venezuela, hacia  la serenidad y la ataraxia de saber que el mal no puede jamás ser total y que en medio de este horror encontraremos la razón para seguir adelante y esa razón es la concreción tangible de un país que encuentre resonancia en la virtud y los valores como gozne relacional con sus ciudadanos.

“Quien tiene un ‘porqué’ para vivir, encontrará casi siempre el ‘cómo”. Viktor Frankl

 

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